Puñetas de señorías
De puntillas pasaron muchos jueces hace casi medio siglo por la pasarela nacional de la transición, tan inadvertidos como sus ejecutorias, tan afortunados como sus allegados. De largo pasaron casi sin inmutarse mientras recomponían en dos avemarías y un ensalmo la fe comprometida en el pasado con Dios, con el Caudillo y con el cargo. Hijos de buenas familias, venían de lejos estos magistrados de abolengo. Ni siquiera hubo entonces que aplicarles la amnistía.
Actualmente, al amparo de la impunidad con que sus entogadas señorías se suceden en el tiempo y se sostienen en los cargos, llevan más de cinco años desacatando la ley y usurpando funciones que no les corresponden.
Como si a ellos les fuera dado el privilegio de afinar sentencias por encima de la Ley y de entrar en las audiencias por la puerta de atrás, se aferran a sus togas en la Cloaca General del Poder Judicial y piden que el gobierno no influya en la elección de jueces.
Puestos a pedir, yo también tengo algunas encomiendas como, por ejemplo, que sean detenidas y juzgadas todas las señorías prevaricadoras; que lo sean igualmente por apropiación de despachos y ministerios; por retribución indebida y permanente en la función y el tiempo; por las puñetas de las señorías...