Trece largometrajes pueden ser mucho o poco, según se mire. Desde mi punto de vista trece largometrajes suponen una vida entera. Cientos de horas robadas al descanso, a lo mundano y a la tarea de vivir una vida sencilla, si es que esto último es posible. Por otro lado, esas trece piezas de celuloide guardan en su haber un sin fin de historias, las de todos aquellos que las hicieron posibles, las que las inspiraron, incluso las de aquellos a los que defraudaron. Jacques Becker (1906-1960), nació y murió en París. Comunista de los de antaño, Becker se formó en el cine del Frente Popular y fue ayudante de Jean Renoir.
Con este último trabajó en “La grande illusion” (“La gran ilusión”, 1937) y se dejó influir, como muchos de sus compañeros de generación, por el cine clásico estadounidense anterior a la Segunda Guerra Mundial. King Vidor o Howard Hawks pasean por un estilo de entender el séptimo arte sumamente moderno. Su cine es el del detalle, el que sale a la calle a rodar y el que se refugia en interiores. Su elegante mirada es capaz de pasearse por los paisajes impresionistas para después bajarse a la realidad, una realidad que fue capaz de escrutar desde «lo micro» y desde «lo macro». “Casque d’Or” (“París, bajos fondos”, 1952), “Touchez pas au grisbi” (1954) y “Le trou” (“La evasión”, 1960) son algunas de las películas que este año Zinemaldia proyectará en colaboración con la Filmoteca Española.
En la retrospectiva se incluyen todos sus largometrajes, la mitad de ellos inéditos comercialmente en el Estado Español. Becker falleció el 21 de febrero de 1960, un mes antes del estreno en Francia de su obra póstuma, “Le trou”.