Vanguardia mística, soul carnoso y columpiada navarra
Generoso ecuador del festival, ayer, con casi una veintena de sesiones de todo pelaje estilístico y geográfico. Un alternativo combo neoyorquino se encomendó a Santa Teresa de Jesús. Sonaron en el mismo escenario ecos jazzísticos baleares o californianos. Y confraternizaron en la playa amazonas africanas con rock post sanferminero.
Máquina sónica a pleno rendimiento en la jornada bisagra del festival. En San Telmo hubo hermanamiento de jazz y fado, con el dúo luso Júlio Resende (piano) y Bruno Chaveiro (guitarra), celebrando los 50 años del glorioso 25 de abril.
En el Victoria Eugenia la doble oferta corrió a cargo del teclista multigéneros David Sancho y el vanguardista soplador cántabro Juan Saiz.
El gran amigo de Jazzaldia John Zorn ha vuelto a lo grande, dirigiendo seis formaciones distintas en tres días consecutivos. El debut del Kursaal lo protagonizó el dúo de guitarras acústicas Gyan Riley-Julian Lage, con “Teresa de Ávila”, que abundó en ecos jazzeros, raíces folk y modernismos. Fino tecnicismo para una hermosura armónica.
La segunda parte, “Suite for Piano” fue a trío, con Brian Marsella (piano), Jorge Roeder (bajo) y Ches Smith (batería). Con inspiración en las “Variaciones Goldberg” y composiciones de Schoenberg, resultó un particular encuentro de jazz abierto al vanguardismo de la escena clásica, si es que las etiquetas sirven para denominar originalidades.
MARINA ELÉCTRICA
Distinto fue el ambiente exterior con una big band, tres pianistas, un trompetista y los sólidos rockeros North Mississipp Allstars, que mañana subirán al escenario playero. De vuelta a Plaza Trinidad, el reconocido pianista Marco Mezquida trajo su “Tornado” 0menorquín en formato de trío, haciendo honor al título con una galerna de diversidad sonora y exquisitos capítulos de bella intimidad.
Poco que ver con el vocalista californiano Gregory Porter, bien conocido del certamen donostiarra. Con quinteto de apoyo, su «espíritu líquido» fluyó torrencial de su impresionante voz de barítono.
Horas antes del concierto, Porter aseguraba en la rueda de prensa mañanera que «no canto al amor romántico, sino al amor que implica respeto entre los seres humanos, respeto mutuo entre todos».
«Debemos pensar en los niños y en lo que sufren. Esas son las ideas que yo quiero transmitir a través de mi música», señaló, y en referencia a los EEUU dijo que «tenemos que tranquilizarnos a la hora de hablar. Tenemos que volver a ser americanos y ciudadanos del mundo respetando nuestros valores, y tenemos que volver también a los años 60, a esa música que era una protesta lírica. Es nuestra responsabilidad como músicos no permanecer en silencio, tenemos que contrarrestar y protestar», enfatizó.
Sobre Jazzaldia, en el que ha actuado en seis ocasiones, señaló que «cuando uno está en el escenario de la playa, el único límite es el cielo. De allí, recuerdo la intensidad que el público despliega bailando, eso te empuja a cantar más alto. Pero también me gusta mucho la privacidad, puedes cantar ciertos temas de una forma más eficaz. Todos los estímulos del público son muy importantes para mí porque, al final, se convierte en algo recíproco», aseguró.
DESPEDIDA DE EL COLUMPIO ASESINO
Si en la Trini hubo contrastes, atrevida fue la programación playera con la mezcla de Les Amazones d’Afrique y los iruindarras de El Columpio Asesino. El diverso grupo panafricano hizo bailar hasta a los peces con su “Musow Danse”. Y, con el fallecido bajista Dani Ulecia en el recuerdo, la impetuosa Cristina Martínez y colegas se volcaron en su despedida de Gipuzkoa como grupo, electrificando la noche marítima. Beti arte.