EDITORIALA

Una reflexión sobre medios, clientelismo y malas prácticas

Como todos los años desde hace un cuarto de siglo, ayer se celebró en el Palacio Euskalduna la junta general de Euskal Komunikabideen Hedapenerako Elkartea (EKHE). Este encuentro está destinado a rendir cuentas ante los y las accionistas, ante la comunidad. Esta es una junta de accionistas atípica, porque sus promotores no buscan un retorno económico, sino una inversión constante y fructífera en medios de comunicación pensados desde Euskal Herria, al servicio de su ciudadanía, en favor de la justicia, la igualdad y la libertad, y en defensa de su cultura.

En la junta se suele hacer un breve análisis sobre el sector de la prensa. Ayer se trasladó una preocupación por el futuro del periodismo independiente. Hay tendencias que son una amenaza para la pluralidad y la libertad de prensa. Por un lado, en todo el mundo periodistas sufren persecución. Sin ir más lejos, Pablo González está preso de forma injusta en Polonia desde hace más de dos años. En Palestina, los y las periodistas son objetivos militares del Ejército israelí.

Por otro lado, las grandes tecnológicas están llevando a cabo una fase avanzada de concentración empresarial y expolio. Antes, esas plataformas cebaron a algunos medios, pero a cambio les hurtaron la publicidad. Una vez que les han forzado a cambiar el modelo de negocio, ahora les cortan el tráfico.

Los contenidos creados por redacciones se privatizan a través de un expolio tecnológico masivo. Las redes sociales ya les han dado ese mordisco -el año pasado el tráfico que Facebook enviaba a medios se desplomó un 48%-. Google ha anunciado esta semana nuevas utilidades con inteligencia artificial, lo que según algunos estudios puede suponer hasta un 60% de caída en visitas -y en publicidad-.

Menos farsas, pereza y caprichos; más políticas

Sin embargo, no dejamos de escuchar datos de éxito de algunos medios vascos. Si en el caso de NAIZ ha sido Artefaktua lo que ha permitido sostener las visitas, quienes compran tráfico o fían todo al SEO -siglas de «search engine optimization», que significa optimización de un sitio web para mejorar posiciones en los buscadores- difícilmente pueden estar bien. Ni siquiera la publicidad y los contenidos basura, que en algunos medios suponen más de un 20% del tráfico, pueden maquillar los malos resultados.

De hecho, las administraciones vascas premian ese dopaje. Si del tráfico depende el reparto de la publicidad institucional, el sistema clientelar se blinda. EiTB es un tema a tratar aparte, pero el Ente no puede ser a la vez medio público, cadena gubernamental y un competidor hostil en el mercado.

Las limitadas estructuras de poder que tiene el país han cedido a algunas de estas tendencias y se han desentendido de alimentar un sistema de medios rico y equilibrado. Que durante largas temporadas el país entero trabaje a medio gas también dificulta hacer productos periodísticos sostenibles.

Hay ejemplos en casi todos los ámbitos. En política, esta semana el Parlamento de Gasteiz ha elegido a su presidenta, Barkartxo Tejeria. La oficina del segundo cargo institucional del país ha decidido que por ahora «no va a dar entrevistas a la prensa escrita». Pero le va en el cargo responder ante la ciudadanía.

A su vez, empresas y talleres con arraigo y beneficios no insertan publicidad o no apoyan promociones porque «su mercado es otro» o porque no ven «el retorno». Pero a su vez financian cosas sin sentido y quieren publicidad gratis. Olvidan que periódicamente esos negocios sufren crisis y entonces demandan cooperación para defender su prestigio.

Clubes deportivos de élite blindan a sus plantillas y controlan toda comunicación. El paroxismo de esta tendencia son los «Media Day». Eliminan a la prensa como intermediaria de confianza para sus comunidades porque prefieren tener un hilo directo y monetizar esa relación. Pero cuando los resultados son malos, o los deportistas se van, o hay intrigas, los vídeos verticales internos no tienen credibilidad.

Hay un nuevo ciclo político en marcha que se contará desde estas páginas, dando voz a sus protagonistas y proyectando sus ambiciones. Para hacer las cosas bien hay que desterrar malas prácticas institucionales y corporativas que, sumadas a otras tendencias, empobrecen el debate público en Euskal Herria. La comunidad de GARA, desde suscriptores a anunciantes, está conjurada con esa libertad y con la pluralidad. En consecuencia, demanda responsabilidad a las empresas y a la sociedad civil; y a las instituciones y fuerzas, políticas acordes con estos valores.