Seis años A la espera de asilo tras huir de Liberia
Hace seis años Sekou Jabateh abandonó Liberia para salvar su vida. Este joven, niño soldado en las guerras de su país, espera en Euskal Herria desde 2008 a que Madrid le reconozca el estatus de refugiado.
La vida de Sekou Jabateh está unida a la guerra de Liberia, uno de los conflictos más brutales de África. Su historia comienza en 1989, cuando el Frente Patriótico de Liberación Nacional de Liberia, comandado por Charles Taylor, cruzó la frontera oriental para derrocar al régimen de Samuel Kanyon Doe. La invasión marcó un antes y un después para Sekou, que hoy es un hombre pero entonces fue obligado a combatir con tan solo 11 años. «Los rebeldes entraron desde Costa de Marfil. Yo vivía con mi familia en la región de Nimba, donde comenzó la guerra», explica. La narración de la muerte de su padre y sus hermanas es solo el principio de un relato plagado de dolor y sufrimiento. Una vivencia terrible narrada con serenidad, pese a todo, por su protagonista, que reside desde hace seis años en Euskal Herria.
«La historia tiene tantas cosas duras que no es fácil hablar sobre la misma. Las torturas, las amenazas... Agrupaban a todas las personas en un lugar, ponían a los hombres en una línea, a las mujeres desnudas... Te decían que si tu pene se levantaba te lo cortarían y, si no se levantaba, decían que no eras un hombre y que te iban a matar. Al final, no sabes lo que te van a hacer, porque lo único que buscan es acabar con la gente», señala Sekou. Cita algunas de las prácticas más atroces cometidas durante la década de los 90 en su país: «Cogían a niños, los envolvían en un colchón y les prendían fuego, mataban a mujeres embarazadas solo para saber el sexo del bebé...», detalla.
Cansado de luchar, Sekou trató de huir con sus hermanos pequeños tras llegar a Monrovia, la capital de Liberia. Sin embargo, su intento se frustró al ser capturado por un grupo de hombres pertenecientes a su propia etnia, mandinga. «Luchaban contra Taylor, y me torturaron durante dos semanas. Luego me obligaron a luchar con ellos hasta el año 1997, cuando se celebraron elecciones en Liberia», relata. Estos comicios truncaron cualquier esperanza de paz. El triunfo de Taylor llegó acompañado de una espiral de represión contra sus adversarios.
Un año después, cuando estalló la segunda guerra civil de Liberia, Sekou, que trabajaba para uno de los candidatos, tuvo que esconderse en la ciudad. «Su imagen era muy conocida y si hubiéramos intentado huir nos habrían matado», explica. Luego describe el proceso de transición, que comenzó en el año 2003 y finalizó en 2006, con la victoria de Ellen Johnson-Sirleaf, actual presidenta del país. El ascenso al poder de esta mujer no supuso el fin de la violencia. Según subraya el joven, la violencia política persistió en las calles de la capital liberiana. En este punto, denuncia que un amigo suyo falleció porque le confundieron con él. «Le secuestraron en la calle y dos días después vimos su cadáver en la playa. Le habían cortado el pene, la nariz, la lengua y los dedos. Ha habido mucha gente a la que han matado en este proceso», denuncia.
«En la zona en la que yo vivía había personas que iban a espiarnos para ver si vivía ahí todavía. A mi madre le dijeron que me estaban buscando. Me fui del barrio y, como trabajaba en Free Port -el puerto de Monrovia-, contacté con una persona que me ayudó a esconderme en un barco», cuenta. Su rostro esboza una tímida sonrisa cuando comienza a hablar del viaje como polizón, y recuerda la figura del responsable del buque en el que abandonó Liberia. «Él me ayudó, me dio comida y ropa y me compró un billete de autobús para Bilbao», relata.
Larga espera en Euskal Herria
Ya en la capital vizcaina, se dirigió a las oficinas de CEAR Euskadi. Tras pasar dos días en la calle y una semana en un albergue, la comisión de ayuda al refugiado le trasladó a una unidad residencial y le ayudó a presentar la solicitud de asilo en una comisaría de Bilbo. El 8 de mayo de 2008, fecha en la que tramitó su petición, comenzó una pesadilla para Sekou, que huyó del infierno para recalar en el purgatorio. Lamenta que, seis años después, todavía no haya recibido ninguna notificación por parte de Madrid. «Cada seis meses renuevo un papel [en realidad una tarjeta que le permite trabajar en el Estado español] y les pregunto a los policías qué hay de mi caso. Pero siempre me dicen que no tienen nada que ver», lamenta.
Sekou, que tiene un hijo en Liberia y espera otro en Gasteiz, sostiene que la falta de papeles le impide trasladarse a otro país en busca de un futuro mejor. «Si tuviera papeles podría cambiar de lugar, ir a otro lado donde poder trabajar, porque aquí no tengo trabajo. Quiero poder moverme para poder progresar, porque mi preocupación es tener papeles para poder traer a mi hijo y que pueda recibir una buena educación», concluye este hombre de 35 años, que ansía lograr un empleo para ayudar a los seres queridos que ha dejado en Liberia.
Su situación solo es un ejemplo de un drama que afecta en el Estado español a al menos 61 niños soldado procedentes de Liberia. Personas que, en los últimos seis años, han presentado solicitudes de asilo. En respuesta a una pregunta formulada por Amaiur, el Gobierno de Mariano Rajoy reconoció que, de estos casos, solo uno se ha resuelto favorablemente, otros 40 han sido denegados y en tres de los casos se ha procedido al archivo o se ha determinado que el estudio corresponde a otro Estado de la Unión Europea. Los 17 expedientes restantes se encuentran en fase de instrucción, pendientes de elevación a la Comisión Interministerial de Asilo y Refugio.
Más de 4.500 solicitudes de asilo en el Estado español
El número de solicitudes de asilo varía en función de la fuente consultada. La Oficina de Asilo y Refugio (OAR) indica que en 2013 en Hego Euskal Herria se han registrado 65 peticiones durante 2013, mientras que CEAR Euskadi ha contabilizado 43 solicitudes en la CAV. Pocas en comparación con los datos a nivel estatal, que indican que el año pasado 4.502 personas solicitaron asilo a Madrid. La respuesta del Estado español, que ha reconocido el estatus de refugiado a 206 personas, es «ridícula», en opinión de Rosabel Argote (CEAR Euskadi), que acusa al Gobierno de Mariano Rajoy de tener «miedo» de enfrentarse a otros países.
I.S.
Una presidenta galardonada y un país olvidado tras los conflictos bélicos
El virus del ébola ha logrado que la palabra Liberia vuelva a los medios de comunicación, pero lo ha hecho mostrando la cara más negativa de la república más antigua de África, la que nos habla de una ignorancia galopante y una pobreza extrema. Esa cara que pocas veces se menciona, por no decir ninguna, cuando los medios dan cuenta de algunos de los muchos premios que recibe su presidenta, Ellen Johnson-Sirleaf, «la primera mujer que llega a la jefatura de Estado de un país africano mediante elecciones democráticas», como muy merecidamente se destaca cada vez que se habla de ella.
Liberia llegó a ser portada de los periódicos en la década de 1990, por conflictos bélicos prolongados y extremadamente ruinosos y por el papel que jugó en la rebelión armada de la vecina Sierra Leona.
La jefa de Estado de Liberia asumió el cargo en 2006. «Uno de los trabajos más difíciles del mundo», dijo hace unas semanas el presidente del Instituto de Economía Mundial (IfW), Dennis J. Snowder, que en colaboración con el ayuntamiento de la ciudad alemana de Kiel y la cámara de industria y comercio de la ciudad otorga cada año el Premio de Economía Mundial. Trata de «reconocer la labor de políticos, economistas y empresarios que considera precursores para crear una sociedad de economía de mercado abierta al mundo».
Entonces, catorce años de guerra civil habían dejado un desempleo del 90%, una administración que no funcionaba, la falta de un sistema jurídico y una infraestructura destruida, además de más de un millón de personas sin hogar. «Pero Sirleaf levantó el país y devolvió a su población la confianza, autoestima y esperanza», dijo Snowder. «Reforzó la democracia e hizo posible el crecimiento económico. Y así hizo historia», indicó sobre la también ganadora del Premio Nobel de la Paz. Y eso solo fue posible de una manera: «Reconcilió a los ciudadanos que durante la guerra habían luchado como enemigos. En lugar de violencia y falta de consideración, el cuidado y la empatía imperan en Liberia».
Tan bucólica visión de la situación no concuerda con algunos datos que llegan del país. Hoy, Liberia se está recuperando de los efectos persistentes de las guerras civiles y la crisis económica consecuente, pero alrededor del 85% de la población sigue viviendo por debajo del umbral internacional de pobreza. Además, ahora se ve afectada por el virus del ébola. Pero Monrovia se siente superada por la situación: la presidenta afirmó que cualquier persona sospechosa de acoger a enfermos del letal virus será procesada. En declaraciones a la radio estatal, Sirleaf aseguró que algunos pacientes se han resguardado en casas e iglesias y no han recibido atención médica. Es la otra cara del supuesto progreso que alaba el Instituto IfW: pobreza e ignorancia, en un país de poco más de cuatro millones de habitantes en el que murieron por lo menos 250.000 personas (más de 500.000 según algunas fuentes) como consecuencia de los conflictos de los años 90 y donde la ONU mantiene unos 15.000 soldados, una de las «operaciones de mantenimiento de la paz» más caras de Naciones Unidas. Jose Angel ORIA