El 4 de febrero de 1981 la familia Real española realizó su primera visita oficial a Euskal Herria, las Juntas Generales de Gernika fueron el escenario en el que un amplio sector de la ciudadanía vasca mostro su repulsa al monarca español. Desde entonces se han producido varias visitas del rey español, pero casi siempre han contado con poca exposición ante la ciudadanía y han ido ligadas a actos protocolarios; aunque ello no ha evitado la protesta popular y la respuesta, no siempre educada, del propio monarca, como en el caso de la visita a Gasteiz en 2006, en la que el dedo índice del monarca fue el protagonista.
Ayer, el rechazo llegaba en otro ámbito bien diferente, la final de la Copa de baloncesto en Gasteiz. Confluían demasiados elementos que hacían prever la pitada monumental. La propia presencia del monarca, envuelto en varios escándalos y con un desprestigio creciente, la compañía del ministro peor valorado del Gobierno de Rajoy, José Ignacio Wert, la participación en la final del Barcelona (con la consiguiente afición más independentista de las últimas décadas) y el escenario, Gasteiz.
Precedentes deportivos
Alguno de esos elementos se ha repetido durante los últimos acontecimientos deportivos en las que el rey ha participado. En baloncesto fue Bilbo hace tres años la que recibió a Juan Carlos I entre pitos, confluían el escenario (Euskal Herria) y uno de los finalistas, Barcelona, dificil de evitar en estas citas.
Quizás ha sido el ámbito futbolístico el que más repercusión mediática ha tenido. Monarquía, Catalunya y Euskal Herria han sido tres ingredientes recurrentes en este ámbito. El año pasado el escenario era Madrid, y los protagonistas de la final las aficiones del Barça y el Athletic. La pitada al himno y al monarca español, una vez más, fue muy sonora. Esta pitada vino precedida por la petición de suspender el partido realizada por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
Dos años antes los mismos equipos se enfrentaban en la final de la Copa, en este caso en Valencia. En esa edición, el intento por parte de RTVE de ocultar la repulsa marcó el momento del himno y la consiguiente pitada.
Reacción en la red
La pitada de ayer en Gasteiz volvía a provocar la inmediata reacción de los internautas, según la latitud del mensaje cambiaba la indiganción por la felicitación. También trascendía la duda que resume este tuit: «¿La pitada se debe solo al rey como símbolo nacional? O la caza, Urdangarín, Wert, el anacronismo monárquico dan motivos desde Cádiz a Bilbo...»
Lo cierto es que durante los últimos años la protesta pública contra la monarquía ha pasado del exclusivo ámbito político a ocupar cada vez más espacio social. Si la mayor exposición de la Casa Real española, con presencia en palcos deportivos, pretendía aumentar la adhesión hacia ella, el efecto ha sido justamente el contrario.