Verdad, justicia y reparación
Los días 3 y 4 de enero se han encontrado en Elia, Eguesibar, los restos de tres personas que fueron asesinadas en 1938, después de que se hubieran escapado en la famosa fuga del fuerte de Ezkaba. Los relatos de lo ocurrido son estremecedores. Se cuenta que llegaron a Elia y pidieron algo para comer por que tenían hambre, y después de darles algo de pan se les dijo que tenían que ir a buscar más pan, y en lugar de pan fueron a buscar armas para matarles.
Todos los relatos son espeluznantes. El bando de Mola no dejaba espacio para la poesía, era matar a toda la disidencia, matar a todos los que fueran afines a la República, a socialistas, sindicalistas, abertzales, había que matara incluso a los tibios.
De este modo, en una población de unos 350.000 habitantes, y no habiendo habido ninguna resistencia al golpe de los sublevados ni habiendo frente de guerra, asesinaron a más de 3.000 personas, a las que posteriormente expoliaron, vejaron a sus familias, violaron y torturaron, encarcelaron y dejaron en la imposibilidad de vivir con dignidad.
Y, cómo no, los sublevados, sus cabecillas sobre todo, se enriquecieron injustamente, accedieron a los bienes de sus víctimas, algunas veces adjudicándoselos en subastas, naturalmente amañadas a las que solo ellos tenían acceso.
De este modo se extirpó de Nafarroa Garaia todo atisbo de unas identidades molestas, como la republicana o la abertzale, siendo sustituidas a sangre y fuego por la del miedo, que nos llevo a tomar por identidad la negación de la identidad.
He oído con mucha frecuencia cuando se habla de estos temas que se trata de buscar la verdad y la justicia. No seré yo quien diga que no a esa búsqueda, pero a mi modo de ver, es fundamental añadir a esas dos búsquedas la de la reparación, y no hablo de reparación moral, que también, sino la reparación material.
En una palabra, que los herederos de los que se enriquecieron tan feroz e injustamente reparen materialmente a los herederos de quienes sufrieron el oprobio y la muerte, además del robo de sus bienes. O, en su defecto, que sea el Estado quien resarza, como responsable subsidiario que es.
Se me dirá, cómo no, que ha pasado mucho tiempo, que es muy difícil, que hay trabas legales para hacerlo. También las ha habido para la búsqueda de los cuerpos de los asesinados y cada día se van franqueando más puertas.
No debemos admitir excusas ni dilaciones. Las necesarias justicia y verdad deben ir acompañadas de la reparación, y los herederos de los que injustamente se enriquecieron deberán devolver lo que sus antecesores injustamente robaron.
Además de ser de justicia es y será didáctico para las generaciones venideras, que aprenderán que lo injustamente esquilmado en un golpe de estado no será propiedad nunca de los golpistas asesinos, así pasen mil años. Y a las familias de los asesinados junto con los cuerpos de sus familiares se les restituirán los bienes que injusta y ferozmente les fueron arrebatados.