«Nunca nos ha resultado sencillo eso de hacer humor»
Carlos López Puccio (Rosario, 1946) milita en Les Luthiers desde 1971, cuando, en su primera gira, el grupo no consiguió los resultados esperados. «Me invitaron a hacerme socio de una desventura, una bancarrota. Y naturalmente, acepté», explica este hombre de blanquísimos cabellos. Músico de formación, este director de orquesta y coros es una de las caras más conocidas de un grupo que ha hecho de la risa inteligente su bandera. Llegan de gira y esperan agotar el taquillaje. De momento, ya han colgado el «no hay entradas» para la sesión del 1 de marzo en Bilbo.
Llevan más 45 años sobre los escenarios, por suerte para quienes estamos abajo, que necesitamos más que nunca reírnos. Les Luthiers, el quinteto argentino, son especialistas en humor brillante, contorsionistas de la palabra, tañedores de exorcítaras o bolarmonios, músicos reciclantes, capaces de transformar una rumba en una lección de filosofía... Vuelven a Euskal Herria con su último espectáculo, «Lutherapia», en el que convierten las butacas de los teatros en sillones de psicoanalista y nos proporcionan una cura de risa a través de diez piezas musicales hiladas por la presencia subconsciente de su más famoso personaje, el maestro Johann Sebastian Mastropiero. Hablamos con uno de los cinco doctores-luthiers, el humorista y director de orquesta y coros Carlos López Puccio.
45 años de creatividad, música, ironía... ¿El humor no caduca, no se agota nunca la imaginación?
Para dar una respuesta definitiva sería necesario completar las pruebas científicas: hasta ahora creemos haber demostrado que el humor no se agota en 45 años. Seguiremos investigando mientras podamos.
¿Y qué es más gratificante para ustedes: el proceso creativo, hacer todos esos malabares con el lenguaje y con la música hasta dar con la pirueta perfecta o ejecutarla sobre el escenario y escuchar las carcajadas del público?
Ambas cosas, porque son dos instancias del mismo proceso. No se puede estar seguros de haber inventado la pirueta perfecta si las carcajadas del público no corroboran esa perfección. Muchas veces sucede, uno cree que su malabar es impecable y el público -con su silencio- demuestra lo contrario.
En «Lutherapia», a diferencia de otros, hay un hilo conductor entre las diferentes piezas. ¿Se atreverían a decir que es su obra más redonda?
En el grupo goza de amplia mayoría para el puesto de favorita. Algunos creemos que es la más redonda, otros que es la más rectangular. Hay quien afirma que es la más pentagonal, pero no explica por qué (tal vez porque somos cinco)
¿Qué vamos a encontrarnos los que vayamos a psicoanalizarnos en esta «Lutherapia» y en qué va mejorar nuestra salud mental?
Dos horas de diversión franca e inteligente es algo, si no terapéutico, por lo menos balsámico.
A Ramírez, ese hilo conductor, la tesis sobre Maestropiero y su descomunal obra lo está volviendo loco. ¿A ustedes les pasa lo mismo, les es imposible despegarse de su personaje? ¿Están somatizando esta posesión a través de Ramírez?
Nada de eso, a Mastropiero y a su obra le debemos muchos años de buen vivir, de trabajo fecundo y de enormes alegrías. Solo tenemos agradecimiento para con su infinita torpeza.
¿Aconsejarían incluir en los planes de estudio como asignatura obligatoria el humor? Y, por la misma regla de tres, ¿habría que aprender epistemología mientras se baila rumba?
Si esa asignatura existiera a nosotros nos gustaría mucho poder cursarla. Y la recomendaríamos; nunca nos ha resultado sencillo eso de hacer humor. En cuanto a la Epistemología, es altamente aconsejable saber todo sobre ella y practicarla aún cuando no se baila la rumba. Sirve para entender mejor la vida. Y hasta para crearla.
En «Lutherapia» nos encontramos con nuevos instrumentos, como la exorcítara. ¿Es duro ser luthier en la época de la obsolescencia programada?
Por el contrario, las nuevas corrientes del reciclaje nos han aportado mucho material útil.
Vuelven al País Vasco, donde sois muy apreciados. ¿Tienen algún recuerdo especial?
Muchos y entrañables. Tal vez el más fuerte, después de la belleza de sus ciudades, sea la cocina. Desde los pintxos a los grandes cocineros. Confieso que ya he hecho algunas reservas en esos templos del buen comer.
Para acabar: con uno de nuestros instrumentos tradicionales, la txalaparta, algunos músicos han experimentado, sustituyendo las tablas de madera por bloques de hielo... ¿Se les ocurre, como luthiers que son, alguna aportación a la música vasca (por ejemplo, un pand-eros que al tocarlo hiciera enamorarse perdidamente a quien lo escuchara...)?
La txalaparta con bloques de hielo no me agrada: es un instrumento efímero, sobre todo en verano. En cuanto al pand-eros, más que inventarlo me gustaría que me permitieran tocarlo un rato ante las audiencias femeninas.
El diván de la risa
Consideran que es su espectáculo más redondo (o más pentagonal). En «Lutherapia» hay cebras cuadriculadas, orgías ratunas (ratificado, cada vez hay más ratas), tarareos conceptuales, blues interpretados con pelotas de plástico... Diez piezas musicales hiladas por una sesión de psicoanálisis, en las que el paciente Ramírez (Daniel Rabinovich) intenta sobreponerse a la ansiedad que le provoca la tesis que debe escribir sobre Johann Sebastian Mastropiero, el legendario personaje creado por Les Luthiers, de vasta obra y vida basta.
A lo largo de la terapia, conducida por Carlos Mundstock, la conversación irá derivando de forma rocambolesca, dando pie a introducir los diferentes números: operetas, rock, arias... en los que el virtuosismo musical de los argentinos compite con la genialidad, la ironía y el instrumento mejor afinado de su repertorio, la carcajada que siempre saben despertar en el público. Les Luthiers retuercen las palabras de forma inverosímil, sus textos son pura música y sus piezas musicales rezuman literatura. En «Lutherapia», el espectáculo con el cumplen media vida (larga) sobre los escenarios, ejercen además de nuevo de luthiers, en su sentido literal, y a sus tapas de retretes transformadas en liras (el lidorodo) y demás y sorprendentes instrumentos, suman otros nuevos como el bolarmonio, 18 pelotas naranjas convertidas en órgano, o la exorcítara, un arpa electrónica compuesta por coloridos tubos de neón. P.I.
Referentes del humor inteligente
Ocho millones de personas han visto al grupo desde que se fundó en 1967, tras una actuación en un concurso de coros universitarios en la ciudad de Tucumán, en la que Les Luthiers ya esbozaban los rasgos (el humor, los instrumentos artesanales, el virtuosismo musical...) de la que iba ser una larga carrera que ha creado escuela y les ha convertido en un referente del humor inteligente. De esos ocho millones, por supuesto, muchos de ellos han repetido, han visto al grupo en más de una ocasión, porque allá por donde pasan llenan teatros y dejan seguidores fieles. Hay una decena de libros, vídeos, discos grabados, y numerosas páginas en internet dedicadas a ellos (por citar solo dos: una bastante completa, www.lesluthiers.org; y la oficial, www.lesluthiers.com) e incluso a sus personajes, como Johann Sebastian Mastropiero, su personaje recurrente, un músico de vida azarosa y obra inabarcable (incluyendo plagios). Les Luthiers (Jorge Maronna, Carlos Núñez, Carlos López Puccio, David Rabinovich y Marcos Mundstock componen el elenco actual) han compuesto, ellos sin recurrir al plagio, más de 170 piezas repartidas en 33 espectáculos diferentes y han recibido numerosos premios, como un Grammy latino a la excelencia musical. Actuarán en el Euskalduna de Bilbo los días 1, 2 y 3 de marzo, en el Kursaal de Donostia el 6, 7 y 8 de marzo, y en el Baluarte de Iruñea el 18, 19, 20 y 21 de marzo. Quien no pueda ir, quizás les pueda ver también comiendo pintxos en los bares de los cascos viejos. P.I.