El despertar de Olivetti
Olivetti no es un nombre que deje indiferente a mayores de 40 años. Oficinistas, contables, escritores y periodistas de cualquier país teclearon con él. Olivetti subyace en el origen de la tecnología que ha hecho posible nuestra era digital, en el trabajo y el ocio, y en toda comunicación virtual.
A orillas del Dora Baltea, uno de los mayores afluentes del río Po, que nace en los Alpes y cruza el Valle de Aosta y la región del Piamonte, se encuentra esta ciudad de 23.000 habitantes. Ivrea está a una hora en coche de Turín, en el enclave geográfico conocido como el Canavese. Y en su entorno, tradicionalmente campesino, la rodean verdes praderas con suaves colinas, cinco lagos y castillos. En ese paisaje de ensueño nació la máquina de escribir que en los inicios de la mecanografía más textos tecleó en toda Europa.
Su prototipo se presentó en público en la Exposición Universal de Turín, el año 1911. El modelo, M1, había sido inspirado en la máquina Underwood norteamericana, pero la Olivetti incorporaba avances significativos, era más rápida y mejoraba los materiales. Fue todo un éxito. El Ministerio italiano de la Marina encargó 100 de las primeras máquinas de escribir de Olivetti, creadas bajo la batuta del emprendedor piamontés Camillo Olivetti. Su apellido viajaría a partir de entonces a hogares de toda Italia, Europa, y otros continentes.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Olivetti producía 23.000 máquinas al año, 10.000 portátiles y 2.500 calculadoras mecánicas; 6.000 de las máquinas se exportaban ya. Desde los años 50 a principios de los 60, la empresa llegó a copar el 27% del mercado mundial de máquinas de escribir y el 33% del mercado de las calculadoras. Ivrea, hasta entonces un núcleo eminentemente campesino, empezó a jugar en la primera división de la innovación tecnológica, a escala mundial.
Enrico Capellaro, exempleado de la empresa Olivetti en Ivrea.
Solo tres años antes de la presentación de aquel primer modelo de máquina de escribir, en 1908, Camillo Olivetti había fundado la fábrica. A su regreso de uno de sus viajes a Norteamérica, Camillo Olivetti convenció a su padre para que vendiera algunas tierras y con el dinero poder abrir, en 1908, la fábrica Olivetti, que empezó a funcionar con 20 empleados, que fabricaban termostatos, y en los años 70 ya tenía a 72.273 personas en plantilla. En oficinas de toda Europa con la Olivetti se tecleaban cartas e informes, libros y noticias, y en la ciudad de Ivrea florecía un referente industrial para toda Italia.
Pero, ¿quién era Camillo Olivetti? Había nacido en Ivrea, en 1868. Tras licenciarse en Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Turín, viajó a Estados Unidos. Era 1893. «Quería visitar fábricas y aprender la organización de las más avanzadas. Tenía ganas de hacer algo importante, era un hombre muy inteligente», explica el exempleado de Olivetti, Enrico Capellaro (Lessolo, 1937). La mirada, la mente y el espíritu de Camillo Olivetti eran los de un visionario, innovador. Olivetti fue un Steve Jobs de su época. Su talento, convicción y empeño dibujaron una nueva Ivrea, sobre planos y en la práctica. «En Estados Unidos, Camillo Olivetti conoció, entre otros empresarios, a Thomas Alva Edison, inventor del fonógrafo y la bombilla, y quedó impresionado con la máquina de escribir que Underwood fabricaba en Nueva York», destaca Capellaro. Pero, por encima de todo, este exempleado de la firma quiere subrayar la humanidad de Camillo Olivetti, que tuvo muy presente siempre que hacer fructífero un negocio no podía hacerse sin contribuir a enriquecer y hacer satisfactoria la vida de cada uno de quienes participan en él. Desde el peón de tareas más básicas, hasta el más superior cargo y responsabilidad en la empresa.
Para los jóvenes que después irían ocupando en la empresa, Olivetti creó el Centro de Formazione Mecanici, donde Enrico Capellaro estudió. Se acuerda muy bien de lo extraordinaria que era la formación que les daban. «Estudiábamos matemáticas, química, física, literatura italiana, pero también filosofía, política y sindicalismo, el cuerpo humano y arquitectura. Y para entrar pasábamos un examen escrito y una entrevista. Eran tres años de estudios que incluían prácticas en la empresa», detalla. Hoy es uno de los voluntarios que guían la visita al Laboratorio-Museo Tecnologic@mente de Ivrea. Entre máquinas de escribir, calculadoras y ordenadores que Olivetti creó, Enrico Capellaro explica a escolares y adultos la fascinante historia industrial de Olivetti, destacando el mensaje que más ha trascendido de la filosofía olivettiana: «La técnica es un instrumento al servicio de la persona, de su sensibilidad y de su naturaleza única e irrepetible».
El modelo Olivetti de organización del trabajo y los recursos a sus empleados, desde la formación, a los alojamientos pensados para las familias que llegaban de fuera, pasando por actividades lúdicas para promover el espíritu comunitario, y guarderías junto a las oficinas y fábrica para una mejor conciliación familiar, todavía hoy inspiran una manera de trabajar y vivir que tiene en cuenta a las personas. «Camillo Olivetti implementó el concepto de bienestar entre sus asalariados. Venían de todo el valle y más lejos. A quienes eran agricultores les ayudaba a mantener su actividad en el campo, les permitía hacer vacaciones en julio para combinar el trabajo en la fábrica con su labor agrícola en agosto», puntualiza Maria Aprile. Ella tenía 16 años cuando entró en Olivetti. Por las mañanas era administrativa en la fábrica y por las tardes, en su Fiat 500, se iba a Turín a estudiar Ciencias Políticas y Economía. En Olivetti ocupó cargos como la formación del personal –unos 700 empleados– de las tiendas en toda Italia y gestionó la automatización y optimización de procesos.
Maria Aprile, exempleada de la empresa Olivetti en Ivrea.
El primer ordenador de mesa del mundo
Otra de las míticas proezas de Olivetti fue la que puede ser considerada la primera computadora del mundo. Su nombre: Programa 101. Era la primera máquina que calculaba. Fue lanzada en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 y su producción en volumen comenzó en 1965. El ingeniero italiano Pier Giorgio Perotto lideró el invento, acompañado por otros dos ingenieros, uno de los cuales, Gastone Garziera, todavía vive en Ivrea. El Programa 101 fue un diseño futurista para su época y diez unidades de este computador pionero las compró la NASA para realizar sus cálculos para el alunizaje del Apolo.
Olivetti se valía de sus innovaciones tecnológicas para aumentar la eficiencia en sus fábricas y puntos de venta. También de una mentalidad que no desenfocó nunca el alma de las personas. «Compraron un sistema suizo que fue traducido e implementado por Cesare Musatti (considerado el padre del psicoanálisis italiano) para dar el mejor lugar a cada empleado atendiendo a su potencialidad y carácter personal, todo eso que hoy trabajan las empresas más innovadoras, Olivetti en los años 40 ya lo veía esencial», explica Aprile. Ella fue una de las únicas mujeres con cargo en la empresa. «El desequilibrio entre el poder de mujeres y hombres no era un tema de empresa, sino de toda la sociedad», recalca la exempleada. Hoy Maria Aprile trabaja con Gruppo turismo di Confindustria Canavese, nacido en 2013 para promover viajes de negocios y estancias vacacionales en Ivrea y su entorno natural.
Centro Cultural La Serra, en el interior del complejo Olivetti. El edificio imita a una máquina de escribir.
Como explican Patrizia Bonifazio y Paolo Scrivano en su libro ‘Olivetti construice Architettura’, en 1933, coincidiendo con el 25º aniversario de la fundación de la sociedad Olivetti, el hijo de Camillo, Adriano, tomó el cargo de director general. Graduado también en Ingeniería, y habiendo realizado también viajes a Estados Unidos, comulgaba y prosiguió totalmente con el ideario de su padre, de introducir el concepto de bienestar en Ivrea. Olivetti fue una firma pionera en Italia en pasar de 48 a 45 horas semanales. Otra de las iniciativas en las que Camillo y Adriano Olivetti fueron pioneros, además de ofrecer servicio de comedor, guardería hasta los 6 años, actividades culturales y salidas a esquiar, fue montar las primeras colonias vacacionales en Italia para los hijos de sus empleados. También fue la primera empresa, en 1936, que aumentó las vacaciones de sus trabajadores una semana con respecto al resto de empresas del país. Los sueldos también eran superiores. Olivetti no olvidaba ningún detalle que pudiera hacer más cómoda la vida de sus trabajadores y ciudadanos de Ivrea. Comercio, turismo, restauración, aparcamiento, transporte y señalización estuvieron presentes en una ciudad que significó en su momento el ‘Silicon Valley’ de Italia.
Arquitectura reconocida mundialmente
La innovación era la huella que Camillo Olivetti iba dejando en todo lo que hacía. Contrató a los mejores arquitectos italianos de la época, como Luigi Figini y Gino Pollini, para que proyectaran no solo fábricas y oficinas, sino toda un área donde convivieran en armonía la dinámica industrial y la social, al servicio de las personas. Lo hicieron en coordinación con los técnicos de la fábrica, para no obviar ninguna de sus necesidades. Para que trabajasen mejor, y con luz natural, pidió grandes ventanales. Con ellos, además, los operarios que contrataba que tenían sus campos de cultivo o ganaderías familiares, no perderían de vista el paisaje que había alimentado durante tanto tiempo a sus familias. Pensando también en ellos, acomodó las vacaciones en las semanas que les eran más propicias para seguir contribuyendo en sus hogares con la recogida de la cosecha.
El 1 de julio del 2018, la UNESCO incluyó en su lista de Patrimonio de la Humanidad a Ivrea, Ciudad Industrial del Siglo XX. El reconocimiento redimensiona a ojos del mundo un concepto pionero y ejemplar de ciudad industrial construida entre los años 1930 y 1960. Sus edificios representan un modelo sublime y moderno, una inteligente respuesta a numerosas necesidades industriales y humanas, estructurales y sociales al mismo tiempo. Olivetti había previsto un buen lugar y sistema para prosperar económicamente, ofreciendo al mundo un producto que facilitara sus vidas. Pero también se ocupó de facilitar la de todos sus empleados, con espacios y tiempo para su desconexión del trabajo, para la socialización, con unidades residenciales para llevar una vida placentera, cerca de su lugar de trabajo.
En conjunto, un proyecto económico y social modélico. «La inclusión del rol de la cultura en el proceso industrial como base de mejora de la producción y la relación fábrica y ciudadanía fueron ideas que Olivetti lanzó hace un siglo y sería bueno que fueran incorporadas en el discurso político y social de hoy», expresaba Carlo Della Pepa, exalcalde de Ivrea, tras conocerse la distinción de la UNESCO. Su mandato finalizó días antes del veredicto.
El monumento de homenaje a Camillo Olivetti, ubicado en una avenida de la ciudad de Ivrea.
Valores vigentes y necesarios
En los últimos años, algunos edificios han cambiado su funcionalidad, pero la lectura de lo que representaron no se ha alterado. Allí donde había estado la biblioteca creada por Olivetti para sus empleados, está hoy la sede del Adriano Olivetti Leadership Institute. Uno de sus fundadores, Stefano Zordan, nació en Ivrea, gracias a Olivetti, pues sus cuatro abuelos llegaron de diferentes puntos de Italia para trabajar en la firma que revolucionó su ciudad. Después de haber trabajado seis años en Estados Unidos, donde se especializó en Ética y Política y trabajó junto a los profesores de Harvard y autores de ‘The practice of Leadership Adaptative’ (Ronald Heifetz e Marty Linsky), importó su nuevo saber para inaugurar, hace un año, un centro de formación dedicado al estudio y práctica del liderazgo.
El instituto toma el nombre de Adriano Olivetti como precursor del empoderamiento de las personas, con la formación, los estímulos culturales y el trabajo. Próximamente abrirán una delegación en Florencia, y ya cuentan con encargos para trabajar para proyectos en el extranjero, como es el caso de una banca en Serbia. Este verano han organizado colonias formativas para jóvenes italianos. El gran objetivo del siglo XXI, tal como decía Renato Lavarini, el coordinador de la candidatura de Ivrea ante la UNESCO, tras el reconocimiento mundial, es «atraer nueva economía a 360º, incubadoras de startups y crear ocasiones de turismo».
Este mes de octubre, Ivrea ha celebrado su festival de arquitectura, con propuestas de street art y visitas guiadas. El espíritu Olivetti que durante años dormía y parecía haber desconectado del exterior, renace ahora en manos de diferentes iniciativas, como la que han puesto en marcha los hermanos Cristina y Andrea Mazzola. Cristina estudió Arquitectura porque le apasionó siempre la historia de Olivetti, «me fascinaba que en los años 50 y 60 hubiesen construido en mi ciudad con ideas y conceptos de vanguardia», señala. Su bisabuelo materno llegó al valle y pidió trabajo a Camillo Olivetti. Ahora ella y su hermano toman la estela de Camillo y Adriano, que también supieron avanzar en el ámbito del diseño, ideando modernas campañas para dar a conocer sus máquinas de escribir y calculadoras. Los Mazzola han puesto en marcha Olivetti per Tutti. Utilizando el máximo posible de material sostenible, diseñan ropa, bolsas y artículos de decoración que llevan impreso el nombre de Olivetti, haciendo que la histórica firma continúe su trayectoria hacia el futuro, sin caer en el olvido.
Dar vida a una historia que contar. Eso es lo que hace también otro joven de Ivrea, Marco Peroni, ideador y director de ‘La Rapidissima’, una publicación que promueve e impulsa el rescate de los valores, también en la economía y la tecnología, además de la narrativa, la poesía y el arte. Es parte de toda una propuesta en equipo, de acompañamiento cultural en la reformulación de los espacios en los que Olivetti dejó su traza, para ayudar a Ivrea a crecer de manera sostenible sin perder los valores de Olivetti. Marco Peroni es autor de ‘Ivrea, Guida Alla Città di Addriano Olivetti’. Su definición del concepto de cultura, como «un particular sistema de seguridad que consiste en tener, en caso de emergencia, todas la puertas abiertas», ya invita a la reflexión.
En palabras de Enrico Capellaro, «gracias a muchos jóvenes capaces, quizás será posible no dejar en el olvido la huella de Camillo y Adriano Olivetti, mantener viva la historia de esta firma y el espíritu de estos dos grandes emprendedores, cuya grandeza todavía hoy no ha sido comprendida. Y no simplemente recordarlos, sino también creer en el desarrollo de la sociedad a través de las enormes posibilidades ofrecidas por las nuevas tecnologías», añade.
Gastone Garziera, exempleado de la empresa Olivetti en Ivrea.
Canoas, paisaje y vino
Ivrea es escenario internacional de campeonatos de canoa en aguas bravas. Conoció el arte de sortear las ondas fluviales a finales de los años 40, cuando un vecino de la población, que habitaba cerca del río, acudió a ayudar a un deportista milanés cuya canoa había embarrancado. Fue todo un descubrimiento y, después de la Segunda Guerra Mundial, aquel joven contagió sus ganas de conseguir una canoa a sus compañeros en la empresa Olivetti, y compraron una canoa para empezar a practicar el deporte en aguas movidas en su ciudad. Desde los años 50, la ciudad de Ivrea está en el calendario de las competiciones mundiales de piragüismo.
El río es parte del ADN de esta ciudad, en cuyo entorno la rodea un anfiteatro morrénico, que se extiende a lo largo de 25 quilómetros, y que es fruto del cúmulo de piedras y barro, que dejó la retirada de un glaciar, de nombre Balteo. La región cuenta además con tres denominaciones vitivinícolas: Erbaluce di Caluso, Carema y Canavese, representadas por una cuarentena de productores y nutridas por las uvas de un centenar de pequeños agricultores. Vinos para celebrar y recordar todo el futuro que nació en Ivrea.