Joseba VIVANCO

Donde esté Fito que se quite Melendi

El Athletic regaló a Osasuna una primera mitad en la que los rojillos fueron mejores, y lo intentó a tumba abierta en una segunda en la que tuvo ocasiones pero no pudo desnivelar un marcador justo.

ATHLETIC 1

OSASUNA 1

 

Enrique Martín Monreal confesaba esta semana que cuando le iban a operar del corazón pidió que le sedaran con música de Fito Cabrales. «No hay más razón que un corazón siempre loco por vivir» debió de sonar en aquel quirófano, como ayer tarde en San Mamés, donde mientras la escuadra rojilla propuso desde el primer minuto un fútbol a ritmo del cantante del barrio de Zabala, donde cada osasunista jugaba al son del rock and roll, enfrente, los anfitriones transitaban melancólicos sobre el césped con alguna letra de Melendi de esas en que «pido a mis sueños que te quiten la ropa, que conviertan en besos todos mis intentos de morderte la boca». Con estos gustos musicales tan dispares no resultó extraño que a los tres minutos Oriol Riera tuviera su primera oportunidad de gol que Iraizoz desbarató con el pie. Los navarros, como había dicho en la previa su técnico, no habían venido a admirar el coliseo ni arredrarse ante el Athletic. A los diez minutos, segundo remate del catalán a las manos de Gorka. El aviso de lo que estaba por venir en una primera mitad rojilla llena de ímpetu, veloz despliegue en ataque y ocasiones.

Que el Athletic se fuera al descanso con empate en el marcador solo fue culpa de un chispazo de Sabin Merino, titular en lugar de Aduriz, que fabricó una hábil jugada para asistir en bandeja el empate, de cabeza, a un Raúl García que fue de lo poco potable ayer en los locales. Por lo demás, el Athletic siempre estuvo incómodo, torpe, sin ganar una sola segunda jugada, falto de lucidez, desacertado cuando el momento requería lo contrario. Como si Osasuna les hubiera sorprendido con su esquema de tres centrales y dos carrileros, más esos dos puntas, Oriol Riera y Sergio León, pero sobre todo el primero, que fueron un incordio para la zaga bilbaina.

El Athletic jugaba en su feudo y era un garabato donde nadie marcaba el trazo, Muniain trataba de dibujar diagonales y Williams solo esbozaba borrones, sorprendidos atrás una y otra vez por un Osasuna atrevido, valiente, que se adelantó en un córner donde Oriol Riera ganó el salto a Raúl y San José. Otro gol a balón parado para desesperación de Ernesto Valverde. Y de un grada que se frotaba los ojos. El sacrificado a vuelta de vestuarios fue un De Marcos que San Mamés descubrió que también es humano. Su recambio Lekue le aportó decibelios al ataque rojiblanco, que salió decidido a por el partido tras regalar la primera mitad. La lesión de Oriol Riera mermó a un Osasuna que si bien envidó el órdago bilbaino los primeros diez minutos en un juego de ida y vuelta, no pudo con el empuje de los leones, que lo fiaron todo al tramo final del duelo. Es verdad que contabilizaron un cabezazo de Etxeita, otro de Aduriz que sacó Nauzet, otro más de Laporte que abortó el meta, el zapatazo alocado de Rico desde la frontal que se fue fuera por poco, la de Williams que no acertó ante el portero canario y esa de Aduriz sobre la hora, que insusualmente precipitado, malogró.

Un desafinado Athletic dejó escapar dos puntos por deméritos propios y méritos de Osasuna. Como entona el bueno de Fito, «pasito a pasito buscando el equilibro y dejándome llevar»,