Aritz INTXUSTA
IRUÑEA

En Iruñea ya se huele la pólvora del cohete que abrirá la fiesta

La cuenta atrás que se inició en el Pobre de Mí llega ha llegado a cero. La ciudad vivió ayer ese día extraño, lleno de trajines, de nervios, de acopios, de protestas y de montajes. Hoy al mediodía estallará.

La hornacina de San Fermín en Santo Domingo, allá donde cantan los corredores, quedó ayer vacía. El Ayuntamiento retira la réplica para que las peñas coloquen, cinco minutos antes del primer encierro, la figurilla original. La operación pasa desapercibida porque tan solo es una de las miles de operaciones de carga y descarga que se producen la víspera del cohete, que por lo general están centradas en aprovisionar los bares para cuando la ciudadanía de Iruñea degenere en una horda. Porque la cuenta atrás del “Ya falta menos” queda hoy a cero.

Mientras Herri Sanferminak pone a punto los tiradores de cerveza en las plazas de San Francisco, San José y la de los Ajos, de nuevo los tribunales españoles han puesto el foco de interés en qué pasará con la ikurriña en el txupinazo. En un mástil tal y como ondeó el pasado año es imposible, aunque todo apunta a que, de un modo u otro, se podrá ver la enseña vasca en las balconadas del Ayuntamiento. Al menos, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de UPN, si algún concejal o invitado se anima a sacar la bandera no se llevará ninguna paliza por parte de los policías municipales, como le ocurrió a la edil Mariné Pueyo en el año 2009.

La ikurriña queda en manos del pueblo. La censura de la enseña siempre ha tenido su réplica a pie de plaza, donde centenares de personas se ocupan de hacerla bien presente. Ahí también ha habido avances. Siempre hay cierto juego de gato y ratón con la Policía Municipal, pero desde que los agentes se centran en impedir la entrada de botellas de vidrio (que dejaban un centenar de heridos todos los años por cortes) la reivindicación de la ikurriña no acaba con incidentes.

Lejos de batallas que le toca al Parlamento cerrar con una nueva Ley de Símbolos, estos sanfermines están llamados a ser las fiestas del cambio real. El año pasado, el nuevo consistorio se encontró con un programa cerrado por UPN y apenas tuvo tiempo de realizar cambios estéticos y algunos gestos.

El primer golpe de efecto fue que el alcalde, Joseba Asiron, renunciara a tirar el cohete de 2015. Tras esa renuncia, morirá la elitista tradición de que sean los concejales de bien (que, para UPN, eran todos salvo los de la izquierda abertzale) quienes prendan la mecha desde el balcón. Así, la ciudadanía ha regalado el inicio de las fiestas a un veteranísimo y desconocido «mozopeña», Jesús Ilundain.

En lo formal, el gran paso ha sido comenzar a trabajar las fiestas en una mesa con todos los colectivos que trabajan en favor de los sanfermines. En la práctica, en lo que más se va a notar es en el regreso de Gora Iruñea! a Alde Zaharra. Las viejas barracas se reincorporan al núcleo festivo tras curtirse durante 20 años en el exilio. Vuelven, así, ya no solo como meros templos del katxi de kalimotxo, sino más maduras y volcadas a aportar a todos los públicos y, sobre todo, a transformar los sanfermines y conseguir unas fiestas participativas, populares, paritarias y euskaldunes.

A fin de cuentas, los sanfermines son un monstruo difícil de domar y cada cual los vive a su manera. Ayer, después de que los servicios municipales rociaran el recorrido del encierro con antideslizante, los animalistas de PETA y Anima Naturalis pedían el fin de las corridas. Un centenar de personas semidesnudas se tiraron por encima líquido que simulaba sangre y que desprendía un fuerte olor a fresa. Al término de la protesta, que tras 14 años se ha convertido ya en un elemento más de la fiesta, los activistas cogieron unas fregonas para limpiar y dar paso a los siguientes.

El día 5 la ciudad está rara, alterada y con una tensión contenida. Los escaparates solo ofrecen ropa blanca y pañuelos rojos, aunque son prendas tabú hasta hoy. Las pequeñas tiendas de ultramarinos han cruzado barras en la puerta para bloquear el paso a los borrachos y han redistribuido las mercancías para dar cabida a los hielos, las cervezas y a sangrías de calidad infame. En los comercios más grandes, las barricadas se hacen con litronas de oferta, mientras las camisetas blancas se regalan y la comida precocinada se repone constantemente, junto con los huevos y las magras para los almuerzos de hoy, cuando se vivirán los últimos instantes de tranquilidad antes de que El Tuli encienda la pólvora, estalle el cohete y haga que los sanfermines arrasen con todo.