Pablo Castrillo brinda con su triunfo el mejor tributo posible a Manolo Azcona
El de Jaca fue el más fuerte de una fuga consentida por el pelotón en la que también se metieron Marc Soler y Óscar Rodríguez, tres de los cientos de corredores formados en la estructura del Lizarte, creada por el de Zurukuain, fallecido justamente ayer.
Llámenlo karma, destino, justicia poética o como quieran, pero Kern Pharma vivió ayer en la estación de montaña de la Manzaneda una jornada de esas que no olvidarán jamás, ya que tras haberlo rozado en las últimas jornadas, el oscense Pablo Castrillo dio al equipo con sede en Orkoien el triunfo más importante de su historia, justo el día en el que Manolo Azcona, alma mater de la estructura y padre deportivo de cientos de ciclistas, fallecía a los 71 años de edad. El triunfo del ciclista aragonés, el más fuerte de la fuga de una jornada de tregua entre los favoritos a la general, convirtió en meta en emoción las lágrimas de dolor de la salida, en una jornada de sensaciones encontradas, tan duras y tan hermosas como ese ciclismo que tanto amaba el de Zurukuain.
«Me he acordado de Manolo, que ha fallecido esta noche, y le dedico esta victoria. Esta victoria es para todo el equipo y para mi familia, pero sobre todo para Manolo Azcona. Toda la etapa he estado pensando en él para dedicarle el triunfo», declaró en meta el ciclista del equipo vasco.
Entre sollozos y tremendamente emocionado, Castrillo se congratuló de haber «podido ganar una etapa en la Vuelta a España». En ese sentido, confesó que «en los últimos kilómetros» había «sufrido mucho», que no se «fiaba de nadie» y que «había tirado con todo lo que tenía» para llegar primero a la meta. «Estoy sin palabras», resumió sus sensaciones el ciclista de Jaca, que no paraba de llorar ni de recibir felicitaciones de toda la caravana de la carrera.
Pero más allá de que el triunfo del corredor del equipo continental otorgara tintes hollywodescos al triunfo de Castrillo, toda la etapa en sí mismo resultó una oda a un entusiasta del ciclismo de formación, pues hasta tres de los diez primeros clasificados -el propio Castrillo, Marc Soler (3º) y Óscar Rodríguez (10º)- en la duodécima etapa de la Vuelta habían sido formados por el de Zurukuain en ese Lizarte que fue toda su vida.
A LA HEROICA
Castrillo estrenó su casillero profesional a la heroica, en solitario, en un día inimaginable para la formación navarra. Aprovechó el marcaje entre los teóricos más fuertes de la escapada para sorprenderles en la última ascensión y entró emocionado señalando al cielo, donde Azkona a buen seguro se sintió feliz con el triunfo de uno de tantos corredores formados en su equipo, inicialmente A.D Galibier, luego Lizarte y ahora Kern Pharma.
Etapa galega cien por cien, desde Ourense, ciudad termal, a los altos de Cabeza de Manzaneda. Jornada ondulada, sin respiro, pero unipuerto, con 3.100 metros de desnivel y cita por todo lo alto para llegar a meta en la estación invernal. Salida explosiva con múltiples intentos de fuga, pero la expedición definitiva no se formó hasta pasado el km 50.
Diez hombres al comando con luz verde de los equipos de los favoritos. Al Decathlon de Ben O’Connor, que lucía la roja por sexto día consecutivo y a los hombres de la general les pareció óptimo que se fugaran Soler, Castrillo, Verona, Óscar Rodríguez, Narváez, Tejada, Meintjes, Poole, Schmid y Vansevenenant.
El pelotón ni se inmutó. Rodó tranquilo al ritmo del Decathlon-Ag2r La Mondiale. No había ningún hombre del líder en la fuga, ningún otro peligroso para el maillot rojo, de ahí que las diferencias se fueran disparando a marchas forzadas. A 62 de meta 8.30 minutos para la avanzadilla.
EN UNA NUBE
Así que la etapa se dividió en dos sectores; por delante 10 hombres por convertirse en el segundo corredor en ganar en Cabeza de Manzaneda, una cima que estrenó en 2011 el francés Moncoutié. Por otra parte el sector del maillot rojo, donde O’Connor iba mentalizado en que los rivales le iban a buscar las cosquillas.
El Red Bull de Primoz Roglic tensó el ritmo en la aproximación a la subida a Manzaneda, con Patrick Gamper y Vlasov de locomotoras. Restaba el ascenso hasta la estación invernal, de 15,4 km al 4,7, una subida larga, pero tendida, con la parte dura en los últimos kilómetros, con rampas hasta del 12. Pero no fue a más.
Mientras el sector de la alta jerarquía firmaba tablas, pacto de no agresión, reservando fuerzas para los Ancares, por delante empezó una verdadera traca de ataques. Lo intentaron Soler de lejos, a 13 de meta, luego Carlos Verona, ambos sin éxito. Después, a 7 de la cima ha llegado el turno «divino» para Pablo Castrillo.