Democracia artificial
El convulso o premeditado desconcierto mundial de la época que nos está tocando vivir, está provocando el calculado objetivo de parálisis en una gran parte de la sociedad ante cambios, hechos y situaciones que en cualquier otro momento y no hace mucho tiempo nos parecerían haber sido sacados de teorías futuristas más propios de ciencia ficción o futuro distópico, que de la lógica o realidad interiorizada acerca de lo que debiera ser cualquier sociedad armónica.
Son tiempos en los que el concepto de democracia en su génesis como cesión de la titularidad del poder a los ciudadanos parece haberse diluido también en las nuevas tecnologías y en su proceso de modificar o adaptar lo natural a lo que la evolución de las técnicas científicas o tecnológicas pretenden desarrollar e imponer.
Las globalizadas tendencias de querer mutar lo natural o la propia naturaleza, en muchos casos de forma caprichosa y por supuesto siempre de forma interesada, parece también haber surtido efecto en la propia democracia. La transformación de lo virtual en real, o lo que es lo mismo, los intereses en ocultar la realidad y hacer que la veamos como interesa a los que pilotan los designios del planeta, y los nuestros propios, va progresivamente adueñándose de las conciencias o voluntades de gran parte de la sociedad.
Viene a ser la suplantación de la realidad por elementos ficticios creados al objeto de generar realidades virtuales que anulen o eclipsen a la verdad. Siendo verdad que la IA, la inteligencia artificial, es producto de la inteligencia humana, no hay que olvidar que su propiedad y control la ejercen unas exclusivas élites, minorías capacitadas para fagocitar y esclavizar la naturaleza de la mayoría de los mortales.
Desde estos poderes se fomentan y recrean guerras diciéndonos quién está legitimado y quién no en el uso de la violencia, ¿cómo si no la masacre que actualmente está desarrollando el Estado de Israel contra un pueblo como el palestino no adquiere el rango de genocidio y suscita la condena internacional de cualquier sociedad con un mínimo de decencia y dignidad? Sencillamente, porque la vida y las propias necesidades de las personas la parametrizan en términos de interés u oportunidad, como si se tratara de productos financieros, los que valen y son rentables y los que no.
Por ejemplo; en las últimas Olimpiadas recientemente celebradas en París, el evento deportivo mundial cuatrianual más importante que nos cuentan que simboliza la paz, confraternidad y los valores humanos en competencia deportiva, y en teoría también amateur, se prohíbe la participación a Rusia y se pone la alfombra roja a Israel. ¿Cabe más hipocresía y latrocinio?
Y qué decir del intento de socavar la voluntad de los ciudadanos de los países «díscolos» a sus políticas imperialistas, pretendiendo imponerles gobiernos sumisos y afines a sus líneas de gestión neoliberal, so pena de someterles a chantajes o criminales bloqueos como es el caso Cuba y otros. Castigando a sus ciudadanos al acceso de las nuevas tecnologías, financiación internacional e incluso a la adquisición de los alimentos, fuentes de energía y medicinas más básicas para su subsistencia.
Por no hablar de las últimas elecciones celebradas en Venezuela, posiblemente las más supervisadas y controladas con miles de lupas y observadores de todos los rincones del planeta. Donde los resultados no les fueron favorables, y sus bien engrasadas y trucadas encuestas no consiguieron el propósito de aupar a sus títeres a la presidencia, lo cual ya es un fraude, en su apuesta el vencedor lo tenían designado antes de celebrarse. Y sin el mínimo tiempo de verificación de pruebas, con la prepotencia típica del poderoso cuando no consigue su propósito, corren rabiosos a exigir las actas de las mesas electorales presionando y cuestionando unos resultados que en sus artificiales intenciones les otorgaba la victoria, pero que la voluntad popular les negó.
Algo totalmente inaceptable para los Elon Musk y sus bandas diseñadores y verdaderos conductores de nuestro futuro y el del planeta a través de los ingenios basados en el cambio de lo lógico o natural por lo artificial. También aquí pretenden trasladar lo artificial, lo que ellos quieren, a la democracia. Más pronto que tarde ya nos programarán para no ser necesario ni ir a votar.
Lo preocupante es que a todo esto se le dé carácter de legitimidad. La ONU, por ejemplo, después del ruido generado, también cuestiona los resultados y, al contrario de las condenas relativas a las matanzas de palestinos, torturas, etc., a esto sí se le da eco. Personajes, dirigentes o gobiernos supuestamente progresistas o de izquierdas también se suman al coro y piden transparencia, pruebas de la limpieza de las elecciones. ¿Cuándo se lo han pedido a los EEUU y otros países con sistemas electorales cuestionados hasta por sus propios contendientes? ¿O se han mostrado tan contundentes con la exigencia del cumplimiento de los derechos y libertades para todas y en la condena de su sistemática vulneración?
Mientras que la izquierda sigue sin sacudirse los complejos o dudas para confrontar abiertamente con las tendencias opuestas a los valores de libertad, igualdad, solidaridad, medioambientales y derechos universales para todos, las fuerzas reaccionarias mantienen su congruencia en lograr sus objetivos supremacistas y fascistas de imposición y de dominación a cualquier precio. Es hora de trasladar lo políticamente correcto a lo políticamente y en conciencia coherente, antes de que esta también se trasmute en artificial.