Esas «estrictamente necesarias» 21 horas
Casi un millar de vascos han debido pasar el fin de semana en la carretera para poder visitar a familiares y amigos presos. Entre ellos, dos periodistas de GARA, camino de Galicia. A las dificultades habituales se sumaba esta vez un temporal implacable en toda la cornisa cantábrica. Este es su relato. Dos entre mil.
Viernes, son las 9.00 en Donostia, el kilómetro 0 de 1.630. Lo bueno es que esta vez no hay prisas. Habíamos preguntado a los «veteranos»: «¿Visita en Pontevedra a las 17.00? Imposible en el día, salir de víspera». Así que tocó reservar libranza en la redacción, y ya puestos, era mejor partir lo antes posible. «Dejamos el crío en la ikastola y arrancamos». Pero lo que arranca justo entonces es la única nevada del año en Donostia. «Joder, ¿será posible?». Mejor no dudar. «Vamos».
La bajada de Orio a Zarautz, a 50 por hora. La carretera está blanca como nunca, pero todavía sin cuajar. Así que es preferible no parar. El subconsciente lleva a pisar el acelerador más de lo que aconseja la situación. Calma, hay tiempo. Son las 10.00, a la altura de Deba, cuando nos llega un mensaje indirecto del amigo preso: «Dice que está la cosa chunga, que igual es mejor que no salgáis». Sí, sí que salimos, claro que salimos. Por una u otra traba, son muchos años sin verle, sin vernos. ¿Diez, once, doce? Si para nosotras es mucho, ¿qué no será al otro lado del muro, donde el tiempo inevitablemente debe correr más despacio y pesar mucho más?
Bizkaia se nos presenta insólita, envuelta en un manto de nieve de Zaldibar a Muskiz. Pero afortunadamente la carretera se va limpiando, los nervios se templan, la moral crece... hasta que ponemos la radio. Escupe partes metereológicos casi apocalípticos: ``Nieve en toda la cornisa cantábrica'', ``Cerrada al tráfico la A-67'', ``Decenas de personas bloqueadas'', ``El Ejército trabaja en la zona''. Y un mensaje repetido, sangrante, una broma macabra: ``Las autoridades recomiendan que no se salga de casa si no resulta estrictamente necesario''. Pues sí.
Kilómetros y preguntas
La nieve cesa, el frío no. El termómetro marca -2º. La primera parada para un café en un pueblo cántabro nos deja más heladas aún. El camarero sale vestido de esquimal y el bar es un auténtico iglú en la carretera a ninguna parte. Mejor volver al coche cuanto antes.
La semana ha pasado entre dudas y consultas. Lo habitual y lógico es llegar a Pontevedra por Gasteiz-Burgos-León-Ourense, la ruta más corta. El lunes parecía factible. El martes la previsión cambia bruscamente y pinta la zona como un Polo Norte en plena meseta. El miércoles estamos entre Guatemala y Guatepeor; auguran nevadas en toda la costa, pero en Burgos a la nieve se le sumará el hielo, con una máxima diaria para el viernes de -3º. Entre nieve y hielo, está claro: nieve. O sea, carretera de la costa.
Acertamos. En Torrelavega al humo de las fábricas le sucede sin paréntesis una niebla espesa, toca ralentizar el ritmo. En Asturias llueve y llueve, pero es más llevadero. Una ración de pulpo con patatas en Cudillero, una especie de Getaria asturiana, nos hace entrar en calor.
La mitad de la ida está hecha. La radio no deja de interesarse por los cientos de atrapados en la A-67, entre Cantabria y Palencia, y los kilómetros dan para que en la cabeza bullan muchas preguntas: ¿No existen los familiares y amigos de los presos vascos? ¿Quién vela por ese millar de personas abocadas al «estrictamente necesario» peregrinaje a las prisiones? ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? Tras 25 años de dispersión, sabemos algunas respuestas y no son agradables: por ejemplo, que si el viaje acabara mal, seríamos solo una estadística más en la DGT y no una nueva víctima de la DGIIPP. Y, sin embargo, es Instituciones Penitenciarias quien tiene a nuestro amigo en Galicia, es Instituciones Penitenciarias quien le negó hace unos meses la petición de ser traído a Zaballa, sin explicación, porque sí.
Las cavilaciones se comen los kilómetros. Y también las anécdotas, como ese ruido similar al pitido de un tren que nos sobresalta entre Gijón y Avilés. ¿Avería del motor? No. Cuando unos kilómetros más allá cambia el tipo de asfalto, comprobamos que es solo un efecto sonoro de la carretera. El coche se porta.
Galicia con sorpresas
Superamos con mucho cuidado los espectaculares viaductos sobre las rías asturianas (Navia, Nalón..., ¿quién sabe más geografía española que los vascos?), y tras el más largo llega Ribadeo. Estamos en Galicia y todavía quedan unas horas de luz, ni tan mal. Sin embargo, entonces la carretera vuelve a mirar hacia arriba, demasiado para cosa buena. Y sí, nieve otra vez, nieve a mansalva. El puerto de A Xesta es una sorpresa traicionera. Hasta Mondoñedo, será una hora circulando por un solo carril blanco, a 40 por hora. Pero, ¿quién dijo que iba a ser fácil?
Cuesta abajo aparecen Vilalba, Lugo... Una señal marca el desvío a Monterroso, otro destino vasco y no precisamente vacacional. Algo no cuadra, porque según los mapas de internet A Lama está demasiado cerca, ¿dos cárceles tan próximas? Consultamos en una gasolinera y la empleada nos confirma que el desvío a A Lama está a tiro de piedra, pero esa carretera por la que no caben dos coches no puede llevar a una macroprisión. Sorpresa final; en Pontevedra hay dos A Lama y estamos en el punto equivocado.
No pasa nada, salvo que la noche ha caído. Una hora más por carreteras nacionales, comarcales y algún camino de cabras. Concellos, igrexas, aldeas abandonadas, perros callejeros, hórreos... Y al fondo, allá donde nunca habríamos puesto el pie si no fuera «estrictamente necesario», A Lama, nuestro amigo.
Cuarenta minutos de reencuentro, charla y abrazos figurados calientan esas doce horas de nieve, frío y preguntas. Queda la vuelta, que será bastante más ligera; nueve horas. Queda que vuelvan, que nos los devuelvan.