Wonderfull world
Las pateras y los cayucos frente a los yates más superlativos y exhibicionistas: un mundo así es un mundo indeseable. Y, además, los perseguidos, para más inri, son los humillados y ofendidos, los ahogados en todos los mares, los náufragos de todas las desesperaciones, los indeseados.
Y los admirados, el espejo ante el que esta sociedad se mira ensimismada, son los prohombres y promujeres del lujo asiático de los yates: exitosos empresarios, actores, deportistas, banqueros, ejecutivos, cantantes, ceos: los dueños del mundo; por eso éste es un mundo de mierda, un mundo de gramática cada vez más parda y de oferta de palabras al mejor, al más inicuo, postor.
Un mundo de sentimentalismo barato y pasiones de pacotilla punto.com en el que el deseo lo dicta el capital: el cada vez más, más lejos, más rápido. El usar y tirar, la riqueza, la acumulación, esa zanahoria del si realmente lo persigues puedes alcanzar tu sueño son los valores del capitalismo. Y, sin embargo, la simplicidad, y la pobreza buscada y aceptada, tener lo justo e incluso un poco menos son virtudes democráticas: ser conscientes de que lo que nos sobra a nosotros les falta a otros, que lo que atesoramos no es sino el dolor de los demás.