Valiente tragicomedia musical sobre la vida y la muerte
Películas como “Emilia Pérez’, “The End” o “Polvo serán” son muestra de que el 2024 está siendo un año llamativo en lo que al género musical se refiere.
En el nuevo largometraje de Carlos Marques-Marcet, Ángela Molina encarna a Claudia, una mujer diagnosticada con una enfermedad terminal que decide ir a Suiza para poner fin a su vida.
La banda sonora de María Arnal y las coreografías de La Veronal ambientan esta historia única sobre la decisión de morir e impregnan las imágenes de Gabriel Sandru con unas composiciones muy especiales y unos bailes espectaculares. El director recurre a la música y la danza como herramientas para que los personajes transmitan aquello que las palabras no logran expresar, es un espejo de las emociones de los personajes.
Las secuencias musicales son una delicia y funcionan a la perfección. La música actúa como un piolet que quiebra el hielo frente a un tema tabú, sin embargo en ocasiones lo que quiebra en exceso es el aspecto dramático de la cinta, restando algo de fuerza a lo realmente potente de la historia y ralentizando el avance de la trama.
Dividida en tres actos, el capítulo central, que abarca la reunión con el resto de la familia, destaca como lo más sobresaliente. También sobresalen los momentos de humor bastante particulares junto a la genial interpretación/performance de Ángela Molina, que puede pasar del drama a la comedia en un segundo. La química y naturalidad que desprenden las conversaciones que tiene con Alfredo Castro son magnéticas.
Marcet ha logrado crear una tragicomedia musical sobre la vida y la muerte, que no es redonda, pero sí arriesgada, creativa, valiente y muy única.