La presidenta del PP de la CAV, Arantza Quiroga, suspendió toda su agenda hasta el próximo martes y se mantiene aislada incluso de sus compañeros de partido, una actitud que provoca declaraciones comprensivas en público y un indisimulado malestar en privado, además de un desconcierto interno que está llegando hasta el ámbito local de cargos y afiliados.
Esto ya no es una cuestión de sectores. Incluso aquellos que hasta la fecha habían apostado por las políticas de la presidenta y consideraban que la moción presentada era una buena herramienta para intentar alcanzar la centralidad del escenario político de la CAV sostienen que su gestión personalista de los tiempos, las relaciones y los contenidos, junto al desenlace final con la desautorización de Madrid y la retirada del texto, hacen que Arantza Quiroga carezca en estos momentos de liderazgo dentro del partido y de credibilidad externa.
Su no asistencia al pleno del Parlamento del jueves y la desconexión con sus propios compañeros han sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de sus «amigos» y, claro está, ha rebosado en abundancia en sus «enemigos», al tiempo que ha ahondado la brecha entre unos y otros. Supone el peor escenario posible para unas siglas que en la CAV arrastraban ya una situación complicada.
Mientras el discurso oficial dice que Arantza Quiroga no va a dimitir, quienes se atreven a hacer declaraciones en público no van tan lejos. No lo hizo Borja Sémper el jueves cuando solo pudo decir que «si tiene que tomar una decisión la comunicará. Mientras no comunique lo contrario sigue siendo presidenta del PP vasco». Ni lo hizo ayer el veterano parlamentario alavés Carmelo Barrio, que rechazaba pedir su dimisión –«Por favor, ¿cómo voy a decir yo eso?»–, pero no la descartaba como opción personal. «Ella y su equipo analizarán los tiempos y lo que deban decir, las explicaciones que se deban dar», decía.
Ciclo terminado
Pero desde el PP lo que se trasmite es la impresión de que el ciclo de Arantza Quiroga al frente del partido en la CAV está acabado. Enfrentada al sector alavés –cuyos dos principales actores, Alfonso Alonso y Javier Maroto, han sido aupados a la órbita de Mariano Rajoy– y cuestionada por la gestión de la moción que se califica como de gran torpeza, lo único que ahora le queda decidir a Arantza Quiroga es si dimite de inmediato o espera a que pasen las elecciones del 20 de diciembre. Sería un último acto de servicio al partido en el que ha militado toda su vida y muchas veces en condiciones muy difíciles.
Tras verse obligada a retirar su moción para una Ponencia de Libertad y Convivencia el día después de presentarla y tratar de justificarlo aduciendo que EH Bildu lo había presentado como una victoria, Arantza Quiroga se clausuró en su casa de Hondarribia. El jueves, día de pleno en el Parlamento, su grupo la esperaba a primera hora, porque la sesión arrancaba con una votación de desempate. Pero no apareció. Solamente avisó a la secretaria general, Nerea Llanos, de que se encontraba indispuesta después de haber pasado una mala noche.
Su escaño vacío y su aislamiento alimentaron los rumores sobre una dimisión que Arantza Quiroga no cortó. Primero la defendieron. Ahora solo lo ven como una cuestión de elegir el momento.