«Usted piensa más en Pablo iglesias que en España». Esta primera frase de Mariano Rajoy simboliza la bronca discusión entre el presidente español y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y que se estrenaba como portavoz en el Debate sobre el Estado de la Nación. Con esa frase, el inquilino de Moncloa evidenciaba dos cosas: la primera, que ambos líderes del bipartidismo, con menos del 50% de perspectiva de apoyo en unas elecciones, miran de reojo al exterior del Congreso, donde se encuentran Podemos y Ciudadanos. La segunda, que en el «y tú más» en el que se han enfrascado ambas formaciones solo benefician a los partidos que llegan desde el exterior del régimen de 1978. Sánchez ha intentado profundizar en un discurso «izquierdista», cuestionando una a una las medidas adoptadas por el Gobierno español en los últimos tres años y reivindicándose como el «cambio tranquilo». Rajoy, muy alterado, se ha dedicado a recordar los escándalos de corrupción vinculados a Ferraz y la «herencia recibida».
El nuevo líder de Ferraz ha arrancado fuerte, señalando que el argumento de la gestión anterior no vale cuando uno lleva tres años en el Gobierno. «Son herederos de ustedes mismos», ha dicho, recordando la pérdida de más de medio millón de empleos y el aumento de 23.000 millones de euros en impuestos. «Usted se comunicaba a través del plasma y con un delincuente a través de sms», ha arrancado, en referencia a Luis Bárcenas, extesorero del PP. En un discurso muy duro, ha atado a la línea de flotación del argumentario del PP, afirmando que el Estado español sí que fue rescatado. Para ello, y en medio de una monumental bronca que procedía de la bancada de Rajoy, se ha apoyado en las portadas de «El País», «El Mundo» y el «Financial Times». «¿Se equivocan todos o se equivoca usted?», ha planteado.
Una a una, Sánchez ha ido desgranando leyes como la reforma laboral, la «ley mordaza» o los recortes en Sanidad y Educación. Eso sí, ni una palabra sobre la modificación del artículo 135 de la Constitución española, pactada entre PSOE y PP y que está en el origen de las políticas de ajustes. No obstante, el «giro a la izquierda» era retórico. Y ante el auge de otras formaciones se ha visto en la obligación de cuestionar por igual a quienes son «inmovlistas» y a quienes «quieren liquidar» la Carta Magna, una referencia que lo mismo puede servir para cargar contra Podemos que contra el soberanismo. También ha cargado contra el independentismo, reivindando ese cambio federal que carece de apoyos.
Rajoy, por su parte, se ha lanzado al cuello. «¿Cómo me habla usted de corrupción?», ha espetado. «Estábamos al borde del rescate, al borde de la quiebra», ha defendido, instándole a su contrario a «no hablar durante mucho tiempo» de Economía, por ser responsable de la situación de crisis del Estado español. En medio de la bronca, y ante las continuas referencias hacia Andalucía por parte del inquilino de Moncloa, un diputado del PSOE ha exhibido una bandera de la comunidad gobernada por Susana Díaz. Lo ha hecho no cuando se hacía referencia al escándalo de los EREs, sino cuando Rajoy recordaba los recortes en Sanidad. Un ejemplo más de la bronca constante, con continuos abucheos y aplausos que han convertido el Congreso nuevamente en el escenario de un debate basado en demostrar que los dos grandes partidos españoles tienen mucho que ver en la crisis estructural que padece el Estado.