Ramon Sola

Ruleta serbia

El Osasuna-Valencia ya está en la antología del disparate, y solo se salva de la del horror porque por una vez el final fue feliz. El carrusel emocional del minuto 0 al 94 quizás entusiasme puntualmente, pero acercarse a la permanencia no pasa por jugar a la ruleta, sea rusa o serbia.

Los jugadores de Osasuna celebran el gol conseguido por Oriol Riera ante el Valencia. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)
Los jugadores de Osasuna celebran el gol conseguido por Oriol Riera ante el Valencia. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)

Mientras el próximo rival rojo, el Granada, hace una apuesta de estabilidad renovando a su entrenador, Lucas Alcaraz, pese a la mala clasificación y el pobre juego del equipo, Osasuna –quién lo ha visto y quién lo ve– es pura zozobra.

Hará falta tiempo para entender las cosas más básicas: quién confeccionó realmente la plantilla en agosto, por qué se echó realmente a Martín, por qué se trajo a Caparrós con dos años de contrato para echarlo a los dos meses, qué papel ha tenido la plantilla en todo ello, cuánto han costado esos finiquitos, por qué se sigue radiando fichajes que luego se frustran, quién y cuándo va a decidir si merece la pena gastar más, cuál es el plan… y, por empezar por lo más obvio y sangrante, quién decide hoy de verdad en este club: ¿Canal? ¿Sabalza? ¿Vasiljevic? ¿Algún otro?

En este caldo de cultivo envenenado, la afición sigue siendo el único ingrediente imprescindible y además sano. La pitada de inicio fue una explosión de hartazgo desconocida en El Sadar, y aunque el efecto inmediato pareció ser desconcertar a un equipo especialista en conceder la primera ocasion al rival, terminó picando el amor propio. Osasuna tenía enfrente el mejor invitado posible para completar el festival del humor: el Valencia huele a pólvora que tira para atrás, y en este caso sin la excusa de las limitaciones técnicas de la plantilla. El 3-3 fue el desenlace lógico entre dos equipos que tiemblan como dos flanes.

El tándem Vasi-Alfredo, porque tampoco está claro quién manda en el banquillo, jugó a la ruleta rusa con una defensa que fue muchas veces de tres y solo engordó a cuatro cuando Alex Berenguer se quedó atrás. Mereció la pena el riesgo para ver percutir una y otra vez a Clerc, en una auténtica exhibición culminada en el 92. Par-ti-da-zo. Pero sufrió muchísimo Iván Márquez para tapar un lateral en el que Tano hubiera estado más contundente.

Quedémenos con lo bueno: eficaz Oier más como líbero que como central (su carrera sigue clonando la de Fiti Yanguas), creciendo Imanol García y Causic, apareciendo Mario en la portería…

Detalles sí, algo a lo que agarrarse como un clavo ardiendo a la espera de que por fin aparezca un equipo serio y con cierto poderío, porque jugar a la ruleta no llevará muy lejos, como no llevó en la era Urban.