Raimundo FITERO
DE REOJO

Lluvia de drones

Cuando apareció en nuestras pantallas globales Netanyahu anunciando el apocalipsis, quise ver en su rostro una mueca difusa. La cosa se pone fea, muy fea. Los muertos, las masacres, las guerras, de la intensidad que sean, desequilibran. Pero pasadas unas horas, me acordaba de Gila, aquel humorista que con un teléfono nos descubrió el absurdo de casi todo. Y vestido de soldado hablaba con el enemigo para intentar pactar un horario bueno para los ataques que no fastidiase la siesta. Esta operación de Irán fue anunciada, comunicada, publicitada por lo que todos los servicios de inteligencia secreta sabían que era inminente, los mensajes eran claros: vamos, que llegamos; que ya está, se acabó.

Perdonen la frivolidad, pero es una apreciación generalizada. Irán debía hacer algo, debía mostrar su capacidad, pero no tiene tampoco muchas ganas de empezar la escalada. Ya ha demostrado que tiene material, que lo puede usar, que tiene diversos focos desde donde atacar, pero la metodología anunciadora ha hecho que pareciera una suerte de simulacro. Lo malo puede venir ahora: la respuesta que dará Israel a este ataque, las operaciones de castigo que piensa llevar a término de manera inmediata, la capacidad que tienen sus aliados para frenar la estrategia de guerra total del Gobierno actual de Israel.

Los cientos de drones, misiles, pepinos en general nos vuelven a indicar que hay un arsenal de muerte y destrucción preparado para ser utilizado por todos los contendientes. Esa lluvia de drones con alarmas de fondo puede ser un acto preliminar de algo peor.