Ramón SOLA

¿A quién no interesa la campaña electoral? ¿Y a quién sí?

El mantra de este fin de semana ha sido que ahora sí, que superadas vacaciones y fútbol, lutos y celebraciones, comienza por fin la campaña del 21A. Pero no se lo acaben de creer. Algunas interioridades de la mayoría de los partidos que se ven desde las redacciones llevan a ponerlo en duda.

(Gorka RUBIO | FOKU)

Hace un par de meses todo apuntaba a que la campaña del 21A sería una de las más potentes que se recuerdan: dos fuerzas políticas a la par, candidatos nuevos, cuestiones socialmente acuciantes y un nivel de debate político muy aceptable para como está el loco mundo. Luego ha llegado la realidad para desmentirlo; pocas veces la pugna preelectoral ha copado menos centralidad en la atención pública que en estos diez primeros días.

Sería fácil culpar a la resaca de las dos Semanas Santas, a que el Athletic ha roto 40 años de sequía copera y al primer fallecimiento de un lehendakari de la «era moderna». Pero es más interesante reparar en qué han hecho los partidos hasta la fecha, y especialmente en detalles que difícilmente llegan a la opinión pública.

EMPEZANDO POR EL PNV,

Imanol Pradales arrancó con fuerza los dos primeros días, interpelando a EH Bildu sobre el «desarme» de la Ertzaintza o las deducciones por compra de vivienda, pero luego se han impuesto las dudas y vacilaciones. En el debate de ETB-1 fueron evidentes los titubeos del candidato entre atacar o defender y se impusieron los silencios.

En ese terreno de indecisión entra la difusión y luego retirada del extraño vídeo de las dos chicas que se hicieron un selfie con Pradales. O su presencia en la Itzulia el primer día de campaña y el jueves en una trainera junto a la gabarra, pero sin darles excesiva proyección, como en modo «casual». El PNV parece dudar sobre el grado de exhibición del candidato, quizás porque ve que pasan cosas como que al alcalde Aburto se le silba en la celebración de Bilbo.

Cualquier estratega de una campaña anterior hubiera pensado que no había mejor regalo de campaña para el PNV que un triunfo del Athletic, pero ahora ni eso está claro que juegue a favor. Y en cuanto a la despedida a Ardanza, otro acontecimiento sobrevenido que podía dejar su huella, no parece que reducirlo a acto de partido haya sido buena idea.

Más sintomático aún resulta que la apabullante maquinaria electoral del PNV se muestre mal engrasada: fotos de actos que no llegan, vídeos que se traban o peticiones de entrevistas desatendidas. Que algo falla en esa estructura antes eficaz ya se atisbó con la filtración del relevo de Urkullu.

EN EL PSE TAMBIÉN FALLAN LO POLÍTICO Y LO ORGANIZATIVO,

especialmente lo primero. Es difícil encontrar una explicación al lema «Vota al que decide», cuando todo el mundo sabe, y hasta el candidato admite implícitamente, que lo que ya ha decidido es seguir amarrado al PNV. El eslogan podría firmarlo un infiltrado de Sabin Etxea, de modo que hay que concluir que no ha estado suficientemente madurado ni testado.

Eneko Andueza parece empeñado en empeorarlo aún más: la invitación a Pedro Sánchez en Gasteiz a que ratificara que él no acordará gobiernos con EH Bildu toma por ignorante a cualquier votante que sepa lo básico: que el interpelado es presidente español gracias a EH Bildu, entre otros, igual que María Chivite en Nafarroa. Andueza ridiculiza con ello al propio Sánchez y ni parece darse cuenta de ello.

Por cierto, el inquilino de La Moncloa pasó el sábado por Euskal Herria por segunda vez. Parecía un momento potente de la campaña pero el PSE apenas lo anunció. Ni siquiera aparecía en la web del partido. Vista la deriva de estos días, que está generando estupor en algunos dirigentes anteriores, quizás alguien haya decidido que todo pase cuanto antes y lo más desapercibido posible.

EL ESPACIO CONFEDERAL YA SE HABÍA PEGADO EL TIRO EN EL PIE ANTES,

con su decisión de concurrir por separado. La campaña está siendo una agonía para las dos formaciones, cuyos candidatos se ven abocados en las entrevistas a responder sobre todo por el motivo de la fractura.

Por otro lado, es realmente difícil distinguir quién está en qué sigla. Incluso pareciera que por sus posiciones clásicas Juantxo López de Uralde encaja mejor en Sumar y Jon Hernández en Elkarrekin Podemos, pero cuando las familias se rompen no siempre se acierta con el bando adecuado.

El mensaje de Pablo Iglesias en Bilbo afirmando más o menos que a Sánchez hay que chantajearle y así aceptará romper con el PNV sonó entre estrambótico y desesperado; quizás solo fuera una factura por cuentas pendientes con el que fue su presidente. En cuanto a Yolanda Díaz, son ya muchas visitas para constatar que en Euskal Herria no tiene mucho tirón.

Si nos fijamos en la tracción de estas dos campañas, aquí se ven aún más las costuras, seguro por el efecto de unos aparatos menguantes: la web de Sumar pide afiliaciones y donaciones más que informar y motivar, mientras en Elkarrekin Podemos Miren Gorrotxategi se muestra desbordada para atender a todos los frentes de la campaña.

PP y Vox están directamente en la irrelevancia. De Andrés no da para los memes de Iturgaiz, pero tampoco para competir en interés con Otxandiano y Pradales, ni siquiera con Andueza. Y la ultraderecha percibe que lo tiene crudo para repetir escaño; nadie le ha hecho caso en el Parlamento y ahora cada vez menos en la calle. La campaña de unos y otros destila desgana.

EN COMPARACIÓN CON ESTE CUADRO, EH BILDU SALE MÁS QUE FAVORECIDO.

Las últimas contiendas han ido modelando un nivel de campaña, en mítines y en redes, que no desmerece ya a la del PNV e incluso la supera en algunos ámbitos.

Pello Otxandiano está dando la talla como candidato: la encuesta de Vocento este sábado le otorgaba un 5,5 de valoración entre quienes lo conocen, por encima del 5,3 de Pradales y el 4,8 de Andueza. No es habitual que un candidato se estrene con un ensayo político con su firma, y que a su vez sea la base del programa. Ha conseguido un tándem eficaz con Arnaldo Otegi, en el que el candidato se centra en el corto-medio plazo, y el secretario general, en estrategia, horizonte y largo plazo.

Ocurre, además, que cuatro años no pasan en balde. El comodín de ETA ha perdido mucho juego para sus adversarios. Como señal, en TVE no se interpeló por ello a Otxandiano en una entrevista en vísperas de campaña. Antes, la campaña para ligar con ETA el logotipo de la campaña solo generó mofas. La nieve que evocaba Eguiguren siempre acaba por desaparecer. Y el humo de las cortinas...

OTRO LUGAR COMÚN ES QUE EN REALIDAD A LA GENTE NO LE INTERESAN LAS CAMPAÑAS.

Pongan esto en duda también. El artículo de NAIZ que recogía el debate en ETB-1 tuvo una cuota de lectura amplia. Lo mismo ocurre con cada encuesta que se publica, pese a la saturación que acaba generando tanta demoscopia. El frontón Beotibar de Tolosa se llenó el sábado para el mitin de EH Bildu. El número de voto por correo parece potente en comparación con la absolutamente excepcional situación de 2020.

Más que la ciudadanía, son la mayoría de los partidos los que parecen extrañamente desmotivados. Puede ser efecto del cansancio convertido en epidemia social, de la acumulación interminable de labores que imponen las nuevas tecnologías y la pléyade de medios, del debilitamiento del voluntariado militante... Pero también puede ser señal, sin excusas, del agotamiento de proyectos políticos. Se empieza por priorizar no meter la pata en campaña y se acaba simplemente intentando eludirla. Sobre todo cuando hay más que perder que ganar.