Reflexionando...
El tiempo actual conlleva necesidades objetivas para reflexionar sobre actitudes y normas de funcionamiento que competen a la praxis humana y política de quienes somos partícipes de la sociedad que nos toca compartir. Y todo ello, ¿por qué? Pues, porque desde el prisma personal, en mi caso, el edadismo avanza y los calendarios acumulados obligan a repasar la historia conocida y quedan los tiempos nuevos por vivir, es decir, que siempre es un buen momento para analizar el pasado y otear o pergeñar el futuro desde un punto de vista sincero y comprometido.
Son muchos los años dedicados a la actividad política, con errores y aciertos, con ilusiones y desilusiones, con derrotas y victorias..., pero todo ello sin abandonar el tablero de juego y tratando de coexistir responsablemente con quienes comparten unos principios honestos para alcanzar la felicidad como utopía necesaria.
En el recorrido social y político de nuestro pequeño (grande) país, Euskal Herria, surgen etapas diferenciadas, todas ellas plenas de entrega y generosidad, donde el protagonismo ha sido siempre de personas que, con su compromiso, han mantenido los objetivos de subsistencia y libertad que desde los foros dominantes se trataba (y se trata) de imponer y controlar. Es difícil de asumir el relato impuesto acerca de la inclusión en un corsé «constitucional» que obliga a convivir con quienes no permiten la libre determinación; la represión ha sido (y es) la respuesta al deseo de romper amarras y rechazar las imposiciones de quienes consideran que somos parte de su concepto nacional.
El 75% de vascos y vascas consideran que Euskal Herria es una nación, sin Estado, pero nación. Todo ello sin fisuras, al menos si se tiene en cuenta los principios ideológico-políticos de las formaciones adscritas a la tierra vasca; otra cosa resultaría si alguno de los partidos políticos de nuestro país utiliza las proclamas ideológicas como red de pesca para seducir y manipular, falseando los verdaderos objetivos estratégicos soberanistas...
En estos momentos dulces, donde las fuerzas abertzales caminan por una senda propicia y consiguen la confianza popular, donde esos momentos de felicidad son más sensibles y la realidad confirma la posibilidad de lograr los objetivos principales, es cuando merece la pena pararse para pensar, con serenidad, al objeto de establecer (o restablecer) normas de funcionamiento y desarrollo de una política unitaria y firme, donde la crítica (y la autocrítica) funcione con responsabilidad y ayude al entendimiento mayoritario en la relación abertzale unitaria.
Las condiciones resultantes del crecimiento representativo deberán hacernos pensar, cara al futuro, sobre la importancia de la comunicación veraz y la representación objetiva en la línea de la honestidad contrastada, clave del éxito y el acierto político. La crítica debe desarrollarse de manera constante, sin cortapisas, por cauces asamblearios y abiertos, sin excesos infantiles o formas abruptas, posibilitando la solución a problemas puntuales y colaborando en la ampliación de la unidad popular. Somos buenos, pero podemos ser mejores, donde la responsabilidad futura ha de exigir esfuerzos difíciles que habrá que superar y todo ello para demostrar que los objetivos no se venden por pactos o intereses bastardos de control social.
La lucha de clases es una realidad incuestionable y la trama existencial exige batallar por la defensa de los derechos sociales, por la defensa de lo público y por la recuperación de todas las formas de vida cuestionadas o arrebatadas por el adversario o enemigo: la lucha de los contrarios es una forma de ver dónde se hallan las contradicciones fundamentales para ordenar el enfrentamiento contra quienes pretenden imponer (sea de manera directa o camuflada) sus tesis y prácticas anómalas para impedir el avance soberanista, por ello es importante la reflexión y la comunicación. El adversario se une de forma falaz al objeto de marginar y controlar desde un pacto antinatura, al solo objeto de frenar el crecimiento representativo del soberanismo abertzale, lo cual nos sitúa en un lugar privilegiado para seguir creciendo y batallando por los objetivos de autodeterminación y libertad.
Euskal Herria es una realidad incuestionable, ni es Francia, ni es España, a futuro será libre y las vascas y los vascos serán aceptados como ciudadanía del mundo (ni mejor, ni peor) para aportar en el desarrollo y la conservación del planeta. Nuestro objetivo no es ser diferentes, pero no aceptamos que se nos imponga la igualdad desde un poder absurdo y antidemocrático, venga de un territorio monárquico o de un jacobinismo colonial, desde un gran-nacionalismo que desprecia los derechos humanos y el respeto a los usos y costumbres históricos que demuestran una forma de ser y estar, de existir...
Hay que seguir trabajando y aportando desde todos los lugares y no sobra nadie, hay que hacerlo con humildad y constancia, siguiendo la línea actual, donde las mujeres y hombres que representan a EH Bildu están consiguiendo ofrecer un mensaje libre y directo, en todos los foros, rompiendo los esquemas del contrario, y es por ello que ganamos y avanzamos en esta larga singladura vivencial. El paso del tiempo, la edad, me ha obligado a repasar la historia global y a sentir su peso, a recordar y añorar, a mirar hacia adelante y sentir sensaciones sobre un futuro que no conoceré, pero que se anuncia como próspero y feliz, libre de las ataduras represivas y criminales de opresión colonial. La juventud debe ser consciente de que son el futuro, que esta tierra es suya y que deben defenderla, que las cadenas se rompen luchando y que el enemigo es real, sea el que se encuentra en casa o el que viene de fuera.
El secreto está en la solidaridad y en el respeto, en la entrega y la constancia, en la militancia y el sacrificio, así ha sido y así seguirá siendo... Gora herria!
Euskal preso politiko eta iheslariak etxera!