Fernando ALONSO
1984

French Connection

Cuando François Mitterrand llegó a la Presidencia en mayo de 1981, reiteró en varias ocasiones que el Estado francés mantendría su tradición de tierra de asilo. Aquello no gustó al entonces Ejecutivo español de la Unión de Centro Democrático (UCD), que reclamaba la implicación directa de París en el contencioso vasco.

De izquierda a derecha, Jon Idigoras con el grupo de refugiados vascos deportados a Panamá; protesta contra la guerra sucia en Baiona; el féretro de Santi Brouard en la escalinata del Ayuntamiento de Bilbo; y rueda de prensa de Iparraterrak.
De izquierda a derecha, Jon Idigoras con el grupo de refugiados vascos deportados a Panamá; protesta contra la guerra sucia en Baiona; el féretro de Santi Brouard en la escalinata del Ayuntamiento de Bilbo; y rueda de prensa de Iparraterrak. (EGIN - Javier GALLEGO | EGIN)

Con la llegada de Felipe González a La Moncloa, en 1982, desde España pensaron que la situación cambiaría de manera radical, ya que ambos mandatarios eran socios en la Internacional Socialista y esa sintonía ideológica la presumían también policial. Pero la paranoia de Madrid era demasiado aguda y quería resultados inmediatos; no les era suficiente con los problemas que desde París ya habían comenzado a poner a los refugiados vascos. Querían más, y lo querían rápido.

Poquito antes de comenzar 1984, González mostró su enfado en sede parlamentaria: «No podemos comprender que se continúe otorgando el estatuto de refugiado político a españoles en Francia. La colaboración francesa en materia de lucha antiterrorista quizás ha aumentado, pero sigue siendo insuficiente».

Cuando pronunciaba esas palabras ya se había producido en Ipar Euskal Herria el intento de secuestro de Larretxea Goñi, y Lasa y Zabala seguían desaparecidos; después se produjo el secuestro y liberación de Segundo Marey; a continuación, la muerte de Ramón Oñederra, “Kattu”, y seguido, la de Mikel Goikoetxea, “Txapela”.

Un documento de la CIA fechado en 1984 y desclasificado en 2020 atribuye precisamente a Felipe González «la creación de un grupo de mercenarios para combatir fuera de la ley a terroristas».

GAL: PRESIÓN A PARÍS

El inicio de la actividad de los GAL se interpretó inmediatamente como una forma de presionar a París para forzar su colaboración, generando un «clima de violencia e inseguridad progresiva», según palabras de las autoridades francesas.

Y la estrategia funcionó, pues poco antes del fin de año, el 20 de diciembre de 1983, tuvo lugar en París una reunión entre González y Mitterrand en la que el francés se comprometió a colaborar con España.

Los GAL hicieron posible la “french connection”: atentados y cobertura, detenciones, deportaciones, confinamientos, extradiciones...

Tras aquel encuentro, nada más empezar 1984 José Barrionuevo facilitó a los franceses un listado de represaliados vascos residentes al norte del Bidasoa para que se actuara contra ellos. La Policía francesa hizo un despliegue sin precedentes para registrar casi un centenar de domicilios en busca de los refugiados reclamados por España. Hubo cerca de cuarenta detenidos y alrededor de una veintena consiguió eludir la redada. De los arrestados, seis fueron deportados a la isla caribeña de Guadalupe, de donde luego les trasladaron a Panamá y más tarde a Cuba. Otros fueron confinados en diferentes lugares de la geografía francesa continental.

Al día siguiente de la redada, detuvieron en Baiona a cinco integrantes de Iparretarrak cuando estaban reunidos con un grupo de periodistas.

A lo largo de todo el año 1984 continuarían las detenciones y las deportaciones de refugiados, principalmente hacia Caracas, en virtud de un acuerdo entre España, Francia y Venezuela que, al parecer, alcanzaron en el marco de la Internacional Socialista.

En cualquier caso, la colaboración franco-española se oficializó el 14 de junio en Madrid, cuando José Barrionuevo y su homólogo Gaston Deferre sellaron definitivamente un acuerdo que permitió, poco después, que se materializaran las primeras extradiciones a España de represaliados vascos.

Sucedió el 23 de septiembre, día en que el Ejecutivo de París concedió las tres primeras extradiciones de vascos. Lo hizo incluso contra el criterio de la magistratura francesa, que consideraba que la legislación antiterrorista española no garantizaba el respeto de los derechos y las personas.

Pocos días después de la redada de enero, varias decenas de refugiados se encerraron en la catedral de Baiona, iniciando una huelga de hambre que se prolongaría durante cuarenta días. Finalizó el 28 de febrero, tras una reunión en París de la abogada de los refugiados con el ministro de Justicia.

REPRESIÓN EN EL SUR

La nueva actitud francesa frente al conflicto vasco también aportó un marco de impunidad para las acciones de los GAL, que mataron a ocho personas aquel año en Ipar Euskal Herria y dejaron varios heridos.

Las protestas en el sur del país por las represalias contra los refugiados fueron fuertes y constantes, respondidas con contundencia por parte de Policía española y Guardia Civil.

Así, por unas u otras motivaciones, fuera para actuar contra protestas populares, en el marco de la lucha contra ETA, para quitar ikurriñas, imponer banderas españolas, por conflictos laborales o incluso por motivos inciertos, la cuestión es que el despliegue de efectivos policiales fue una constante durante todo el año.

Las localidades de Hernani, Tolosa, Eibar y Errenteria incluso fueron ocupadas por fuerzas uniformadas que, en el caso de la primera, patrullaron las calles esgrimiendo bates de béisbol y sacando a la gente de los bares.

Precisamente en Hernani, el 15 de junio la Guardia Civil cercó una vivienda en la que se escondían tres miembros de ETA y para hacerles salir dio fuego al piso. Dos de los militantes murieron abrasados y ametrallados.

Pocas semanas antes, la Policía española, con apoyo operativo de la Guardia Civil, llevó a cabo una emboscada contra un grupo de los Comandos Autónomos Anticapitalistas que se acercaba a Pasaia en una zodiac. Mataron a cuatro militantes, dos de ellos disparados cuando estaban ya en tierra y detenidos. Solo quedó vivo uno, además de la joven que habían secuestrado los policías para obligarla a que hiciera la señal convenida de que podían desembarcar sin peligro.

A la cárcel de Herrera de La Mancha siguieron trasladando a los prisioneros vascos que aún quedaban en otras prisiones y la situación en el interior era cada vez más extrema; aislados, en unas condiciones de vida penosas y con una comida escasa y mala. En agosto dieron otra vuelta de tuerca al régimen cuando la Guardia Civil pasó al interior, lo que tensionó aún más el ambiente. Para entonces, los presos vascos llevaban ya 200 días de un aislamiento que concluyó el 13 de diciembre, un par de semanas antes de que cuatro mil personas alcanzaran los alrededores de la prisión en la primera Marcha a Herrera.

LA RECONVERSIÓN Y LAS BATALLAS DEL EUSKALDUNA

Aquel año, el Gobierno del PSOE, con la aquiescencia de la UGT, también se embarcó en un plan de reconversión naval que encendió a los trabajadores del sector, iniciándose un conflicto laboral que se prolongó durante todo 1984. La zona próxima a los astilleros bilbainos de Euskalduna, que estaban condenados al cierre, fueron el centro de lo que se dio en llamar «La batalla del puente de Deustu», con permanentes enfrentamientos directos contra los efectivos policiales, sabotajes, barricadas de fuego...

La Policía española consiguió entrar en los astilleros el 20 de noviembre, encontrándose con una fuerte resistencia por parte de los trabajadores. Dos días más tarde, grupos de estudiantes se unieron a la lucha. El día 23, los policías se lanzaron al asalto final de los astilleros Euskalduna. Acometieron con inusitada violencia, disparando fuego real, incluso ráfagas de ametralladora, y arrasando con todo.

El ministro del Plan ZEN, José Barrionuevo, se presentó al día siguiente en las instalaciones ya ocupadas y arrasadas por la Policía para subrayar que todo había sido correcto, que no existían «elementos para hablar de actuación incorrecta de la Policía».

Cuando hacía esas declaraciones un trabajador había fallecido ya por infarto, al impedir los policías la intervención de los sanitarios, y eran numerosas las personas heridas y hospitalizadas: una por impacto de bala, otras muchas por los golpes recibidos durante el asalto, e incluso otra con quemaduras graves en más del 20% de su cuerpo.

Hasta final de año siguieron las protestas, a las que se sumaron las mujeres de los trabajadores; hubo huelgas generales, encierros, huelgas de hambre... El 28 de diciembre concluyó una fase de tres meses de incidentes y enfrentamientos. Aún así, el conflicto por la reconversión naval no se apagó y continuó durante el año siguiente.

SANTI BROUARD

Tres días antes de que Barrionuevo llegara a los astilleros de Euskalduna, no muy lejos de allí dos sicarios de los GAL mataban a tiros a Santia Brouard en su consulta de pediatría. Destacada referencia de la izquierda abertzale, era presidente del partido HASI, dirigente de Herri Batasuna, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Bilbo y parlamentario en Gasteiz.

Tras su muerte se convocó una huelga general que tuvo un amplio seguimiento, y el funeral, frente a la Casa Consistorial bilbaina, fue una impresionante concentración que reunió a decenas de miles de personas.

«DISCONNECTION» JELKIDE

Si lo de España y Francia en 1984 fue “connection”, lo del PNV fue “disconnection”. La aplicación de la Ley de Territorios Históricos, unida a la mala relación personal entre Xabier Arzalluz y Carlos Garaikoetxea, abrió un rasgón en el seno de los jeltzales que más tarde acabaría en rotura. El aparato del partido quería dar más peso a las diputaciones forales frente al Gobierno de Lakua, mientras que los de Garaikoetxea apostaban por lo contrario.

La crisis ya se había iniciado en primavera en Nafarroa, cuando la ejecutiva navarra y sus tres parlamentarios se negaron al acuerdo del PNV con la derecha de Coalición Popular y UPN para evitar la presidencia de Gabriel Urralburu.

En mayo, el EBB disolvió la dirección de Nafarroa expulsando del partido a cerca de mil militantes navarros. A finales de año, la Asamblea Nacional jelkide forzó la dimisión de Garaikoetxea como lehendakari y pusieron en su lugar a José Antonio Ardanza.

Garaikoetxea había vuelto a ganar para el PNV las elecciones al Parlamento de Gasteiz en febrero, y diez meses más tarde era defenestrado por su propio partido.

De la French Connection franco-española a la Navarre Disconnection jelkide.