Mertxe Aizpurua

EL ENIGMÁTICO BIFRONTE, EN NEGRO Y BLANCO, TAL Y COMO LO VIO CARO BAROJA

El célebre etnógrafo Julio Caro Baroja (Madrid, 1914 - Bera, 1995) describió con precisión una de las primeras referencias escritas a las danzas de Otsagabia. Su estudio hace especial hincapié en la iconografía y presenta de esta forma al personaje central: «El "bobo" de Muskilda muestra un doble faz blanquinegra, aunque tendríamos que decir negriblanca puesto que es el negro el color de la máscara barbada que cubre la cara y el blanco el de la nuca. Es decir, que es el negro el color principal que destaca en la cabeza, lo cual parece desconcertante a la mirada profana. Estos mozos, de los que no conozco la designación, el nombre especial, iban dirigidos por una especie de jefe, llamado el “Bobo”. El “Bobo” es una figura interesantísima, con una máscara muy característica, que hace que recuerde de un modo sorprendente a las figuraciones del dios Jano [dios de la mitología romana al que se le dedicó el primer mes, enero].

Por delante, correspondiendo con la cara real del individuo, el “Bobo” aparece como un hombre barbudo, de barbas con un mechón blanco y tez también blanca completamente; por detrás, el «Bobo» es un hombre barbudo asimismo, pero con la cara negra u oscura. «Viva Bobo» reza un letrero que tiene bordado en la espalda».

Esta es la referencia de la particular indumentaria que observó Julio Caro Baroja y que se mantiene en la actualidad. La documentación histórica, sin embargo, muestra que también tuvo su evolución: las prendas arlequinadas que hoy vemos verdes y rojas en el siglo XIX fueron azules y rojas.

Algunas teorías han querido acercar la representación a la tradición templaria, buscando similitudes entre los nueve dantzaris y los nueve caballeros fundadores de la orden del Temple, y hay quien asegura que la ermita de Muskilda está levantada sobre los restos de una antigua construcción templaria. Entre ellos está René Guénon (Blois, 1886- El Cairo, 1951), matemático, filósofo y esoterista francés, masón que destacaba que el Jano bifronte suele considerarse como una alegoría del pasado y el porvenir en cuanto referido al tiempo, aunque el verdadero rostro de Jano es el que no se ve, el que mira al presente. Sea como sea, de lo que no hay duda es que los bailes de Otsagabia que hoy, en sesiones de mañana y tarde se vuelven a representar, son un espectáculo fascinante. Un ritual solemne y, a la vez, divertido, en el que la colorista indumentaria, el vigor físico de los danzantes y la fuerza musical de las gaitas y los rítmicos golpes de palos y castañuelas se unen al rostro enigmático de “Bobo”, el de la mirada sabia que canta Benito Lertxundi.