Ramon SOLA
IRUÑEA

Pequeño gran Nino

Es curioso que un jugador que llegó con la misión única y exclusiva de marcar goles se haya ganado un hueco eterno en el corazón del osasunismo por otros motivos. En tiempos en que todo parece resumirse a estadísticas, Nino ha puesto en valor intangibles imposibles de cuantificar, como la honradez y la profesionalidad. Buen trabajo.

Nino pelea por el balón. (Idoia ZABALETA / ARGAZKI PRESS)
Nino pelea por el balón. (Idoia ZABALETA / ARGAZKI PRESS)

Nino es el máximo goleador de la historia de Segunda División con casi 170 dianas. Solamente 18 las ha logrado con Osasuna. En Primera sumó aún menos en las tres temporadas anteriores como rojillo. Y sin embargo, confirmado su retorno al Elche deja un hueco enorme, difícil de olvidar. Porque el goleador era solo la fachada, la proyección desenfocada de un obrero del fútbol con muchas otras virtudes menos relucientes pero igual de importantes. Igual no es casual que se apellide Modesto. Nino es de los prefieren hablar, y mucho, en el campo. También gritar, protestar, presionar, meter la pierna, anticiparse, hacerse fuerte con el cuerpo, bajar balones, triangular, abrir a bandas... y todavía le daba tiempo a rematar.

El valor de estos jugadores se prueba, y se crece, en la dificultad. La mejor temporada de Nino fue la peor de Osasuna, la cuarta de sus cinco, la de la salvación en Sabadell. Las dos iniciales en Primera le vinieron algo grandes por la exigencia de la categoría (antes en el Levante también se le atragantó). La tercera se la pasó en blanco tras romperse el ligamento cruzado en pretemporada. Volvió al final de campaña, con el 6 a la espalda, con lo que quedaba libre, a aportar lo que pudiera. Consumado el descenso, con 34 años y una lesión tan grave, nadie pensaba que Nino todavía se quedaría, y que además conseguiría tirar del carro. Y lo hizo del primer partido al último, del 1-0 al Barca B en aquel estreno liguero cargado de dudas hasta Sabadell. En aquella temporada de los Cadamuro, Nekounam, Raoul Loé, Ansarifard y tantos nombres para el olvido, Nino nunca se rindió, fue siempre un chispazo de energía (y a veces hasta de luz futbolística) en la oscuridad. Gran parte de la salvación fue suya.
Si hablamos de goles, a Nino no se le recordará por ningún tanto clave, como los de Trzeciak, Aloisi, Javi Flaño o Kodro. Pero el 0-1 de Zaragoza hace un año llevó su firma, y el de Valladolid (en la ida y en la vuelta), y el de Albacete...

La pérdida de velocidad precipita el final de cualquier goleador. Y más en Primera. A Nino le quedaba retrasar su posición, inteligencia y calidad tenía para dar juego algo más atrás, o salir a un Segunda. Elche es el mejor destino posible por antecedentes familiares y circunstancias personales. Y las despedidas son menos tristes cuando el trabajo está tan bien hecho.