Beñat ZALDUA

CDC, o cómo mover un elefante autonómico al independentismo

El viaje de Convergència al independentismo, sea por convicción o por necesidad, ha resultado crucial para el proceso catalán. Agustí Colomines, protagonista de la primera entrega de una serie de tres textos, empujó durante años desde dentro a favor de ese viaje.

Lejos de cualquier pretensión de homogeneidad, el independentismo catalán llega al 27 de setiembre desde diferentes vías. Desde trayectorias diversas, muchas veces enfrentadas. A escasos días de la jornada en que todas estas vías confluirán en un Sí a la independencia (ya sea votando Junts pel Sí o la CUP), arrancamos una serie de tres capítulos en la que hablaremos con un representante de cada una de las tres principales tradiciones políticas que confluyen el 27S: la que apostó por mover el principal partido catalanista hacia posiciones independentistas, la que optó por construir un centroizquierda capaz de disputarle la hegemonía al nacionalismo conservador y la irreductible, aquella que mantuvo la Diada popular durante el largo sopor pujolista.

Situémonos en 1999. CiU gana las elecciones catalanas sin obtener mayoría absoluta y un grupo de intelectuales escribe una carta abierta para pedir a Jordi Pujol que pacte con ERC y forme un gobierno catalanista. Pero estamos en tiempos del Majestic, el ahora defenestrado líder convergente había sido nombrado «Español del año» por el diario ‘ABC’ y decide pactar con el PP. Algunos de los firmantes de la carta abierta se vuelven a casa, otros insisten en remar desde dentro. Es el caso del historiador Agustí Colomines, cercano al círculo de quien en poco tiempo sería nuevo presidenciable, Artur Mas, y padre de la «Casa Gran del Catalanisme», marco ideológico con el que Mas finalmente llegó a la Generalitat en 2010, con Colomines al frente de la fundación de Convergència, CatDem. Sí, la de los supuestos cobros de las comisiones ilegales del 3%.

Antes de eso, en 2003, fue ERC la que devolvió las calabazas a CDC y optó por el Tripartit. «Nunca lo entendí», explica en la actualidad Colomines, que añade que decidió empujar Convergència hacia el independentismo porque no le «satisfacía en absoluto la posición de las izquierdas». «No compartí para nada la estrategia del Tripartit y tampoco he compartido nunca que las cosas se deban hacer deprisa y corriendo. Y como en este país somos una cuadrilla de apasionados, pues nos hemos estado dando de golpes durante años», añade.

Cambios irreversibles

Pero Catalunya ha cambiado mucho. El catalanismo ha mutado («ya no confía en reformar España», apunta Colomines) y Convergència es casi irreconocible. «¡Uy si han cambiado cosas y han pasado cosas!», exclama el historiador. «No sé si le damos la importancia que tiene al hecho de que la federación con Unió se haya roto y a que más de la mitad de Unió se haya mantenido fiel al president Mas», apunta a modo de ejemplo. Y es que con Unió, posiblemente, sería impensable un artefacto electoral como Junts pel Sí, que Colomines defiende con fuerza: «Esta campaña es un bálsamo; como dicen en castellano, el roce hace el cariño».

Algo a lo que ayuda una campaña hecha «en positivo». «Una de las grandes diferencias respecto al independentismo clásico es que en las grandes manifestaciones ya se ha dejado de cantar ‘voti voti voti, espanyol el que no voti’. No es un movimiento antiespañol, sino un movimiento por la soberanía», dice. ¿Y si aparecen nuevos casos de corrupción? «Es todo tan exageradamente teatral que ninguna persona inteligente se lo cree. Quieren hacer creer que este es un país-mafia, y Esquerra eso ya no lo compra», responde rápido Colomines, que niega que CDC cobrase esas supuestas comisiones ilegales a través de CatDem.

¿Y si el liderazgo de Mas es el elemento a sacrificar para seguir adelante? Con la iglesia hemos topado. «Hay que aceptar lo que es una evidencia: el president Mas es el líder de este proceso», responde Colomines, que defiende a capa y espada a su líder: «Si el Estado se lo quiere cargar, sencillamente quiere decir que es un activo imprescindible».

En cualquier caso, Colomines desborda optimismo: «Claro que saldrá bien, lo único que tiene que pasar es que Junts pel Sí saque la mayoría absoluta y que la CUP sea un cojín importantísimo y cierre el paso a todo ese unionismo de Podemos y compañía».