Beñat ZALDUA

Iglesias no sabe que en Catalunya se ha convocado un referéndum

Poca novedad bajo el sol inclemente de Santa Coloma de Gramenet, donde Catalunya en Comú se animó con un acto público. Ada Colau mantuvo sus peculiares equilibrios, mientras Pablo Iglesias afirmó que la única forma que ve de defender la soberanía catalana es echar al PP del Gobierno español.

Resulta extraño abandonar el centro de Barcelona en plena Diada para dirigirse a Santa Coloma Gramenet, uno de los últimos feudos que el PSC mantiene en el otrora inexpugnable cinturón rojo de Barcelona. Su alcaldesa, Núria Parlon, es uno de los mejores (y pocos) activos jóvenes que tiene el partido. Y se ha negado a ceder locales para el referéndum. Este es el lugar que Catalunya en Comú y Podemos eligieron para celebrar su acto de la Diada. Podemos, pero no Podem. El líder de la rama catalana de la formación morada, Albano Dante Fachin, participó a la misma hora en un acto sobre el proceso constituyente en Barcelona. Significativo. El 1-O está forzando las costuras del universo comuns.

Celebrar un acto público de masas no independentista en la Diada tiene su punto de valentía. O de temeridad. Sobre todo teniendo a Colau en medio del torbellino. La comparación es inevitable y disputar la hegemonía de la calle –insisto, de la calle– al independentismo resulta ahora mismo imposible. El día en que la Catalunya rural llena la capital, la izquierda urbana se refugia en el extrarradio. Ya hay quien azuza la Catalunya dual que se repartieron en los años 80 y 90 CiU y PSC. Pero Catalunya ha cambiado; también Gabriel Rufián es de Santa Coloma. Y en la estación de Can Zam daba la bienvenida un cartel de Òmnium en el que se leía «Democràcia».

Varias centenares de personas se reúnen finalmente bajo un sol inclemente para escuchar a Ada Colau, Pablo Iglesias, Xavier Domènech y Elisenda Alamany, que no van a decir nada nuevo. La incógnita Colau se mantiene –hay canales de comunicación abiertos con el Govern–, ella insiste en que quiere facilitar la «movilización» del 1-O pero sin poner en riesgo al Ayuntamiento y, por primera vez, descomprime parte de la rabia acumulada por la presión independentista: «Ninguna lección de quien pactaba con el PP hasta hace dos días», espeta.

La expectación crece con Iglesias. Va a decir algo importante, ha circulado estos días. Pero la realidad no acompaña, a no ser que se quiera estirar mucho la imaginación. Ha venido a Catalunya a decir a los catalanes que para que puedan votar «primero hay que echar al PP». La soberanía catalana sigue pasando, por tanto, por Madrid. Ciertamente curioso.

Moción de censura

El discurso de Iglesias huele a moción de censura y no escatima guiños ni al PNV ni al PDCat, ni por supuesto al PSOE. Tampoco a ERC, a quien extiende la mano, sutilmente, para un futuro Govern: «No es imposible imaginar un gobierno progresista en Catalunya hablando con un Gobierno progresista en España» que desemboque en un referéndum acordado, cuyo resultado Iglesias asegura que respetaría. Ecos de aquel «Apoyaré» de Zapatero en Santaco. Del referéndum del 1-O, ni una sola palabra. Ni una.

Pero no se engañen: el titular de esta crónica es falso. Pablo Iglesias sabe perfectamente que el 1-O hay convocado un referéndum en Catalunya. Solamente se sitúa ya en el escenario posterior. O mejor dicho, en uno de ellos. En el que desea.