EDITORIALA

Menos retórica y más medidas democráticas

La propuesta de «regeneración democrática» defendida ayer en el Congreso por el presidente español, Pedro Sánchez, ha sido un nuevo fiasco. Por ahora, el plan de Sánchez ha quedado en un compromiso con la normativa europea sobre transparencia de las empresas mediáticas y la publicidad institucional -algo que en realidad es vinculante, pero que se esquiva constantemente por criterios clientelares-, y en unas reformas a la Ley Mordaza que de momento no se han concretado. Lo único que ha quedado claro es que no contemplan la derogación de esa norma, promulgada por la derecha para cercenar derechos y libertades.

Precisamente, las expectativas generadas la víspera por la vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, planteando que la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana estaría hecha, son otro sinsentido. Quizás estaban pensadas para meter presión al PSOE, pero lo único que han provocado es frustración. Entre sus aliados, sin duda, pero sobre todo entre las mayorías sociales que piensan que hay que desmantelar cuanto antes el tejido autoritario construido por el PP. En definitiva, la de ayer fue una nueva sesión destinada a escalar la trifulca del PSOE con el PP y Vox, algo que desde el entorno de Sánchez consideran que les favorece, aunque está claro que tampoco disgusta a la derecha.

En el Estado español, las estructuras de poder en el ámbito institucional, de la judicatura y los medios de comunicación tienen capacidades que no responden a su apoyo, ni a sus méritos ni a su desempeño profesional. Se benefician de mecanismos del sistema destinados a favorecer las posiciones más autoritarias. Ese es el corazón del régimen del 78, de ahí deviene la falta de cultura democrática y por eso hace falta una ruptura democrática. La subordinación y la concertación con esos poderes por parte del PSOE y de los sindicatos españoles ha caracterizado la política española desde la muerte de Franco. Es comprensible que a Sánchez y a Díaz les cueste aceptar esta realidad, pero es hora de cumplir el mandato y poner bajo control democrático esas estructuras retrógradas. Si ahí no hay avances, los retrocesos vendrán, antes o después.