El cantautor afroamericano Gil Scott Heron decía que la revolución nunca sería televisada, pero lo que no sabía es que acabaría convertida en un videojuego. Hubo un tiempo en el que apretar el botón de la bomba de neutrones tenía una simbología cuasifuturista, pero las nuevas generaciones de la era virtual nacen con los pulgares pegados a los mandos de la consola y la acción de pulsar una y otra vez para provocar detonaciones, explosiones o cualquier otra onda destructiva es ya tan instintiva como la de tomar la leche materna. “Nocturama” tiene un fuerte componente de literatura «teen», porque al fin y al cabo está hablando de la juventud que está creciendo con “Los juegos del hambre”. Y es la misma que ha visto los ataques a las Torres Gemelas en pantalla múltiple, y a la que los más recientes atentados parisinos no les pilla de sorpresa. A Bertrand Bonello tampoco, porque llevaba preparando este proyecto seis años, a partir de una lectura libérrima de la novela de Bret Easton Ellis “Glamourama”.
La destrucción de los símbolos que identifican universalmente a la ciudad de la luz se ha venido repitiendo históricamente, pero detrás de esa violencia en las calles estaban la revolución, la liberación o el levantamiento estudiantil, según la época. París vuelve a arder bajo las llamas, aunque sin una motivación ideológica clara, o tal vez ninguna. A Bonello no le interesa si el sabotaje ha sido llevado a cabo en nombre del Islam o del movimiento anti-sistema, como si cualquier reivindicación imaginable hubiera perdido sentido. Al desarrollar la acción en una cronología basada en el tiempo real, todo transcurre en la fase caótica en la que los noticieros se mueven a golpe de rumor, sin atreverse a señalar una autoría concreta. Cada nueva especulación no hace sino contribuir a la ceremonia de la confusión, y el grupo protagonista y su plan son confusos en sí mismos.
“Nocturama” es una obra hija de su tiempo, destinada a conmocionar y crear la controversia por su visionaria descripción del momento apocalíptico actual, y que tanto explota la ficción en todos sus soportes mediáticos. Bonello alcanza a coreografiar un espectáculo de altura, en el que maneja todos los elementos con gran impacto visual. Los primeros compases de la “Marche Funèbre” de Berlioz no pueden ser más vertiginosos, con cada integrante del grupo caminando decidido hacia una misión sonada, que finalmente se revelará, como no podía ser de otra forma, suicida. Cuando estallan las bombas dentro de la pantalla partida son como fuegos de artificio en el cielo parisino del 14 de julio.
Aún lo mejor está por llegar, ya que el encierro en el centro comercial en su dimensión onírica parece sacado del terror zombi del maestro Romero en “Amanecer de los muertos” (2014), y a tal sensación genérica también colabora la banda sonora compuesta por Bonello a lo John Carpenter. Y el show consumista al que sucumben los chicos y las chicas del “semtex” brilla con el play-back de la versión atronadora de la galesa Shirley Bassey del “My Way”. Y al final la sintonía televisiva para “Los persuasores” de John Barry.