El silencio acusador
Imposible sustraerse a las providencias de un juez que tiene vocación de artista de variedades del franquismo superior. Juan Carlos Peinado es un mago del entretenimiento. Su vocación es la de juglar medieval o de bufón de villa y corte sin atributos poéticos, pero con paga. Me apunto a la teoría del desfase, desprendimiento de razones y doble juego. Parece que sea un enviado especial de la extrema derecha bicéfala, y así se disfraza en sus procedimientos punkis, pero en el fondo, todo lo que hace es para que Pedro Sánchez adquiera un halo de perseguido por una inquisición aberrante. La jauría ruge, una mano divina revelará la verdad.
La última apuesta para esta beatificación se debe entender desde un mirada antihamletiana. Proclamar en un escrito sellado que del silencio del presidente se pueden sacar conclusiones hasta para poder acusarle es una filigrana. Un silencio acusador. El juez interpreta que el que calla otorga. Y que si guarda silencio es porque tiene algo que ocultar. El estrambote es tan magnífico y está plasmado en una providencia del instructor que ayuda a entender su manera especial y secreta de elevar a los cielos del martirologio judicial al marido de Begoña Gómez.
Hamlet acaba su vida con una frase eterna: el resto es silencio. Y ese silencio que puede ser definitivo, infinito, arropador, reflexivo o potenciador de recuerdos que alimentan la verdad, la venganza o el odio, ahora lo llenamos de otros silencios, de muchos ecos que arrastran ruidos tóxicos y de considerandos escritos con sucias puñetas partidistas a partir de alucinógenas conclusiones deletéreas.