Genocidios, marzazos y cambio político
La rúbrica que estampó el PSN en el Parlamento de Navarra a la declaración promovida por la asociación ultra DyJ que «...reconoce y condena la `limpieza nacional', los crímenes contra la humanidad y actos de genocidio cometidos por la izquierda abertzale...» es el penúltimo episodio de la lamentable trayectoria de un partido que en los últimos 35 años ha enterrado sus esencias en el fango de la corrupción política e ideológica. Si un «milagro» no lo remedia, la semana entrante podríamos asistir al último episodio de la indignidad, en el caso de que los votos del PSN impidan la aprobación de la Proposición de Ley Foral de reconocimiento y reparación a víctimas de vulneración de derechos humanos de motivación política causadas por grupos de extrema derecha, incontrolados o miembros de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Un nuevo marzazo en toda regla, y van...
Tan escandalosa es la traición del PSN-PSOE a sus principios políticos que, en privado, sus propios representantes se muestran avergonzados y corren a escudarse en el ya manido «nos han llamado de Madrid». Desde luego, tiene que ser como para morirse de la vergüenza aparecer de la mano de los franquistas del siglo XXI compartiendo relato sobre lo que ha sucedido en estas tierras en los últimos cincuenta años. Si los centenares de militantes socialistas masacrados en Navarra por el franquismo levantaran la cabeza... Si socialistas de la talla intelectual, la dignidad y el coraje de Constantino Salinas, Ricardo Zabalza o Julia Álvarez supieran de la ignominia que están cometiendo con las siglas del PSOE los Sánchez y la Chivite de turno... les despojarían a mamporrazos de la herencia que de forma tan miserable están gestionando.
Porque sí, señora Chivite, para construir el relato de lo que está pasando ahora en Navarra hay que remontarse cuando menos a 1936. Aquello sí fue un genocidio: más de tres mil civiles asesinados (uno de cada cien navarros de la época), miles de mujeres y familias enteras represaliadas y humilladas durante décadas, maestras y maestros castigados, funcionarios destituidos, haciendas y bienes usurpados... Sra. Chivite, ¿Sabe quiénes fueron los genocidas? Pues los encontrará si hace el árbol genealógico de quienes han ostentado el poder en Navarra desde hoy mismo... hasta el 18 de julio del 36. Porque en estos casi ochenta años no ha habido una verdadera ruptura democrática; no se han depurado los crímenes del franquismo, y no se ha roto ni con las esencias ideológicas (nacionalcatolicismo, encarnado hoy en la foto de Fitero) ni con las instituciones que ejercieron de pilares del régimen franquista (Guardia Civil, Judicatura, un periódico de honda raigambre...). Es tan insultante la impunidad que se sigue ofreciendo a los responsables de los crímenes franquistas que los «socios» con los que el PSN-PSOE comparte relato son los que siguen rechazando los requerimientos de la Juez Servini para que asesinos como Martín Villa o Muñecas respondan por sus crímenes... aunque sea ante instancias judiciales del otro lado del océano. La impunidad del franquismo y la falta de ruptura democrática ha hecho que sus peores prácticas hayan tenido continuidad tras la «Reforma constitucional»: la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzosas, las políticas de excepción no acabaron con Franco, sino que han seguido provocando víctimas hasta nuestros días. Lo ha denunciado hasta la ONU y lo tendrá que acreditar algún día una comisión de investigación que cuente con legitimación social e institucional.
Pasemos ahora del relato al presente y al futuro. Porque el debate sobre el relato es un debate en el que está en juego el futuro. Vivimos tiempos de cambio. Más aún, Navarra va a ser el kilómetro 0 del cambio. El cambio requiere sobre todo de capacidad para aglutinar en torno a un proyecto confluyente sectores populares hasta ahora dispersos. En Navarra, para generar una nueva mayoría es necesaria la suma de todas las izquierdas y los sectores populares. Es necesario que quienes luchamos unidos en el 36 y nos separamos en el 77 nos volvamos a unir en 2015. Para ganar a los que nos vencieron en el 36 y siguen mandando en 2015. Así de claro. La izquierda abertzale es perfectamente consciente de ello. Sabemos que tenemos que tender la mano para trabajar juntos a sectores con los que hemos estado enfrentados. Somos conscientes de que el trabajo por construir un futuro mejor también exige ser valientes a la hora de hacer una lectura crítica de nuestro pasado. A la izquierda abertzale no se le caen los anillos por reconocer que ha cometido errores. Vamos a ser responsables y rigurosos en la autocrítica porque la hacemos con la seguridad que da el sentirnos profundamente orgullosos de nuestra lucha. Por encima de sus errores, la izquierda abertzale siempre ha sido honesta con su pueblo y con sus ideas. Hoy podemos decir que la historia nos ha dado la razón. Hoy, como en el 36, la cuestión es si la política la hace el pueblo o la siguen haciendo los poderosos. Hoy, como en el 36, las socialistas, los abertzales, las comunistas, las republicanas, las anarquistas, campesinas, estudiantes y obreros, los ciudadanos independientes estamos en el mismo bando. Y esta vez vamos a ganar.