Isidro ESNAOLA

Los planes de concentración bancaria no tienen punto final

Esta semana el BBVA dio a conocer sus planes para fusionarse con el Banco Sabadell. Ubicados en el tercer y cuarto puesto en el escalafón del Estado, el banco resultante ocuparía el segundo lugar en el Estado y el décimo en Europa. Sigue concentrándose peligrosamente el poder y también la propiedad en el sistema bancario.

El presidente de BBVA, Carlos Torres Vila, durante la Junta General de Accionistas de este año en el Palacio Euskalduna de Bilbo. H. BILBAO | EUROPA PRESS
El presidente de BBVA, Carlos Torres Vila, durante la Junta General de Accionistas de este año en el Palacio Euskalduna de Bilbo. H. BILBAO | EUROPA PRESS

Una vez que los bancos han hecho públicos los extraordinarios beneficios que lograron en 2023, y eso a pesar del impuesto extraordinario que les iba a arruinar, el BBVA se ha lanzado inmediatamente a colocar el capital acumulado. Ha hecho una propuesta de unión al Banco Sabadell. Una fusión por absorción del tercero y cuarto mayores bancos del Estado. El nuevo grupo se colocaría en segunda posición por detrás del Banco Santander, tanto en depósitos como en préstamos a la clientela. Los activos conjuntos sumarían casi 1 billón de euros (986.924 millones), de los que el BBVA aportaría aproximadamente el 80% y el otro 20% el Sabadell. La unión sería, asimismo, el décimo banco europeo por tamaño.

Una fusión más que se une a todas las que se han impulsado desde el estallido de la crisis de 2008. Conviene no olvidar que si entonces había 55 bancos, en la actualidad apenas quedan 10; y si la fusión se consuma, serán únicamente nueve. Desde Europa se ha fomentado una concentración de la actividad bancaria sin precedentes, hasta el punto de que en este momento el Santander, Caixabank, BBVA y Sabadell acaparan el 70% del negocio bancario del Estado mientras que en 2008, la porción que entonces controlaban los grandes bancos era aproximadamente del 40%. La concentración facilita el control de su actividad por parte de las autoridades regulatorias, pero eso no quiere decir que la actual concentración bancaria no suponga grandes riesgos.

OLIGOPOLIO DE MANUAL

De hecho, en el sistema bancario se da una situación de oligopolio de manual. Se llaman oligopolios a los mercados que están dominados por muy pocas empresas, tres o cuatro a lo sumo, y que debido a su gran tamaño tiene capacidad para fijar los precios de los productos o servicios. Las empresas oligopolísticas acumulan un poder de mercado tan grande que les permite, si se lo proponen, hundir a todo competidor.

La lógica es muy simple: una empresa que domina el mercado puede tirar los precios y perder dinero, pero resistirá más tiempo gracias a su gran tamaño. Las más pequeñas, sin embargo, con menos fondo de armario, antes o después terminarán en bancarrota. Sin embargo, no suelen ir por este camino de la confrontación abierta porque resulta muy costoso. Además, en el caso de eliminar al resto de empresas se les termina la coartada del mercado y la competencia.

Lo habitual suele ser que la empresa dominante suba los precios por encima del que se alcanzaría en caso de que hubiera competencia; y que el resto de empresas más pequeñas sigan sus pasos, subiendo también los precios. De este modo, todas ganan más de lo que embolsarían en un mercado competitivo. Lo que significa que pierden los consumidores que, debido a la ausencia de competencia, se ven obligados a pagar más por los servicios bancarios. Y una buena demostración son los espectaculares beneficios que están amasando los bancos. No solo es que ganan mucho, el problema es que se están embolsando un beneficio oligopolístico a cuenta de la gente corriente: es una transferencia neta de riqueza hacia los poderosos bancos.

En buena lógica, las autoridades competentes, en este caso, el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa y la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia, deberían rechazar semejante propuesta. De momento, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, ya se ha pronunciado a favor de bancos «sólidos que sean punteros, líderes en Europa y en el mundo». Lo importante es que sean grandes y poderosos para competir en el mundo; que sean inefectivos, que supongan una carga para la gente y las pymes y que acumulen riqueza sin ofrecer servicios financieros asequibles, es el precio a pagar para que los bancos españoles puedan explotar también al resto del mundo.

LA JUSTIFICACIÓN

Para explicar los planes de fusión, los analistas señalan que son dos bancos complementarios; así, mientras el Sabadell destaca en el negocio pyme, el BBVA domina en el de particulares y empresas. En conjunto, ambos bancos tendría 135.462 empleados y 7.115 oficinas. En la comunicación a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, BBVA señalaba que en la integración de las plantillas se respetarían los principios de competencia profesional y mérito, «sin la adopción de medidas traumáticas o que afecten singularmente a los empleados con origen en una de las dos entidades».

Todo son buenas palabras al principio, luego suelen llegar los cierres de oficinas, las prejubilaciones y los despidos. De hecho, las oficinas bancarias están desapareciendo aceleradamente de todos los pueblos. En algunos existen verdaderos problemas para conseguir efectivo. El vacío es tan grande que el 15 de febrero de este año el Gobierno de Lakua aprobó una ayuda para subvencionar la colocación de cajeros en 64 municipios. De este modo, los bancos no solo ganan dinero a espuertas, sino que se permiten el lujo de recortar servicios, y además consiguen que se les subvencione hasta la instalación de cajeros. Otra muestra más del poder que da el control de un mercado dominado por un oligopolio.

LOS NÚMEROS DE LA FUSIÓN

La propuesta de fusión por absorción consiste en cambiar una acción del nuevo grupo bancario por 4,83 del Banco Sabadell, lo que supone pagar un 30% más de lo que valía la acción del Sabadell con respecto a la del BBVA el lunes, antes de que se anunciara la posibilidad de fusión. Pagar un 30% por encima del valor del Sabadell significa que calculan que pueden ganar bastante más, seguramente porque afianzarán todavía más su posición de oligopolio en el mercado de los servicios bancarios.

De hecho, según la documentación que el BBVA ha entregado a la CNMV, estima que la fusión tendrá unos gastos de reestructuración de 1.450 millones antes de impuestos. Sin embargo, los directivos de BBVA confían en que, ya el primer año, el beneficio por acción crecerá un 3,5%, según dicen, gracias a los ahorros asociados a la fusión, que cifran en unos 850 millones antes de impuestos. Gastos y ahorros y un mayor poder de mercado.

En el apartado político de la fusión, el BBVA ha ofrecido tres puestos a los consejeros del Sabadell, uno de ellos además será vicepresidente de la nueva entidad. Asimismo, proponen que la entidad resultante tenga dos sedes: la actual, en Bilbo y otra, en Catalunya. Conviene recordar que la sede del Banco Sabadell se encuentra desde 2017 en Alicante cuando, para hacer frente al procés, el Gobierno español urgió a las grandes empresas catalanas a trasladar su domicilio social fuera de Catalunya. En cualquier caso, es de esperar que la «sede operativa» catalana sea más simbólica que real, especialmente dentro de una estructura jerárquica, como son las modernas empresas.

LA PROPIEDAD DE LA BANCA

La concentración de la banca ha reducido el número de bancos a apenas una decena en el Estado, con lo que hablar de competencia en el sector bancario, como en otros muchos mercados, carece de toda base. El problema es que los pocos y grandes bancos que quedan pertenecen además a los mismos dueños, que no son ni vascos ni catalanes.

Con los datos del pasado agosto, el mayor fondo de gestión de activos del mundo BlackRock poseía por encima del 5% de BBVA y Santander; tenía una participación de casi el 5% en Caixabank y de casi el 4% en el Sabadell, con lo que posee participaciones significativas en los cuatro mayores bancos del Estado. Otro de los grandes propietarios de la banca española es Norges Bank, que gestiona las inversiones del fondo soberano noruego. Tenía participaciones que rondaban el 3% en Santander, BBVA y Sabadell. En este caso, la participación en Caixabank era menor al 1%. El tercer dueño de la banca española es The Vanguard Group, otro enorme fondo de inversión estadounidense. El pasado año poseía el 3,4% de Santander, el 3,9% de BBVA, el 1,7% de Caixabank y el 3,3% de Sabadell.

Con semejante nómina entre los accionistas se podría especular sobre si la idea de la fusión ha surgido de la dirección de BBVA o se ha cocinado fuera de sus estructuras con la activa participación de estos fondos. En cualquier caso, más allá de que la fusión se materialice, la concentración de la propiedad en sectores estratégicos es un peligro muy real para la economía y para la democracia.