En busca del alma de las palabras

¿Por qué en euskera llamamos «ate» a las puertas? ¿Por qué los nombres de muchos seres vivos comienzan por «ar»? El término árbol, ¿qué idioma es? Son preguntas para las que los lingüistas no tienen respuesta pero a las que el historiador donostiarra Gorka Garmendia cree haber encontrado explicación analizando «el alma de las palabras».

Gorka Garmendia, con su libro «BA, el equilibrio entre dos mundos», en la localidad guipuzcoana de Altzo, donde reside en la actualidad. (J.S.)

            Una de las primeras cosas que le enseñó su abuela es que aquella era una sociedad animista y que todos los seres vivos tenían alma (ar): los animales (ardi, hartz, arkakuso, arrain, arrano...), las plantas (arbol) o las piedras (harkaitz, harria...).
          
            Muchos objetos huecos tienen la letra K: kutxa, kupela, katilu, kaiku o aska, algo que se repite también en el castellano: cuenco, cazo, cuchara... «El castellano tiene algo de latín, pero mucho de preindoeuropeopor eso es vibracional, por eso coinciden tantas cosas». 
          
            «la L significa un cuerpo estático. Si está por delante de una vocal (lo), indica que puedes despertar. Pero si está por detrás de la vocal (hil), ya estás quieto para siempre, estás muerto».