Un año récord en emergencias y en ayuda humanitaria
En este escenario, la inversión en las personas, y especialmente en la infancia, tendrá un papel crítico en la generación de un nuevo modelo socioeconómico y condicionará nuestro futuro en el medio y largo plazo.
Brutalidad. Es la palabra que define la situación que millones de niños y niñas en el mundo han vivido durante el año 2014 que acaba de finalizar. Silencio. Es la palabra que define la respuesta de la sociedad respecto a muchas de las crisis humanitarias que han sacudido en 2014 lugares como Gaza, Siria, Sudán del Sur, Afganistán, República Democrática del Congo, Nigeria, Pakistán, Somalia o Yemen. El olvido es el peor enemigo ante estas crisis prolongadas en el tiempo que ya no llaman la atención de los medios de comunicación y en las que la infancia vuelve a ser el grupo más vulnerable.
El Estado de Palestina es claro ejemplo de ello. UNICEF trabaja allí en las ciudades de Jerusalén, Nablús, Gaza y Hebrón, donde se prioriza la atención en el sector de la infancia y las mujeres. Las secuelas de la violencia del pasado verano todavía se hacen notar hoy en Palestina. Medio millón de niños y niñas han vuelto al colegio; sin embargo, 22.000 han resultado heridos o desplazados. Ha habido logros en ámbitos como la potabilización del agua, el saneamiento o la higiene; aun así, todavía toca trabajar duro con la Autoridad Palestina y los múltiples aliados que UNICEF tiene en el terreno, para intentar solventar el conflicto que durante décadas sufre la población palestina con Israel. La respuesta de UNICEF a esta emergencia se centró en primer lugar a cubrir necesidades como alimento, agua, refugio o saneamiento; ahora, sin embargo, toca recuperar la vida de esos millones de niños y niñas
No solo ocurre en Palestina. Las cifras genéricas del año 2014 hablan por sí solas: 54.000 niños y niñas se quedaron sin hogar este verano como consecuencia del conflicto que duró 50 días en Gaza, en el que también murieron 538 niños y niñas. Números que parecen no estar de moda y que han perdido su verdadero significado descriptivo, pero que desgraciadamente siguen mostrando la vulneración de los derechos de la infancia en este especial año en que el pasado 20 de noviembre se conmemoró el 25 aniversario sobre la Convención de los Derechos del Niño (CDN).
Niños y niñas secuestrados en el camino a la escuela. Reclutados por grupos armados. Mutilados. Asesinados. Ejecutados. La más extrema violencia recae en el colectivo más débil. 59 millones de niños y niñas esperan el trabajo de UNICEF y sus aliados en 2015, después de haber vivido un año en el que el horror, el miedo y la desesperación han hecho de 2014 un año devastador. Ha sido un año de crisis. Un año récord de emergencias y, afortunadamente, récord también en ayuda humanitaria. También ha sido un año histórico y sin precedentes, por negativo, ya que Naciones Unidas ha declarado por primera vez máximo nivel de emergencia en cinco zonas del mundo al mismo tiempo: la hambruna de Sudán del Sur, el conflicto de Irak, la guerra de Siria, el conflicto de República Centroafricana, así como la crisis que la epidemia del ébola ha creado en África Occidental y Central, en la que la infancia ha representado alrededor de una quinta parte de los infectados.
Y es que en tiempos de amplias desigualdades e inequidades, la clave está en poner la cohesión social en el corazón de las políticas públicas, bien en lugares más lejanos como los anteriormente citados, bien en otros más cercanos. Desde UNICEF abogamos por un gran pacto social y político por la infancia. Un pacto con un foco especial en la reducción de la pobreza y en la igualdad de oportunidades de los niños y niñas en el sistema educativo. Porque los niños y niñas importan. Porque la infancia debe ser, más que ningún otro periodo en la vida, una época de igualdad de oportunidades. Y para ello, UNICEF pretende llamar la atención a las administraciones públicas y a la sociedad sobre las consecuencias a medio y largo plazo en la infancia de un modelo de políticas de infancia que han puesto en evidencia su debilidad, especialmente en el ámbitos social. El interés superior del niño y la niña no ha sido una consideración primordial. Y en este escenario, la inversión en las personas, y especialmente en la infancia, tendrá un papel crítico en la generación de un nuevo modelo socioeconómico y condicionará nuestro futuro en el medio y largo plazo.
En ocasiones tendemos a reflejar solo los datos negativos y nos olvidamos de la importancia que tiene hablar de los logros obtenidos. La ayuda llega. La mortalidad infantil por malaria o neumonía, por ejemplo, se ha reducido a la mitad, los casos de polio entre la población se han rebajado en más de un 99% y los niños y niñas de entre 5 y 17 años sometidos a trabajo infantil también ha disminuido en casi una tercera parte. Por todo ello, porque los cambios son posibles, la innovación puede y debe ser la palabra clave del próximo año, dejando atrás la brutalidad y el silencio. Así lo resume el Estado Mundial de la Infancia (EMI) 2015, en el que se hace un llamamiento a «reimaginar el futuro». Igual que los problemas traspasan fronteras, las soluciones para acercar los extremos también deben hacerlo. La creatividad puede activar el botón que lleve al mundo a la equidad. Una escuela flotante en un lugar propenso a las inundaciones puede ser la solución que asegure el derecho de los niños y niñas a la educación. Los mensajes de texto que tan comunes nos parecen pueden suponer una herramienta de seguridad para los niños y niñas que caminan por lugares peligrosos. La tecnología de los teléfonos móviles puede crear un sistema de alerta que advierta a los niños y niñas, así como a sus padres y madres, que viven en la Franja de Gaza. Son solo pequeñas dosis de ingenio que, adaptadas a las realidades de cada país, pueden generar grandes cambios para llegar a la infancia a la que hasta el momento no hemos sido capaces de llegar. Los niños, niñas y adolescentes son los verdaderos motores de la creatividad y del avance de la sociedad.