Resaca política en el bando bolivariano y euforia en la oposición venezolana dominan el día después de las elecciones a la Audiencia Nacional, de las que ha surgido un insólito escenario que inicia o la agonía o el reinicio de la Revolución Bolivariana y con ello el proyecto de la segunda independencia de América Latina.
El resultado del domingo demuestra, en contra de lo que dijeron los medios afines a la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que el sistema electoral sí permitía que esta ganara los comicios. El gran perdedor son encuestadoras que preveían un desenlace ajustado entre el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y la oposición. El desastre del PSUV es aún más grave si se tiene en cuenta que la participación ha subido del 66% al 74%. Eso significa que una parte considerable de la base electoral bolivariana le castigó. Llama la atención que ni sus máximos líderes ni dirigentes subalternos se dieron cuenta del ánimo que reinaba entre su habitual electorado. Sus adversarios han conseguido lo que siempre han deseado: que los sectores populares se opusieran al Gobierno bolivariano. La pregunta es si este 6-D han logrado ganar una batalla o ya la guerra.
Sea como fuera el desenlace marca un antes y un después para ambos bandos. Los autodenominados «hijos de Chávez» han de comprender que su padre se fue para siempre, aunque su recuerdo queda patente en la vida política y cotidiana. Ahora tienen que dejar de administrar su legado conservándolo como si fuera algo intocable. La situación les obliga a asumir la responsabilidad de emprender pasos. Aunque a partir del 5 de enero les faltará la Asamblea Nacional como elemento clave, les quedará el Gobierno nacional, y la gran mayoría de las gobernaciones y alcaldías. Más los Consejos Comunales. La cuestión es si los responsables institucionales y del PSUV son capaces de sacar las conclusiones pertinentes o si utilizan el tiempo hasta los siguientes comicios para su bien personal.
A ello se añade la incertidumbre sobre el impacto que tendrá el actual resultado sobre el Gobierno de Maduro, el liderazgo de la Revolución Bolivariana y el PSUV. Ya antes de los comicios los disidentes del partido oficialista exigieron la renuncia del Gabinete en el caso de una debacle electoral. Por el momento, el presidente en funciones de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, ha cerrado filas con el presidente. La oposición y sus aliados intentarán abrir una brecha entre los dos, ya que Cabello representa al sector militar en el movimiento bolivariano, y Maduro el de las bases sociales. Se ha acabado el tiempo de culpar del desabastecimiento y la altísima inflación únicamente a la «guerra económica» y las malas intenciones de EEUU. Aunque es así, también se deben a la corrupción y la desorganización interna.
Oficialismo y oposición se hallan ahora ante el mismo reto de tener que hacer política para evitar males mayores. Entre las vacas sagradas que la política venezolana en general ha de llevar al matadero se halla la subida del subvencionado precio de gasolina y, ante un precio de petróleo en caída libre, también una readaptación de su política económica, financiera y social.
La opción del electorado por el «cambio» que la MUD llevaba en su lema no significa que los sectores beneficiados por la Revolución Bolivariana le hayan dado permiso para liquidar los logros sociales del pasado sino la opción de mejorar la vida cotidiana, acabando con las colas ante comercios de alimentación de primera necesidad y cajeros automáticos de bancos.
El peligro es que la MUD recaiga en aquel triunfalismo que parte de sus integrantes mostró durante su golpe de Estado cuando eliminó todos los poderes de la República Bolivariana. Una cosa es lanzar una ley de amnistía para liberar a sus 75 «presos políticos» y utilizar la Asamblea Nacional para dificultar el trabajo del Ejecutivo. Pero podría resultar muy contraproducente meter mano a los logros sociales. De ello dependería también el éxito, o no, de un referendo revocatorio contra Maduro.
Está asimismo por ver hasta qué punto la MUD emplea su mayoría parlamentaria para cambiar la política exterior de Venezuela. Chávez cooperó con Cuba e inicio la integración latinoamericana como un sistema de protección exterior para su proyecto político. Pero siempre ha sido Venezuela la primera y última línea de defensa de la Revolución Bolivariana. Ahora cuenta con una brecha considerable que podría afectar asimismo a los otros estados del ALBA.