Todo ha ido muy deprisa. Si alguien se fue al monte el viernes por la noche, desconectó el móvil y regresó el domingo a última hora, difícilmente entenderá qué ocurrió en Catalunya durante un fin de semana trepidante que habrá que analizar con la perspectiva que da el tiempo antes de extraer conclusiones definitivas. En lo que todo el independentismo coincide es en que quien mejor se puede encargar de hacer bueno el acuerdo es el Estado. Y ayer su jefe apuntó maneras.
En un gesto de consecuencias prácticas irrelevantes, pero muy simbólico, Felipe VI se negó a recibir a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y le pidió, en contra de lo que dicta el protocolo, que le notificase por escrito el nombramiento del nuevo president de la Generalitat, Carles Puigdemont. Así lo hizo Forcadell, que se ahorra un viaje a Madrid.
Al margen de polémicas reales, la de ayer fue la primera jornada de tranquilidad, relativa, en bastantes días. Así es la Catalunya de los últimos meses; se trabaja en domingo y se intenta descansar, algo, los lunes. Lo cual no implica que no hubiese actividad, aunque fuese de un voltaje menor. Fue, sobre todo, un día de despedidas. El flamante president, que tomará posesión de su cargo esta tarde en el Palau de la Generalitat, oficializó su renuncia a la Alcaldía de Girona, donde se declaró «leal» a su predecesor, Artur Mas. «Cuando Mas toma la decisión dolorosa, difícil e injusta de dar un paso a un lado, cuando hace un sacrificio de esta magnitud pensando en el interés general, para no ser un problema para el sueño y anhelo de gran parte de la población del país, no podía rechazar la propuesta de substituirlo y mantenerme en la zona de confort, porque había sido cobarde y poco leal», consideró en su adiós a Girona.
También se despidió de su lugar de trabajo Mas. «Recogiendo el despacho con la serenidad de espíritu que te da el convencimiento de haber dado lo mejor de uno mismo durante los cinco años que he ejercido la presidencia de la Generalitat de Catalunya», escribió en Facebook junto a una foto empaquetando sus cosas. Por despedirse, ayer se despidió hasta el alter ego de Mas en el programa de humor de TV3 ‘Polonia’. En efecto, el actor Bruno Oro, encargado de encarnar al exmandatario, deja también su cargo. Como hay de todo, algunos lamentaron más la marcha del segundo.
Sea como sea, tanto los mensajes de Puigdemont como los de Mas se centraron ayer en construir y apuntalar el relato que le sitúa como el generoso y sacrificado líder dispuesto a ofrecer su cabeza en bandeja de plata en beneficio del país. Este será el relato desde el cual se encargará personalmente de la reconstrucción del espacio de Convergència, tal y como avanzó el sábado en su discurso de renuncia. Que es un buen ajedrecista no supone ninguna novedad. Ahora tiene mucho más tiempo del esperado para calcular el siguiente movimiento.
Pero el relato está en disputa y la CUP no tiene intención de renunciar a él. Ayer la diputada Anna Gabriel reivindicó que «parecía que el proceso era Artur Mas», pero que «ahora podemos demostrar que el proceso es un movimiento colectivo, de una base social importantísima». En la cadena Rac1, consideró que con el acuerdo «gana el grueso de personas que entienden que estamos en el momento de fijar las bases para una nueva república». Gabriel aseguró además que la autocrítica no es ningún problema para la CUP y reivindicó que no han perdido la dignidad: «Hemos tenido debate interno y lo hemos enseñado».
En una entrevista en terreno hostil, la diputada contraatacó revelando algunas interioridades de las negociaciones poco edificantes. Como cabía esperar, no es oro todo lo que reluce: «Nos dijeron que la cabeza de un israelí vale diez cabezas palestinas». Según esta racista escala de valores, evidentemente Mas era el israelí y la CUP, Palestina. Si alguien no se cree el episodio, podría haber consultado las grabaciones de las conversaciones, pero CDC se negó rotundamente a las mismas.
Junqueras se reivindica
En un papel secundario de cara al público durante los últimos días, ayer fue el día en que el líder de ERC, Oriol Junqueras, reivindicó su papel durante las negociaciones. Ante el Consell Nacional de su formación, el que será vicepresidente y conseller de Economía y Hacienda no dudó en trasladar un mensaje triunfalista: «Lo hemos conseguido, hemos conseguido que el proceso hacia la independencia siga adelante».
Junqueras aseguró que estaba convencido de que habría acuerdo y recordó que «nunca» hablaron de elecciones «por mucho que nos fuesen favorables». El líder republicano recomendó también asimilar el proceso de los últimos tres meses como «entrenamiento» de cara al futuro y concluyó con un reproche colectivo: «Demasiadas veces en este país perdemos la fe antes de tiempo. Es un lujo que no nos podemos permitir».
Junqueras, vicepresidente y titular de Economía y Hacienda
A la espera todavía de ver quién ocupa algunas consellerias todavía sin adjudicar, el diseño del Govern que verá la luz esta misma semana seguirá el guión marcado por el acuerdo existente en el seno de Junts pel Sí, que es el mismo que se trasladó a la CUP durante las negociaciones. Puigdemont creará las tres comisiones de Gobierno, al frente de las cuales se situarán el líder de ERC, Oriol Junqueras (Economía), la todavía vicepresidenta en funciones, Neus Munté (Bienestar), y el que fue cabeza de lista de JxSí, Raül Romeva (Proyección Internacional).
Junto a Puigdemont, el peso del ejecutivo recaerá en estas tres figuras, que coordinarán el resto de consellerias. Junqueras, que será vicepresidente y conseller de Economía y Hacienda, tendrá bajo su tutela los departamentos de Empresa, Trabajo, Territorio y Agricultura. Munté, que seguirá como portavoz del ejecutivo y titular de Presidencia, coordinará los departamentos de Salud, Educación y Cultura. Por último, Romeva asumirá también la flamante conselleria de Asuntos Exteriores y tendrá bajo su tutela los departamentos de Interior, Gobernación y Justicia.
Las quinielas se centran ahora en los nombres que ocuparán los diversos departamentos. El 60% de los consellers serán a propuesta de CDC (suenan Josep Rull, Antoni Castellà, Meritxell Borràs, Jordi Jané y Santi Vila) y el resto de ERC, que ayer avanzó que, además de Junqueras y Romeva, propondrá a Toni Comín en Salud, a Dolors Bassa en Bienestar y a Carles Mundó en Justicia.B.Z.
La cuestión de confianza no forma parte del último acuerdo
Uno de los detalles que quedó sin aclarar en la vorágine del fin de semana fue dónde quedaba la cuestión de confianza ofrecida por Artur Mas como moneda de cambio para conseguir su malograda investidura. Es decir, el compromiso de someterse a una cuestión de confianza en el Parlament al cabo de seis o siete meses, con la idea de ofrecer a la CUP la posibilidad de tumbar al Govern y provocar nuevas elecciones en junio o julio, antes del final del curso político. Fue la oferta que Mas se sacó de la chistera en el segundo pleno de investidura, el 12 de enero. La respuesta siguió siendo negativa, en forma del «No tranquilo» entonado por el diputado Antonio Baños.
En el pleno de investidura definitivo, el pasado domingo, el líder del PSC, Miquel Iceta preguntó al president, Carles Puigdemont, a ver si el compromiso con la cuestión de confianza seguía en pie. En la confusión de la réplica, sin embargo, el nuevo president no se acordó o no quiso contestar la pregunta.
Fue a primera hora de ayer, en los micrófonos de Rac1, donde la pregunta fue planteada de nuevo, en esta ocasión a la diputada de la CUP Anna Gabriel, que confirmó que la cuestión de confianza «no forma parte de este último acuerdo gestado en las últimas 48 horas». Gabriel explicó que el tema «no se ha abordado en las conversaciones», aunque aprovechó para defender que se mantenga la cuestión de confianza como «un ejercicio saludable a nivel democrático».B.Z.