Soledad GALIANA

«Británicos y unionistas me hicieron republicano»

Muchos, periodistas y figuras políticas, se empeñan en retratar a Martin McGuinness como un hombre con la vida partida, o con dos personalidades: el comandante del IRA y el político dedicado a la paz y la reconciliación. En realidad, no se puede entender a uno sin el otro. Segundo de siete hermanos, nació en el corazón nacionalista de Derry, el Bogside. Su padre trabajaba en una fundición. Su madre, Peggy, era una republicana originaria de Donegal. McGuinness llegó a la lucha armada no por elección, sino como consecuencia lógica de la situación que le tocó vivir. Cuando en su juventud buscó trabajo en los negocios de Derry como aprendiz solo encontró rechazo por su dirección o sus apellidos. A ello se unió la denegación de derechos básicos a la comunidad católica, como la vivienda o el voto. Y la gota que colmó el vaso fue la represión sistemática a la que se enfrentaba cualquier movimiento político que aspiraba a cambiar el sistema. «Fueron los británicos y los unionistas los que me hicieron un republicano», recordaba en una de sus entrevistas.

McGuinness no estaba presente en la marcha del 5 de octubre de 1968, organizada por el comité de Acción por la Vivienda y apoyada por el movimiento por los derechos civiles, que fue atacada por las fuerzas de seguridad. Le bastó con la narración de su padre para decidirse a unirse al IRA. Para 1972, ya en la cárcel, McGuinness había alcanzado posiciones de mando dentro de la organización armada y fue llevado a Londres junto con Gerry Adams para tomar parte en una negociación fallida con el entonces secretario de Estado Willie Whitehall.

«Abstemio, no fumador, totalmente limpio, fiel a su mujer, le hemos vigilado como aves de presa por años», afirmaban sobre él los servicios secretos. McGuinness se casó joven, comprometiéndose con su mujer Bernie por medio de un intermediario debido a su encarcelamiento, y tuvieron cuatro hijos, cuya privacidad ha sido protegida no solo por McGuinness, sino por los vecinos del barrio en el que siempre han vivido. Su devoción por su familia sería la única razón por la que abandonaría la actividad política, afirmó, y siempre se esforzó por mantener a sus hijos alejados de la realidad política norirlandesa.

A finales de los ochenta, McGuinness y Adams estaban totalmente involucrados en las negociaciones secretas con los gobiernos británico e irlandés iniciadas bajo los auspicios de otro político de Derry, el líder del nacionalista SDLP, John Hume. El inicio de las negociaciones públicas del proceso de paz en 1994 pone a McGuinness en el centro de la estrategia de Sinn Féin al ser nombrado jefe del equipo negociador republicano.

Fue precisamente su pasado militar dentro del IRA el que consiguió que la organización republicana aceptara los compromisos del proceso de paz evitando deserciones o rupturas traumáticas. Una fuente republicana apuntaba que fue responsabilidad de McGuinness el que el IRA declarara el alto el fuego de 1994. «Sin él, no se hubiera conseguido».

Su dedicación, sentido del humor, y claridad de miras le ganó, junto a Adams, la admiración de sus oponentes, incluido el entonces primer ministro británico Tony Blair, que admitió que les llegó a apreciar «demasiado, posiblemente».

Tras la firma del Acuerdo, los innumerables desacuerdos con lealistas y la repetida suspensión de las instituciones, en 2007 se produce lo impensable: DUP y Sinn Féin, los dos partidos más votados por unionistas y republicanos, forman Gobierno. McGuinness se enfrenta al desafío de compartir cartera con Ian Paisley, bestia negra de los católicos y, particularmente, de los republicanos, y el resultado fue una relación de amistad que sorprendió a propios y extraños y que no consiguió repetirse con los sucesores de Paisley, Peter Robinson y Arlene Foster.