Tomando como referencia las vivencias reales de la abadesa Emma de Barcelona, Antonio Chavarrías aborda una historia escenificada en el siglo IX pero muy reconocible en la actualidad y en la que una joven religiosa se enfrentó a esa sociedad patriarcal que relega a las mujeres a un papel secundario y vacío. El filme capta muchos conflictos que todavía están muy presentes hoy en día: la lucha de las mujeres por encontrar su lugar y ser respetadas en un mundo dictado por hombres, el enfrentamiento entre religión y cultura, el choque entre ideologías dogmáticas versus otras más abiertas y tolerantes, el amor contra las presiones sociales. Este es precisamente uno de los aspectos más interesantes de la película, mostrar el lado más humano y personal de un personaje histórico, sus contradicciones, luchas internas y aspectos oscuros.

Y con esto, al plantear cuestiones sobre la condición humana, la lucha entre la fe y el instinto, el significado de la fe y la necesidad de creer en algo, la película se revela como una historia sobre el sexismo histórico dominante. Chavarrías cuenta esta historia creando una película clásica en sus formas, con un cierto tono épico y simbólico, jugando con el color, la luz, el paisaje y el sonido.

Una película que se basa en gran medida en la imagen visualmente poderosa, con primeros planos de gran expresividad, pero también en un guion bien calibrado. A pesar de que a veces le falta ritmo y hay eventos que se cuentan que no son muy plausibles, es una película bien narrada y filmada.

De manera contenida, sin artificios superficiales, logra mantener muy bien el tono épico y un cierto lirismo que se propone alcanzar.