Alberto PRADILLA

Una izquierda estatal fragmentada pero en auge

La crisis estructural que afecta al Estado español ha abierto grietas en el sistema bipartidista y la izquierda aspira a ampliar sus resultados el próximo 25 de mayo. IU, que presenta de nuevo a Willy Meyer, pretende ser el principal beneficiado; las encuestas le vaticinan un fuerte incremento respecto a 2009. La posible irrupción de Podemos, de Pablo Iglesias, constituye la segunda clave de unos comicios en los que PP y PSOE seguirán siendo mayoritarios.

No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero». El estribillo del tema «Donde manda marinero», de Andrés Calamaro, podría servir para definir la posición del votante progresista español de cara a las elecciones europeas del 25 de mayo. En un contexto de crisis estructural en el Estado, con una importante degradación de las condiciones de vida a consecuencia de los recortes y con los dos grandes partidos, PP y PSOE, en un suelo histórico de apoyo popular, las formaciones de izquierdas confían en esta cita con las urnas para asestar un golpe a un bipartidismo que, no obstante, sigue en pie. El previsible crecimiento de Izquierda Unida, cuya lista será encabezada por tercera ocasión consecutiva por Willy Meyer, así como la irrupción de Podemos, la formación liderada por Pablo Iglesias y que podría llegar al Parlamento Europeo apenas cuatro meses después de su fundación, son los dos elementos más destacados.

La convocatoria electoral ha permitido también visualizar un panorama fragmentado. Primavera Europea -una coalición entre Compromís y Equo-, el Partido X -que presenta a Hervé Falciani, el antiguo empleado del banco HSBC que copió los nombres 130.000 defraudadores- o Movimiento Red -liderado por Elpidio Silva, el juez que encarceló a Miguel Blesa- aspiran a una plaza en la Eurocámara.

Sin tomar en consideración la situación en las naciones sin Estado, como Euskal Herria, Catalunya o Galiza, donde operan sus propias lógicas electorales, las elecciones europeas presentan un escenario que permite vaticinar un auge de la izquierda, entendida de un modo amplio. Las peculiares características de estos comicios (circunscripción única en todo el Estado y una percepción de las instituciones europeas como un algo lejano, lo que suele bajar la participación) posibilitan que se utilicen como banco de pruebas de diversas iniciativas que, en un principio, pretenden ir más allá del 25M y que tratan de recoger el testigo de experiencias como el 15M o las diversas movilizaciones que, bajo el nombre de «mareas», han denunciado el desmantelamiento de los servicios públicos. En ocasiones, estas vienen vinculadas a personalidades públicas como Iglesias, conocido por su aparición en tertulias televisivas, o Silva, magistrado de gran impacto mediático. Un ejemplo de política-espectáculo, pero que ha abierto la puerta a la popularización de discursos que, hasta el momento, habían permanecido relegados a espacios mucho más reducidos.

División y desconfianzas

El descrédito del bipartidismo es una de las grandes razones que explican este auge de nuevas formaciones. «Pretenden que escojamos entre Pepsi y Coca-Cola», explica Pablo Iglesias, candidato de Podemos, que asume la «desafección» hacia el actual modelo político generada por PP y PSOE, y aboga por «convertir el rechazo en una mayoría social». En la misma línea, Simona Levi, número dos del Partido X, asegura que PP y PSOE «van desapareciendo poco a poco, como los dinosaurios, aunque siguen ahí y están arrasando con todo». Quien ya dispone de representación institucional, como IU, pretende ubicarse como «única alternativa» a las candidaturas de Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano. Para ello ha puesto especial interés en vincular la imagen de Willy Meyer a la de Alexis Tsipras, líder de Syriza y candidato del Partido de la Izquierda Europea, con quien han compartido diversos actos de tintes electorales.

La tradicional división de la izquierda española ha tenido su reflejo en el panorama electoral. En los últimos meses, tras la irrupción de Podemos, se especuló con la posibilidad de una confluencia progresista. Una propuesta lanzada por Iglesias pero que nunca pasó del terreno del deseo al de la realidad. Hubo algún encuentro, más por cortesía que por voluntad real. Ahora, el discurso de IU oscila entre la simpatía de quienes ven al tertuliano-candidato como un compañero de barricada y las desconfianzas hacia quien puede seducir a un electorado desencantado con las opciones tradicionales.

Tanto Iglesias como Levi dicen que no contemplan quedar fuera de la Eurocámara. Tampoco parece que sean proyectos que vayan a limitarse a la carrera por Bruselas. El primer éxito, remover un caldero político que, al sur del Ebro, llevaba muchos años estancado, ya lo han obtenido. El día 26 tocará analizar si los cambios en el abanico progresista español han venido para quedarse.