«Nos vemos en el infierno, su infierno es nuestra esperanza, la calle. Hasta pronto, gánster, fuera la mafia». Con estas contundentes palabras ha concluido el diputado de la CUP David Fernández su turno de preguntas en la comisión parlamentaria de investigación sobre las posibles responsabilidades derivadas de la actuación y la gestión de las entidades financieras y las posible vulneración de los derechos de consumidores. Al otro lado estaba el exministro, exdirector gerente del FMI y expresidente de Bankia, Rodrigo Rato.

Con estas palabras ha concluido un intenso interrogatorio en el que Rato ha evitado la mayoría de las preguntas de Fernández, arguyendo que ya las había contestado a otros diputados, que ya habló de ello en su comparecencia en el Congreso de los Diputados o que la materia estaba en manos judiciales.

En el rápido repaso a la trayectoria de Rato esbozado por Fernández, el diputado le ha preguntado por si conocía el número de desahuciados por Bankia, algo que el banquero ha negado conocer, para a continuación restar credibilidad de manera reiterada a la cifra de 80.000 deshaucios ofrecida por Fernández. La pregunta sobre qué se siente al dejar sin casa a tantas familias ha quedado sin respuesta, como tantas otras.

El momento culminante ha llegado al final, cuando, con una sandalia en la mano, el diputado independentista le ha explicado que, en Irak, tirar el zapato a alguien es muestra del más absoluto desprecio hacia esa persona. Pese a no lanzarle, finalmente, la sandalia, Fernández le ha preguntado si «tiene miedo a que la gente se harte».

Fernández se ha convertido en el principal acicate de los gestores de las entidades financieras que han pasado por el Parlament. Es el caso, por ejemplo, de los exresponsables de Caixa Catalunya Narcis Serra y Alfred Todó, a los que acusó de ladrones y atracadores, o de los exdirectivos de Caixá Penedes, a quienes recomendó comprar un espejo para saber qué es la mafia.