EDITORIALA

Cambios que ya se han dado, otros para los que hay que prepararse y dogmas a derribar

La aceleración de los procesos es una de las características más evidentes de esta época. La campaña electoral no es ajena a esta dinámica vertiginosa. En estos comicios la imbatibilidad del PNV está en duda, EH Bildu aspira a liderar la regeneración, el relevo al frente del PSE ha sido un retroceso, la izquierda confederal tiene una pulsión suicida, la derecha española ensaya para otras fases y quizás sí se pueda bloquear a la ultraderecha.

El cambio de ciclo es evidente. Los primeros puestos en votos y escaños son importantes. Y dependerá de cómo quede la mayoría absoluta, pero gobernar como si nada hubiera cambiado no es inteligente.

En el pasado, la confluencia de la fiesta masiva con la Gabarra surcando la ría porque el Athletic ganó la Copa, por un lado, y del hecho luctuoso de la muerte de un referente como el lehendakari José Antonio Ardanza, por otro, hubiese llevado a los expertos a vaticinar un efecto favorable al PNV. Ahora, es difícil saber cómo afecta esto a la campaña.

YA NO BASTA CON IR «PARTIDO A PARTIDO»

Para empezar, ahora las cosas caducan muy rápido. No todas, claro está. Tras cuarenta años y las emociones salvajes de esta semana, la euforia de la Copa irá templándose lentamente entre los athleticzales.

En las celebraciones de esta semana se ha podido comprobar que a la afición le disgusta que se manosee al equipo. El Athletic no es otro brazo más de una maquinaria partidaria. Por ejemplo, los candidatos oficialistas para dirigir el club han perdido en sucesivas elecciones a manos de outsiders, no lejanos al PNV pero sí autónomos y con otras lealtades.

Parte de este establishment ha empezado a prepararse para el cambio. Sin prejuicios, están haciendo un curso acelerado de soberanismo de izquierdas.

El sistema electoral, con 25 parlamentarios por cada territorio, implica cálculos complejos. Estos no casan fácilmente con el provincialismo inducido durante décadas por el unionismo y comprado por las familias jeltzales en base a sus intereses. El agravio es su bandera, y en contextos de pugna pasa facturas.

Por eso, que el PNV aparezca el día siguiente de los festejos de Bilbo en Donostia prometiendo una inversión de 50 millones de euros para las infraestructuras deportivas de Gipuzkoa es obsceno y significativo.

LA PLURALIDAD NO SIGNIFICA EL VETO DE LA MINORÍA

El legado de Ardanza no es la edad de oro que se ha transmitido estos días. Sin negar sus méritos en la institucionalización o avances en el desarrollo social, no fue el lehendakari de todos y todas. Por principios, por los suyos, decidió no serlo. Y así actuó.

El Pacto de Ajuria Enea es la proyección de la Transición española en tierras vascas. Bajo ese pacto de Estado se diseña y ejecuta la doctrina antinsurgente del régimen del 78, asumiendo la segregación política de una parte de la sociedad vasca, sin miramientos a los derechos humanos y con dogmas peligrosos.

Uno de esos dogmas es la definición de pluralidad dentro de la sociedad vasca, que ofrece al españolismo ese carácter. Así, la defensa de la pluralidad no es sinónimo de respetar los derechos tanto de las mayorías como de las minorías, ni poner en valor las diversas identidades de la ciudadanía. Pluralidad aquí significa darle derecho de veto a una minoría concreta.

Es hora de dejar de lado esos dogmas del pasado. Uno de los momentos más relevantes del debate en ETB1 fue cuando Imanol Pradales acusó a Pello Otxandiano de querer imponer su visión y menospreciar la democracia parlamentaria, a lo que el candidato de EH Bildu respondió, «yo no te puedo imponer nada, lo que estoy es tendiéndote la mano». En esta semana, y sobre todo en las siguientes, las fuerzas vascas deberán explicar si van a resistirse al cambio en trincheras o si van a construir puentes.