Ramon Sola

Y aún otra final el domingo

2016 ya es inolvidable para la familia rojilla. Hasta seis finales consecutivas ganadas en un mes han generado una secuencia de euforia que es difícil que se repita alguna vez. Aunque con mucho menos eco, al club todavía le queda una séptima. El domingo a las 12.00 en Tajonar, el Promesas se juega el ascenso con el filial del Elche. Lograrlo le arreglaría mucho su sensato plan de futuro a Enrique Martín.

Del 22 de mayo a hoy mismo, y lo que queda, Osasuna y los suyos andamos sobre una nube. Primera fue aquella remontada ante el Numancia (de 0-2 a 3-2) del 22 de mayo, que dejaba el play-off a huevo. Pero tras el tropezón ante el Huesca hubo que ganar otra final en Oviedo (0-5) y lograr la carambola final del Ponferradina-Girona para meterse. Era 4 de junio y parecía ya el gran premio, sin más expectativas. Pero el 8 Osasuna arrolló al Nástic (3-1) y puso El Sadar en danza en una tarde tórrida en la que nos despedimos por si acaso; tercera final ganada. En Tarragona, el 11 de junio, el juego del equipo llegó a su culmen con un 2-3 fantástico que la plantilla celebró en el vestuario con el «Somos un equipo»; ahí seguíamos. La comunión con la grada alcanzó la apoteosis bajo la lluvia el día 15: 2-1 al Girona, quinta final ganada, estábamos cerca pero aún nadie se lo quería creer. Y para la historia quedarán definitivamente el 18 de junio, Montilivi, el gol de Kodro, la valla caída, las lágrimas de Martín por sus padres, Sabalza perdiendo hasta las gafas, el «No hay tregua» en el vestuario, Oier con la bandera navarra, Jose García con la bufanda de Indar Gorri, Roberto Torres explicando que futbolistas y aficionados son uno porque «todos tenemos el corazón igual de rojo», la camiseta amarilla… Y las bengalas en la Plaza del Castillo cuando ya clareaba el día, el «Somos un equipo» todos a una, el «Porque yo sin ti/Enrique Martín/no sabría cómo subir’», el domingo radiante de camisetas rojas, una nueva generación entera de osasunistas, el autobús abriéndose paso por la calle Nueva, el txupinazo adelantado, el ático de la Torre Basoko, la dulce sensación de recordar que el equipo está en Primera y seguir sorprendiéndose.



Un mes de gozo absoluto, pero menos que eso para que empiece la pretemporada del retorno a la élite, porque en tres semanas tocará volver a ponerse las botas. Las decisiones se han tomado pronto y aparentemente bien. Martín no solo es el hombre-milagro de las salvaciones de 1997 y 2015, ahora es también el héroe del ascenso de 2016 y le ha añadido el plus de ideólogo del club. Donde todos vemos, con razón, un motivador nato aunque con ramalazos de locura innegable, ha aparecido también el paradigma de la sensatez. Hacía falta que alguien recordara cosas básicas que se han demostrado en este tránsito: que la fuerza de Osasuna es su gente (y es mucha), que en Tajonar hay una mina, que el sitio lógico del club son los diez últimos puestos de Primera y los ocho cabeceros de Segunda, y que en consecuencia los descensos y ascensos habría que afrontarlos sin dramatismo (es decir, como hizo la afición hace dos años). En estilo indirecto, enorme zasca del de Campanas a todas las fechorías de la década anterior, desde que Izco llegó y Sanz decidió que Nafarroa asombraría al mundo desde lo deportivo. Que en UPN todavía abran la boca para criticar los homenajes y señalar al cuatripartito cuando su megalomanía e injerencia puso todo esto en el abismo roza lo grotesco; en serio, a jugar a pala.



El futuro empezó el sábado, pero sigue este domingo con otra final, la última. Si el Promesas remonta en Tajonar el 2-1 que logró en Elche el Ilicitano volverá a Segunda B. Y eso facilitaría mucho a Martín su compromiso de seguir con la cantera. De hecho, ya hay un implicado directo, para el que este partido aparentemente menor de Tajonar marca todo el futuro: por lo que ha dado a entender la dirección deportiva, José García se quedará si Osasuna B asciende a Segunda B (con 19 años tendría ahí un puesto seguro para seguir madurando) pero lo tiene mucho más complicado si el equipo se queda en Tercera. Para otros como Aitor Buñuel, Antonio Otegui o incluso Miguel Olavide, por su capacidad y su edad parece claro que la Segunda B es en ese momento más adecuada que la Primera. Y a los Miguel Díaz, Kike Barja o Jaime Dios les pondría más cerca el salto al Osasuna grande. ¡A por la séptima pues!