A Didier Digard se le espera como agua de mayo. Es la última bala que le queda en la recámara a Enrique Martín para que el equipo gane en consistencia y prestaciones, primer paso para que los buenos resultados lleguen. Conseguida su cesión casi sobre la bocina, al pivote francés se le ha visto el día de su presentación y poco más.

Cuatro entrenamientos después de su puesta de largo, el centrocampista sufrió una rotura en el sóleo izquierdo que le ha tenido en el dique seco durante un mes. El pasado jueves asomó de nuevo al exterior de Tajonar para entrenar con sus compañeros y la presente semana resultará decisiva para conocer si realmente se encuentra recuperado de su lesión.

La aparición del futbolista con el resto de la plantilla bastó para que el técnico rojillo incluso hablase de colocarlo como titular en el derbi de este próximo lunes. Martín sabe que necesita un revulsivo, alguien que aporte más carácter y experiencia de alto nivel al equipo, y parece que Digard reúne el perfil necesario para ejecer dicha función.

El problema es que el normando deberá superar su batalla con la enfermería, que se viene prolongando por casi dos temporadas, y en la que, hasta el momento, solo ha sufrido derrota tras derrota. Desde su último año en el Niza –en su primera campaña con este equipo ya fue nombrado capitán, lo que da una idea de su carácter– y pasando por todo un ejercicio en blanco en el Betis, Digard está viviendo un auténtico calvario, sumado a algunos problemas de índole familiar, que no le han dejado rendir como él está más que capacitado.

A las primeras de cambio, en Osasuna también ha vuelto a sufrir otro episodio similar, pero en el seno del club rojillo existe la esperanza de que revierta la situación del jugador y que en El Sadar vuelva a verse un líder al estilo de lo que fue el uruguayo Pablo García en alguno de los mejores capítulos de la trayectoria de la escuadra navarra. Está claro que al equipo ya le urge ver la mejor versión de Didier Digard.