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ATENAS-SKOPJE

El veto de Macedonia y Serbia a los afganos provoca un tapón en Grecia

El cierre de las fronteras ordenado por Skopje para los ciudadanos afganos dejó atrapados a más de 9.000 refugiados en el paso fronterizo entre Macedonia y Grecia y en el puerto de El Pireo, adonde llegan procedentes de las islas del Egeo. Mientras, las manifestaciones y actitudes xenófobas se siguen sucediendo en Europa.

Miles de refugiados permanecían ayer varados junto a la frontera entre Grecia y Macedonia y en el puerto de El Pireo después de que las autoridades de Macedonia decidieran el domingo cerrar sus fronteras a los afganos, impidiéndoles continuar su viaje hacia el norte de Europa y alimentando los temores de Atenas de que los países de los Balcanes bloqueen sus pasos fronterizos y provoquen un tapón en territorio griego.

Hasta ahora el cierre de fronteras por parte de Macedonia y Serbia afectaba únicamente a ciudadanos a los que no se les concede automáticamente el estatuto de refugiado, por lo que sirios, iraquíes y afganos podían cruzar hacia allí, con la única condición de que portaran consigo una declaración sellada por la Policía griega que dijera que se comprometían a seguir rumbo a Austria o Alemania.

El domingo Skopje decidió prohibir el paso a los afganos, sin especificar los motivos, aunque todo apunta a que los considera migrantes económicos, como a los iraníes, paquistaníes o magrebíes. Esa decisión, según los medios helenos, fue compartida por Belgrado, aunque Serbia lo negó. La decisión de Macedonia –que fue confirmada por teléfono a Atenas y, según Skopje, respondía a la postura adoptada con antelación por Serbia– llegó después de que desde el viernes Austria solo acepta la entrada de 80 solicitantes de asilo al día y 3.200 migrantes o refugiados en tránsito. Grecia había augurado que la decisión de Viena provocaría un «efecto dominó» en los Balcanes.

A mediodía de ayer, cerca de 5.000 refugiados esperaban en el puesto fronterizo greco-macedonio de Idomeni. Unos 600 afganos permanecían bloqueados mientras el ritmo de entrada de sirios e iraquíes se había ralentizado, según constató AFP.

Con pancartas que reclamaban «fronteras abiertas» y denunciaban el «racismo», los refugiados afganos protestaban junto al paso fronterizo. Decenas de niños mostraban carteles en los que pedían ayuda para cruzar la frontera.

En El Pireo, el principal puerto griego cerca de Atenas, la afluencia de refugiados procedentes de las islas del Egeo continuaba. Unas 3.000 personas llegaron ayer por la mañana y se sumaron al más de un millar que esperaba allí desde la noche del domingo. Entre ellos, muchos afganos.

Para evitar el colapso en Idomeni, las autoridades griegas bloquearon el tráfico de autobuses desde El Pireo y decidieron trasladarlos a dos centros de acogida y a un campamento militar acondicionado, al tiempo que iniciaron «acciones diplomáticas» frente a las acciones «unilaterales» de sus vecinos.

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, advirtió de que el cierre de la ruta balcánica convertirá a Grecia en un «gran campamento de refugiados» e insistió en la necesidad de poner en marcha un mecanismo de reparto de refugiados.

Rechazo en Alemania

Mientras, Gobierno y políticos alemanes reaccionaron con horror y condenaron sin paliativos la «cobardía» con la que un grupo de manifestantes bloquearon y atacaron un autobús con una veintena refugiados –incluidas mujeres y niños– en Clausnitz y el incendio de un hotel habilitado para acoger a refugiados en la localidad de Bautzen, una acción que fue festejada por grupos de vecinos, algunos de los cuales intentaron impedir el paso a los bomberos. La Policía de Clausnitz, que evacuó a los atacados sin contemplaciones, fue acusada de connivencia y se defendió responsabilizando a los refugiados por haber hecho, dijo, gestos provocadores.

Ambos hechos tuvieron lugar en Sajonia, en la antigua RDA, cuya preocupantes deriva xenófoba de parte de su ciudadanía se ha acentuado con la llegada de inmigrantes y está siendo estimulada por movimientos políticos islamófobos y de extrema derecha.

 

El Gobierno australiano aplaza por ahora el traslado de una bebé refugiada a Nauru

El Gobierno de Australia ha aplazado por el momento el traslado de una bebé refugiada a un centro de detención en la isla de Nauru, en el Pacífico, poniendo a la menor bajo arresto comunitario tras su salida del hospital en el que estaba ingresada por graves quemaduras.

El caso de la pequeña, identificada como Asha, ha generado una ola de protestas, con manifestantes acampados frente al hospital de Brisbane en apoyo a los médicos del mismo, que rechazaron darle el alta si era para ser enviada a Nauru.

La pequeña de un año fue trasladada a un centro de detención comunitario ayer. «Es un compromiso justo. Es mucho mejor que estar en una prisión de inmigración», dijo el director del Centro de Recursos de Solicitantes de Asilo, Kon Karapanagiotidis. «La madre y el bebé –y esperemos que el padre se les una pronto– están en una situación de residencia comunitaria y también reciben atención médica y pueden contactar con sus abogados», explicó.

Sin embargo, Peter Dutton, ministro de Inmigración, dejó claro que el Gobierno no se dejará «chantajear por los solicitantes de asilo se autolesionan para venir a hospitales en este país y conseguir la ciudadanía australiana» o para cambiar su política migratoria, que aseguró que ha salvado vidas. Asha fue trasladada a suelo australiano tras sufrir quemaduras estando en el centro de detención para «sin papeles» que Australia tiene en Nauru.

Dutton agregó que la niña y su familia serán devueltas a Nauru una vez resueltos los aspectos médicos y legales. Karapanagiotidis amagó con más protestas para impedirlo.GARA