La mente de Simone Biles es el lugar «donde todo sucede»
Simone Biles ganó su segunda medalla de oro en París, la sexta presea dorada de su trayectoria. Además, repite victoria en el concurso completo ocho años después de imponerse en Río, lo que la coloca a la altura de las legendarias Larysa Latynina y Vera Caslavska, hasta ahora las únicas dobles campeonas olímpicas. La gimnasta estadounidense no se cansa de agrandar su legado.
Donde todo sucede», es la frase pintada en una de las puertas de Bercy Arena, escenario que alberga, entre otras disciplinas, la gimnasia artística, lugar donde Simone Biles sigue agrandando su legado. Con saltos supremos y una elegancia insultante, la gimnasta estadounidense copa toda la atención, incluso cuando la brasileña Rebeca Andrade le pisa los talones.
Todos conocen a Biles, también el más analfabeto olímpico. Al igual que todos conocemos a Nadia Comaneci, aunque muchos de nosotros ni habíamos nacido cuando en 1976, en los Juegos de Monreal, recibía el 10, el primer salto perfecto. «Siento que ha pasado poco tiempo, estoy muy agradecida por todo el apoyo y también me alegra saber que he ayudado a impulsar el deporte femenino», decía la rumana previa competición del concurso completo, en el que todo el público aguardaba a Simone Biles, la gran estrella de estos Juegos Olímpicos, porque la luz que se fundió en Tokio vuelve a brillar con una fuerza incontestable, y ello no hace sino alegrar a todo amante del deporte.
Simone Biles titubeó hace tres años en el salto en el concurso completo por equipos y sus dudas se tornaron en valentía al decidir abandonar el ejercicio completo, una decisión que le aupó aún más al candelero, tanto por parte de los más casposos como de deportistas del más alto nivel que destacaron su osadía de priorizar la salud mental durante un campeonato del más alto nivel.
Y es que la mente es «donde todo sucede», la que marca la diferencia. Biles conectó con gran parte del público, incluso con aquellos que se perdieron su espectáculo de Río, porque la estadounidense mostró su lado más humano, con la que empatizar es mucho más sencillo.
AHUYENTANDO LOS FANTASMAS
Sus sonrisas, su cachondeo, su ironía en la sala de prensa... Biles captura en cualquier escenario. «Es la novena medalla de Simone», dice la encargada de dirigir la rueda de prensa posterior al concurso completo. «La novena medalla olímpica», matiza, con sorna, la estadounidense. Es feliz, ha ahuyentado a los fantasmas -también al médico Larry Nassar, entrenador en prisión acusado de abusos sexuales a varias gimnastas del equipo estadounidense-, superado una infancia dura -con una madre alcohólica, ella y una de sus hermanas fueron criadas por sus abuelos mientras los demás hermanos fueron a parar en familias de acogida-, tomó la batuta para ayudar a romper el tabú de la salud mental y esa mente sana in corpore sano está rompiendo todos los registros.
Regresaba ayer al concurso completo olímpico, en un estadio entregado a la estadounidense, también a la brasileña Rebeca Andrade, que terminó en segunda posición, obligando a Biles a realizar un más que perfecto ejercicio de suelo. El duelo estaba servido entre brasileña y estadounidense, con Sunisa Lee, campeona en los Juegos de Tokio, en un tercer escalón.
Con dos “GOAT” acordes, Biles en el ejercicio del suelo y Taylor Swift en la música, la gimnasta hizo magia, haciendo simple lo complicado. Dominando las volteretas, los saltos, el espacio... y la caída, tan clavada, tan segura. La gimnasia artística entró en su vida a los ocho años y Simone Biles, con elegancia y serenidad, con sus saltos supremos y humanidad, es ya una gimnasta legendaria.