«Nous ne sommes pas Maroto»
Es difícil saber si el PP en general y Javier Maroto en particular tenían calculada al milímetro hasta dónde podía llegar su estrategia xenófoba para ganar un puñado de votos a cualquier precio. La estrategia no era nueva. Ya en la campaña electoral de 2001 decidió alinearse con unos cuantos islamófobos para anunciar a bombo y platillo que prensaba prohibir la apertura de una mezquita en Zaramaga. Ya como alcalde parece que se vino arriba e inició su particular cruzada contra los locutorios y kebabs. Mientras, empezó a alimentar las leyendas urbanas que circulan por esta ciudad: la más conocida fue la de las zapatillas de Prada. Dicho sea de paso, él y pocos más sabrán cuánto valen unas zapatillas de Prada de verdad.
Sea como fuere, según ha ido avanzado la legislatura y su baggage político ha ido de capa caída, ha decidido impulsar esa faceta insolidaria pero sobre todo, xenófoba. Su paupérrima gestión coincidía en el tiempo con los continuos escándalos de corrupción protagonizados por miembros de su propio partido político. A día de hoy PP son las siglas de la corrupción y parece que ha pensado que su mejor estrategia era acusar de robar al pobre. Es ahí cuando comenzó a acusar a quienes más lo necesitan de robar. Dice que los porcentajes de extranjeros que cobran RGI son escandalosos, olvidando que el 36,4% de estos son pobres, frente al 4% «autóctono». Dice que nada más llegar cobran sueldos vitalicios. Mentira. Dice que los españoles de pro con una huerta en el pueblo no cobran mientras que los inmigrantes con mansiones se embolsan no se cuántos miles de euros. Mentira. Dice también que no es justo que haya personas que cobran una miseria de pensión mientras que los inmigrantes alcanzan rentas que ya pocas personas con nómina alcanzan. Mire, ahí le voy a dar la razón, pero no porque esas personas perceptoras de RGI tengan cuantiosas ayudas sociales sino porque él y su Gobierno han contribuido a empobrecer a nuestras personas pensionistas; porque él y su Gobierno permiten que haya personas trabajando por sueldos miserables; porque él y su Gobierno nos han llevado a la ruina. Además, omite interesadamente que la mayoría estamos a favor de mejorar el sistema de protección social, para dotarlo de más medios y atender a nuevos perfiles de precarización, y también, que su propuesta dejaría fuera a muchas personas necesitadas, creando nuevas bolsas de pobreza severa, y más problemas sociales y de marginalidad.
No contento con incendiar el debate en su ciudad decidió mover el foco. Fue entonces cuando Maroto intentó llevar el debate al Parlamento, una de las pocas iniciativas que ha presentado como cabeza de lista por Alava del PP en la Cámara vasca. Ser la cuarta fuerza política en el Parlamento y no contar con el respaldo de otros grupos de la oposición hizo que no prosperara esa iniciativa. Así que decidió montar su propia plataforma.
Y puso al lobo a cuidar a las ovejas. Así es. El mismo que no paga la Seguridad Social y cobra el paro de forma fraudulenta dice que hay fraude «social». Es la historia del cazador cazado. Tuvo que ser GARA quien desvelara que al adalid de las ayudas justas se le «pasó» pagar a la Seguridad Social y decidió cobrar el paro mientras era empresario. Iba a dar todas las explicaciones tras esas reveladoras informaciones, pero finalmente anunció que abandonaba la primera fila de la escena política. Ha sido entonces cuando ha salido su valedor a decir que el problema lo tenemos los demás que somos más duros con las personas que han cotizado y han trabajado. Y ni se sonroja.
Maroto no es solo alcalde de la ciudad, Maroto no es solo parlamentario del PP, Maroto ahora también es el portavoz de una plataforma ciudadana que no volverá a tener un portavoz al uso porque al parecer hay cientos de voluntarios indagando en el Boletín Oficial su pasado. ¿No será que el señor Maroto no ha encontrado a nadie entre sus filas con las manos limpias?
Pero lo dicho, ¿es consciente el señor Maroto de las consecuencias que puede acarrear ese discurso populista y peligroso? ¿Nos lamentaremos algún día en Gasteiz de haber creado un caldo de cultivo difícil de medir solo por intentar ganar unas elecciones? La semana pasada, en la Comisión creada para hablar de las ayudas sociales, Gorka Moreno, director de Ikuspegi, alertaba sobre el peligro que supone que un político avive el tema de la inmigración y la asocie con la crisis. Y añadió: «No vale la pena por ganar unos votos más tener al día siguiente una ciudad con la convivencia rota y enrarecida. Vale la pena tener otro discurso». No creo que el seño Maroto rectifique, porque su única obsesión es conservar el poder. Pero sí creo en las gentes de esta ciudad y en que seremos capaces de lograr una Gasteiz justa y solidaria; una Gasteiz diversa y plural, a pesar de políticos «populares» que predican intolerancia e insolidaridad hacia los pobres y diferentes. En definitiva: Nous ne sommes pas Maroto.