Jaula de grillos
Escribo a las dieciséis horas y cuatro minutos del jueves ocho de agosto de dos mil veinticuatro cuando se ha producido un nuevo aplazamiento del comienzo de la sesión de investidura de Salvador Illa en el Parlament de Catalunya. Perdonen este dato, pero llevo más de nueve hora siguiendo todos los capítulos de este día glorioso de un serial político, policial y judicial, que ha pasado por tantas fases que en mi capacidad de asombro se coloca una alerta máxima, casi imposible de gestionar sin recurrir a la farmacología.
No es que no entienda nada. Es que nadie sabe cómo explicar lo que está sucediendo. Se ha vivido en directo la aparición, intervención en un estrado de Puigdemont y a partir de ahí, todo el guion roto, la desaparición del que al parecer iba a ser detenido por orden, no se olvide, del juez Pablo Llarena que, ojo al dato, fue visto la noche anterior cenando en un restaurante de Puigcerdá, lo que añade un tono más curioso a todo este momento informativo veraniego con derivadas infinitas.
Lo insólito es que se inició la sesión de investidura, pero de repente Junts se ponen estupendos y piden su suspensión por la proclamación de la «operación jaula», que es una barbaridad operativa para buscar al huido. La rumorología crece. Los grillos están enloquecidos en la jaula. Cuando ustedes lean estas líneas podemos estar en el mismo punto que ahora o en su contrario. La ola de calor produce monstruos contagiosos. Hay imágenes suficientes para dar material combustible a tertulianos, portavoces políticos, humoristas y lectores de lenguajes de signos por varias semanas.