La primera era la afirmación inicial, lanzada por fuentes de Interior y copiada y pegada sin rubor por los medios estatales, de que Izaskun Lesaka «está detrás de los últimos comunicados de ETA, incluyendo el del final de la lucha armada». Y ese que tras ese inquietante «está detrás de» uno espera que venga una imputación delictiva muy grave, pero era lo justo contrario, por lo que la frase queda para los anales del absurdo. La segunda sorpresa estribaba en los comentarios que suscitó la noticia en los foros de los medios españoles. Esta vez no se convirtieron en una plaza abierta para insultar a militantes vascos, clamar por venganzas ni aclamar a la Guardia Civil, sino que predominaban otras dos líneas de opinión muy diferentes: la de quienes veían dudosa la redada y sobredimensionada la noticia, y la de quienes denunciaban que el Gobierno saque de la chistera el conejo de ETA cada vez que debe tapar un hachazo al Estado del Bienestar (se ultima otra rebaja de pensiones que preocupaba bastante más a estos internautas).
A mediodía, Interior trató de reconducir su táctica comunicativa con una nota oficial. Está centrada en Lesaka, de quien nos habían contado que las FSE la apodan «la literaria» porque creen que redacta los comunicados de ETA. La nota prefiere remarcar que «es responsable máxima de los depósitos de armas y explosivos». Añade que es una de las tres personas del Comité Ejecutivo de ETA, pero «la menos `política'»; que fue «miembro muy activo de Jarrai»; que tiene «una violenta personalidad»; y, en resumen, que «su detención es clave porque se acaba con la responsable de la parte más peligrosa de ETA». Todo ello mientras, formidable paradoja, se le responsabiliza también del anuncio del fin de la lucha armada.
Debe ser duro para Madrid que empiece a no entenderle ni su propia opinión pública, pero los sinsentidos políticos no se arreglan con esfuerzos seudoliterarios.