El jodido ascensor
Si hay dos etapas en la vida de los seres humanos sobre las que debería volcarse la atención, esas son la infancia y la vejez.
Por desgracia, en la argamasa de nuestra mercurial y cristiana sociedad, valores y principios siguen siendo intenciones más que compromisos y, retórica al margen, ni infancia ni vejez producen nada. Gastos en todo caso.
A quienes se llevaron del pueblo la residencia de mayores de Azkoitia para depositarla lejos, sobre un cerro a las afueras, los llevo oyendo tantos años lamentar aquel traslado y, lo que es peor, la imposibilidad de corregirlo, que he perdido la cuenta.
Hasta se les hizo creer a los mayores que era por su bien, para que en el monte, que diría la también residente Inés, gozaran de una idílica paz en armonía con la naturaleza, lejos del mundanal ruido de su pueblo.
Si Ayuntamiento y Diputación la hubieran enmendado desde que aquel sucio negocio puso a hervir sus hedores, la residencia ya estaría de vuelta, pero dejar pasar el tiempo es la mejor manera de que todo se pudra, incluyendo residentes que fueron parte de ese tejido social del pueblo en el que nacieron, crecieron, hicieron su vida, trabajaron, tuvieron familia y hasta una memoria a la que, por cierto, no les basta el jodido ascensor.
(Preso politikoak aske)