Los primeros sueñan con un regreso al pasado de corrupción, prebendas y represión que caracterizó a la era Mubarak. Los segundos temen una deriva islamista en la sociedad y reivindican que Egipto siga desgajado en dos, el Egipto urbano, cosmopolita y exclusivo, de un lado, y el Egipto rural y analfabeto por otro.
¿Y los revolucionarios? Principales protagonistas de la caída de Mubarak, asistieron primero al secuestro de la transición por parte de los militares y quedaron luego noqueados al ver que los Hermanos Musulmanes y los sectores salafistas ganaban una tras otra en media docena de elecciones, incluidas las presidenciales.
Comprensiblemente resentidos, optaron, tácticamente, por impedir que los Hermanos Musulmanes pudieran siquiera desplegar sus planes de Gobierno. Desde entonces las protestas, incluso violentas, han sido una constante, junto con el torpedeo incesante a todas las propuestas y guiños por parte del Gobierno.
Todos ellos tienen razón en que el año de presidencia de Morsi ha sido un total desperdicio y que la situación política y económica no ha hecho sino empeorar. Pero el argumento suena cínico si tenemos en cuenta que ha sido precisamente la pinza opositora la que ha impedido, incluso, que el Gobierno islamista pudiera mostrarse como lo que todos ellos aseguran que es: un lobo disfrazado de oveja.
Viendo que la presión no era suficiente, decidieron al unísono pedir directamente la intervención del todopoderoso Ejército. Este ya ha hablado, desmintiendo a todos los analistos que denunciaron una entente islamistas-militares. Y Occidente, con Obama a la cabeza, aplaude la «democrática» irrupción de los generales contra un presidente legítimamente elegido pero al que los grandes medios de comunicación acusan de que «no gobierna para todos los egipcios». ¿Les suena?
Los astros se han conjugado en el cielo de El Cairo y la conjura opositora llamando al Ejército ha surtido efecto. El astro-rey militar vuelve por sus fueros como un zorro al que han abierto el gallinero. Pobres egipcios. Ojalá me equivoque.